La feroz tribu guerrera de Ecuador que ha sobrevivido en aislamiento voluntario
En casi todas las legislaciones del mundo el domicilio es inviolable.
¿Pero qué pasa si la residencia de una familia no está limitada a las habituales 4 paredes de una casa sino que su hogar ancestral se encuentra en medio de la selva?
En el planeta existe al menos un centenar de comunidades que han sobrevivido a través de los siglos en lugares aislados, con un contacto mínimo con los grandes conglomerados humanos, según la organización no gubernamental Survival International.
La mayoría son tribus amazónicas, que han permanecido ocultas en lo profundo de una vasta región selvática que se extiende por diez países de América del Sur.
La Fundación Alejandro Labaka calcula que en América Latina hay al menos 37 étnias en aislamiento voluntario en Paraguay, Perú, Bolivia, Venezuela y Colombia. Solo en Brasil se cree que hay 60 grupos ocultos en la selva.
Sus culturas son un enigma para los antropólogos porque no han permitido acercamientos prolongados. Pero su comportamiento esquivo ha dejado claro que no desean mezclarse. Se trata de grupos indígenas que han elegido mantener su modo de vida tradicional luego de observar las nefastas consecuencias que puede traer el contacto con otros.
Los investigadores especulan que los ancestros de estas tribus aisladas tuvieron algún contacto con las civilizaciones mestizas de las Américas a finales de los siglos XIX y principios del XX durante la feroz expansión de la fiebre del caucho.
Los empresarios caucheros esclavizaron y torturaron a los indígenas para identificar las plantas en medio de la selva y extraer la emulsión lechosa que se usaba para la elaboración de neumáticos.
Sólo la Peruvian Amazon Company, que operó en extensas zonas de la selva de Perú y Colombia, mató 100.000 indígenas, según las denuncias de organizaciones que defienden los derechos de los pueblos originarios.
Pero aún en el siglo XXI, las presiones en el corazón de la jungla son cada vez más apremiantes. La explotación minera y maderera autorizada por los gobiernos sudamericanos y ejecutadas por empresas extranjeras han desplazado a estas tribus nómadas de sus zonas tradicionales, lo que los acerca peligrosamente a otras tribus o al hombre “civilizado”.
Los grupos armados del narcotráfico y las guerrillas también representan otro peligro importante para estos pueblos que viven de la caza, la pesca y la recolección.
La asimilación de los wuaorani
Dos de las tribus que han logrado escabullirse del llamado de la “civilización” son los Tagaeri y Taromenani, que van cubriendo sus pasos por un territorio cada vez más pequeño en el Parque Nacional Yasuní en la Amazonía de Ecuador.
Otras tribus, como los wuaorani, no tuvieron la misma suerte.
La manera más efectiva que encontró el Instituto Lingüistico de Verano (ILV) en 1952 de predicar la palabra de dios entre los wuaorani fue secuestrar a una joven llamada Dayuma, quien les enseñó su lengua y su cultura durante su cautiverio
Una vez adoctrinada, Dayuma grabó mensajes a sus familiares en los que explicaba que sus captores eran personas buenas que no deseaban hacerles daño y les pedía que no los atacaran cuando hicieran un contacto. Los evangelizadores lanzaron una grabadora con los mensajes de Dayuma sobre la tribu, quienes no ofrecieron resistencia al escuchar caer desde el cielo la voz de la joven desaparecida.
El ILV, que tenía la misión de traducir la biblia a todas las lenguas tribales, creó un pueblo misionero y evangelizó a muchos integrantes de distintas tribus guerreras. Algunos indígenas ecuatorianos viajaron en giras en Estados Unidos para mostrar la efectividad del trabajo misionero.
Pero el pueblo misionero desapareció con los años y los indígenas asimilados intentaron regresar a sus orígenes pero ya era demasiado tarde. Sus territorios habían sido tomados por las petroleras o madereras y tuvieron que aprender a coexistir con los depredadores de su entorno.
Algunos grupos wuaorani han logrado mantener sus valores tradicionales y defienden sus tierras, mientras otros han cedido y protegen a los petroleros y madereros de los ataques de los guerreros.
Los temidos lanceros
Pero los Tagaeri y Taromenani resistieron y permanecieron ocultos en la selva.
Nadie sabe a ciencia cierta cuántos quedan porque se han negado de manera categórica a tener contactos pacíficos desde la penetración de grupos evangélicos hace más de medio siglo. Se ha calculado que podrían quedar cerca de 100 tagaeri-taromenani divididos en pequeños grupos entre la selva.
Los Tagaeri son los descendientes de Tagae, un joven guerrero Wuaorani que se rehusó a ser evangelizado, se escondió en la selva y creó con su familiares y descendientes un nuevo grupo.
Sobre los Taromenani existe muy poca información y pero algunos estudiosos tienen pistas sobre su origen. “Los pueblos en aislamiento voluntario denominados por los Waorani como Taromenane, Iwene o Wiñatare, formarían parte de esta gran nación debido a que comparten un mismo tronco lingüístico, que es el Wao Terero, y un territorio común”, señaló la Fundación Alejandro Labaka.
Lo que sí se sabe es que son “grupos no aleccionados, ni religiosa ni civilmente”. La selva es su territorio y allí sólo mandan ellos.
La afirmación es del sacerdote español Miguel Ángel Cabodevilla, quien trabajó durante décadas en la protección de los derechos de las étnias amazónicas del Ecuador y ha publicado varios libros sobre la compleja situación de lo que denomina “pueblos indígenas en aislamiento voluntario”.
El conocimiento profundo de la selva de los Tagaeri y Taromenani ha permitido su subsistencia por miles de años, pero la cercanía del hombre moderno los hace extremadamente vulnerables a las enfermedades.
Las aguas negras y los residuos tóxicos de la explotación maderera y petrolera fueron los primeros en alcanzarlos.
Los colonos se apoderaron de las cabeceras de los ríos y los indígenas han tenido que trasladarse a riachuelos que han quedado expuestos a los desechos, aseguró Cabodevilla.
Uno de los sobrevivientes de una intoxicación que produjo la muerte de un grupo Taromenani contó la tragedia a un indígena asimilado. Cuando empezaron a enfermar se separaron para evitar el contagio. “Esta es una tradición en los pueblos de la selva y a los sobrevivientes sólo les queda la opción de unirse a otro grupo”, relató Cabodevilla.
Por qué hay que dejarlos vivir en paz
Los Tagaeri y Taromenani no son pueblos agresivos pero están dispuestos a defender su derecho a permanecer aislados con la muerte.
Los Taromenani se caracterizan por elaborar sólidas lanzas talladas que no sólo son hermosas sino mortales.
Desde la evangelización de los wuaorani han ocurrido hechos de violencia aislados que han causado consternación local y un gran revuelo mediático.
En 2003 y en 2013, grupos wuaorani asimilados rastrearon a comunidades Taromenani en la selva y masacraron a unas 50 mujeres, ancianos y niños que se encontraban en la casa comunal fabricada en un supuesto ajuste de cuentas entre sus comunidades.
Cabodevilla sostiene que aunque no son pueblos agresivos, el contacto con las tribus aisladas es extremadamente peligroso para los indígenas y los que deseen acercarse.
Los evangelizadores o funcionarios expondrían a los indígenas a enfermedades que podrían fulminarlos porque su cuerpo no ha desarrollado los anticuerpos naturales para combatir los virus y bacterias del hombre moderno.
En segundo lugar, porque los indígenas poseen sus afiladas lanzas de madera que usarán si a alguien se le ocurre aproximarse. El 21 de julio de 1987 el obispo español Alejandro Labaka y la religiosa colombiana Inés Arango murieron lanceados en una comunidad Tagaeri al intentar alertarlos de la amenaza de las empresas petroleras.
Survival International dijo que en 2011 algunos misioneros y turistas empezaron a establecer contacto de forma regular con un grupo de mashco-piros aislados en el Parque Nacional del Manu, en Perú. En los contactos, los foráneos regalababan a los indígenas machetes, plátanos y ropa hasta que en 2015 los mashco-piros mataron a un hombre en una comunidad indígena local.
Labaka tuvo la misma suerte que el misionero John Allen Chau, el misionero de 27 años que murió por las heridas de flechas lanzadas por los habitantes de la isla india de Sentinel del Norte, que no desean ningún tipo de contacto con el mundo.
El domicilio es inviolable y la selva es la casa de los Tagaeri, Taromenani y decenas de otras tribus ocultas en el Amazonas.
“Hay que informar que existen y que tienen derechos”, dijo Cabodevilla. Lo que desean es vivir tranquilos sin ser perturbados.
Representantes indígenas viajaron a la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos para solicitar la detención de la explotación petrolera de la selva ecuatoriana y así permitir la supervivencia de los pueblos Tagaeri y Taromenani.
Expusieron que la negativa de los Tagaeri y Taromenani de asociarse con el mundo exterior debía ser entendida como una posición contra la exploración petrolera en su territorio. El estado de Ecuador desestimó las peticiones de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador y aseguró que está tomando las medidas adecuadas para protegerlos.
TAROMENANI, El exterminio de los pueblos ocultos from Carlos Andrés Vera on Vimeo.