La estrategia de unas aves para pasar meses seguidos en vuelo

Algunos organismos son realmente sorprendentes. En el caso de un artículo reciente, se explica cómo consigue un pájaro, conocido como fragata común (Fregata minor) pasar meses en vuelo. Sin posarse ni una sola vez, mientras recorre en enorme espacio de su migración entre África y las islas Galápagos, en el oeste del continente americano.

Y si esto fuese lo único… pero estamos hablando de una especie muy particular. La fragata común, también llamada rabihorcado grande, es un ave con una envergadura alar sorprendente. En las hembras, que son algo mayores que los machos, hay casi 230 centímetros entre la punta de un ala y la de la otra.

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Con esa envergadura, cualquiera pensaría que estos pájaros pesan bastante. Pero apenas superan el kilo de peso. Y aún tienen una característica más que los hace curiosos: son aves depredadoras marinas, y sin embargo, sus plumas no son impermeables. Esto hace que no puedan sumergirse para pescar. Vaya, que sólo pueden cazar a los llamados “peces voladores”. O robándoles la comida a otras aves, aunque esto es menos común.

Visto en conjunto, resulta aún más sorprendente que se recorran los océanos Índico y Pacífico sin tomar tierra ni una vez, en un vuelo constante de un par de meses. Hay otro factor que sumar, en el que igual no todos hemos caído. Los investigadores estaban muy interesados en saber cómo y cuándo duermen. Porque el sueño es necesario para cualquier organismo, y hacerlo en vuelo resulta complejo, y peligrosos.

Al final todas las respuestas están hiladas. Como ya se sospechaba, estas aves emplean corrientes térmicas de aire para mantenerse en vuelo. Gracias a sus enormes alas, aprovechan las corrientes de aire que suben para elevarse rápidamente, y después planean a lo largo de kilómetros. Cientos de kilómetros en algunos casos.

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Y aprovechan para dormir precisamente cuando están subiendo. Más que dormir, se “echan una siesta”. Entran en una fase de sueño profundo que dura apenas minutos, un cuarto de hora a lo sumo. Pero parece que les basta.

Igual que les basta la comida que ya tienen. El gasto energético de vuelo, la cantidad de alimento que consumen en batir las alas, es mínimo. En los dos meses que puede llegar a durar su migración apenas mueven las alas. Bueno, sí las mueven, pero más para colocarlas y aprovechar mejor las corrientes que para impulsarse.

Dicho así, todo parece muy sencillo y elegante. Tal vez, incluso demasiado. Y es cierto, suena demasiado bonito. Primero, porque no hemos comentado un hecho importante: al aprovechar las corrientes, “dan un rodeo” para llegar a su destino. Las corrientes de convección del Ecuador, que son las que aprovechan, no forman una línea recta. Son más bien “círculos” o espirales, y las fragatas van pasando de una a otra.

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Pero lo más sorprendente es el segundo factor. Al aprovechar las corrientes, las aves se elevan… y mucho. En algunos casos llegan a alcanzar 3.000 metros de altitud, por encima de la línea de nubes. Claro, desde ahí tienen más altura para planear, pero también tienen que contrarrestar un factor importante: el frío

Y esto es lo único para lo que los investigadores aún no han encontrado respuesta. Porque el plumaje de las fragatas no está pensado para suportar temperaturas tan bajas. Así que la solución tendría que pasar por aumentar la temperatura del cuerpo, pero tampoco lo hacen. La respuesta esperan encontrarla en futuros estudios.

Crédito de la imagen superior: dos hembras de fragata común posándose junto a un juvenil. © A. Prudor / CNRS CEBC