La disputa entre dos equipos rivales de carreras de carros que estuvo a punto de acabar con el Imperio Bizantino

Una disputa entre dos equipos rivales de carreras de carros que estuvo a punto de acabar con el Imperio Bizantino (imagen vía Wikimedia commons)
Una disputa entre dos equipos rivales de carreras de carros que estuvo a punto de acabar con el Imperio Bizantino (imagen vía Wikimedia commons)

En el año 532, dos siglos después de crearse el Imperio Bizantino como parte en Oriente del Imperio Romano, tuvo lugar un curioso hecho que estuvo a punto de hacer tambalear el reinado del emperador Justiniano I.

Por aquel entonces el evento deportivo por antonomasia eran las carreras de carros. Una tradición que llevaba varios siglos celebrándose y que alcanzó tanta fama que acabó relegando a un segundo puesto la popularidad de los combates entre gladiadores.

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Si tuviéramos que medir el impacto que tenía entre los seguidores podríamos perfectamente compararla con la afición que existe actualmente hacia el fútbol.

El hipódromo de Constantinopla, capital del imperio y considerada en su época como la metrópoli más grande del mundo, fue durante los siglos V y VI el centro social de la ciudad, reuniéndose en aquel lugar varias decenas de miles de ciudadanos que disfrutaban de largas jornadas de carreras.

Dichas carreras de carros eran disputadas por varios aurigas (nombre que recibían los conductores de los carros) y se dividían en dos equipos que eran distinguidos por el color de las ropas que vestían: los ‘verdes’ y los ‘azules’.

Era tal la rivalidad que existía entre ambos equipos que, como si de un derbi futbolístico de hoy en día se tratara, sus aficiones estaban enfrentadas y se odiaban a muerte. Esto propició que fueran numerosas las ocasiones en las que los enfrentamientos entre aficionados se llegara a las manos e incluso provocara varias decenas de muertes cada vez que tenía lugar una de esas carreras.

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Pero por aquel entonces no solo les separaba o enfrentaba los colores de sus respectivos equipos, sino que el trasfondo era político, social y religioso: los aficionados azules eran mayoritariamente personas pertenecientes a la aristocracia y que profesaban la fe cristiana, mientras los verdes era formado por pequeños burgueses y comerciantes que creían en el ‘monofisismo’ (creencia que sostiene que Jesús tan sólo está presente en la naturaleza divina y no en la humana).

El 13 de enero del 532 la rivalidad entre ambos bandos era máxima. La última carrera de caballos se había saldado con un elevado número de fallecidos y varios los detenidos. Los aficionados acudieron al hipódromo de Constantinopla en medio de una gran tensión, motivo por el que Justiniano I ordenó aumentar la seguridad y reprimir cualquier altercado que se produjera.

Pintura de Jean Baptiste van Mour del siglo XVII sobre el hipódromo de Constantinopla y el palacio del emperador a la izquierda (imagen vía Wikimedia commons)
Pintura de Jean Baptiste van Mour del siglo XVII sobre el hipódromo de Constantinopla y el palacio del emperador a la izquierda (imagen vía Wikimedia commons)

El hipódromo se encontraba junto al palacio del emperador y éste, para evitar represalias contra él, decidió quedarse en él y presenciar las carreras desde allí.

Comenzaron a las carreras de carros y los aficionados de ambos equipos iban gritando sus propias consignas animando unos a los azules y otros a los verdes. Pero hubo un momento en el que comprendieron que tenían un enemigo común y este no era otro que el propio Justiniano. Muchos habían sido los opositores del régimen que aprovecharon aquella crispación para transmitir consignas políticas contra el emperador.

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Hacia el final del día, cuando ya se llevaban disputadas 22 carreras un clamor popular llamó a asaltar el palacio del emperador, al grito unísono de ‘¡Niká!’ (cuyo significado en griego era ‘¡Victoria!’), sitiando los alrededores y provocando numerosos incendios y desperfectos. Todos

Hasta hacía relativamente poco tiempo, los seguidores azules habían sido afines a las políticas de Justiniano, pero el emperador no sabía por qué pero en aquella revuelta se habían unido a la oposición y además apoyaban a un candidato verde llamado Hipatio y a quien querían coronar como nuevo emperador.

Justiniano temió por su integridad y estuvo a punto de huir, algo que evitó su esposa que lo convenció para que diera un golpe de efecto maestro: cogió a un hombre de su confianza (un eunuco llamado Narses y le dio junto a un bolsa conteniendo monedas de oro unas instrucciones, debía repartirlas entre los líderes de los azules con la condición de que éstos abandonaran la revuelta.

Y así lo hizo. Les convenció de que Justiniano siempre les había apoyado y que el supuesto líder que querían nombrar nuevo emperador (Hipatio) era un verde, o lo que era lo mismo, un representante del equipo enemigo.

Tras abandonar los líderes de los azules el hipódromo de Constantinopla y ante la perplejidad de los rebeldes verdes, Justiniano mandó asaltar aquel lugar a su ejército, provocando una auténtica masacre que acabó con la vida de alrededor de treinta mil personas.

Así fue como se puso fin a la conocida como revuelta de Niká, que comenzó por una disputa entre dos equipos rivales de carreras de carros y que estuvo a punto de acabar con el Imperio Bizantino de Justiniano I.

Fuentes de las imágenes: Wikimedia commons

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