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La curiosa causa por la que se acabó la moda de las faldas voluminosas y los corsés: combatir la tuberculosis

Durante la Era Victoriana (segunda mitad del siglo XIX) se puso muy de moda entre las mujeres de la aristocracia el vestir con unas voluminosas faldas e ir embutidas en unos ceñidísimos corsés.

La curiosa causa por la que se acabó la moda de las faldas voluminosas y los corsés: combatir la tuberculosis (imagen vía pixabay)
La curiosa causa por la que se acabó la moda de las faldas voluminosas y los corsés: combatir la tuberculosis (imagen vía pixabay)

Pero de la noche a la mañana, coincidiendo con la entrada en el siglo XX, una serie de advertencias médicas ayudaron a que dicha vestimenta cambiase radicalmente y los vestidos dejasen de ser tan abultados por la parte de la falda y se cambiara los corsés por otros ceñidores de la figura que no estrangulasen el torso de las mujeres.

¿El motivo?… se había llegado a la conclusión de que la transmisión de una de las enfermedades más contagiosas que existían y más vidas se había cobrado (la tuberculosis) era llevadas hasta los hogares por culpa de las voluminosas faldas, las cuales arrastraban toda la porquería que había en el suelo.

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Una vez caía enferma la portadora de ese vestido, su salud no mejoraba (a pesar de que se pudiera estar medicando) a causa de tener el torso comprimido (cabe destacar que la tuberculosis ataca principal y directamente a los pulmones).

Al menos esta fue la conclusión a la que llegaron los facultativos médicos de finales de 1800, en un momento en el que ya se empezaba a conocer los motivos por los cuales se producían los contagios por tuberculosis gracias al descubrimiento del bacilo que lo provocaba por parte del médico alemán Robert Koch en 1882.

Hasta entonces muchas habían sido las hipótesis sobre las posibles causas de esa mortal enfermedad, la cual, a través de los años, había recibido múltiples nombres: peste blanca, consunción, tisis, mal del rey, plaga blanca

Infinidad han sido los personajes célebres que a lo largo de la Historia han fallecido a causa de la tuberculosis y entre los que perecieron en el siglo XIX podemos encontrar al rey Alfonso XII de España (1885), Anna Kingsford (1888), Gustavo Adolfo Bécquer (1870), Emily Brontë (1848), Frédéric Chopin (1849), Marie Duplessis (1847), Napoleón II Bonaparte (1832), Amanda Röntgen-Maier (1894) y un largo etcétera.

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Durante la mencionada Era Victoriana muchos fueron los autores de la época que, ante el desconocimiento sobre cómo y por qué se producía la tuberculosis, quisieron darle un aire romántico a la enfermedad, estando muy vinculada durante un tiempo al mal de amores, los desengaños o la tristeza ocasionada por una infidelidad o abandono.

Incluso se tuvo el convencimiento que uno de los momentos de mayor belleza de una persona y el punto álgido de su creatividad se encontraba en los momentos (días) más críticos de la enfermedad, cuando ya se convertía en incurable.

Esa belleza sublime que lucían las enfermas de tuberculosis fue también lo que provocó que fuesen muchas las mujeres que, sin padecer dicha enfermedad, quisiesen imitar los síntomas físicos de ésta, ayunando en exceso para tener una delgadez extrema, además de coger anemia con el fin de que la tez de sus rostros palideciese como el de las tuberculosas.

Finalmente, hacia finales del siglo XIX, y con algo más de cordura (gracias a la divulgación que los científicos de la época pudieron hacer) se convenció a la población para que cambiasen muchos de sus insalubres hábitos, entre ellos el imitar el aspecto de quienes padecían tuberculosis y dejar atrás la moda de ir encorsetadas y vestir voluminosas faldas.

Fuente de la imagen: pixabay

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