La cocinera envenenadora que se convirtió en la mayor asesina en serie de la Francia del siglo XIX

Según algunas crónicas que existen de la época (recién iniciada la década de 1850), Hélène Jégado durante su juventud tuvo una ‘cara angelical’, como si no hubiese roto un plato en su vida y, sin embargo, se la considera como la mayor asesina en serie de la Francia del siglo XIX. Las pocas ilustraciones que existen de ella, publicadas por la prensa durante el juicio, no muestran su mencionada cara angelical, aunque en el Museo de Bretaña (en la población de Rennes) se exhibe la máscara mortuoria, que sacaron a esta criminal tras ejecutarla en la guillotina el 26 de febrero de 1852, y los rasgos de su rostro apenas se parecen con esas ilustraciones.

La cocinera envenenadora que se convirtió en la mayor asesina en serie de la Francia del siglo XIX (imagen vía Wikimedia commons)
La cocinera envenenadora que se convirtió en la mayor asesina en serie de la Francia del siglo XIX (imagen vía Wikimedia commons)

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Hélène Jégado nació en el seno de una familia humilde el 18 de junio de 1803 en la población bretona de Plouhinec (en el Oeste de Francia). A los siete años de edad, tras quedar huérfana de madre y ante la posibilidad de vivir con su progenitor (quien era un alcohólico violento), fue enviada junto a su hermana Anne, al cuidado de unas tías suyas que trabajaban como sirvientas para un religioso en la cercana población de Bubry. Desde muy temprana edad la pusieron a realizar trabajos domésticos, aprendiendo el oficio de cocinera que ejercería durante el resto de su vida.

Era una época de poca salubridad y muy común el que las personas enfermasen y muriesen repentinamente. Y esto es lo que empezó a ocurrir alrededor de Hélène, quien fue incluso tachada de gafe y de la que decían que llevaba la muerte con ella. Pero todo ello eran pensamientos que se tenía a nivel de superstición (muy común en la época y región) y no como creencia de que la joven sirvienta tuviese alguna relación directa con los fallecimientos.

Entre las primeras muertes que se produjeron a su alrededor están la de una tía suya, varios miembros de la rectoría donde vivían y la de su propia hermana Anne. Nunca se pudo determinar si Hélène tuvo algo que ver con esas muertes, pero décadas después (tras descubrirse sus múltiples crímenes por envenenamiento con arsénico) se ataron cabos y se le adjudicó también a ella.

Con 24 años de edad fue enviada, con otra de sus tías, a trabajar como cocinera para otro sacerdote, esta vez en la población de Guern y en poco más de tres meses siete fueron las personas del entorno del religioso que fallecieron (incluido éste). Los médicos de la época lo achacaron a la epidemia de cólera que se padecía por aquella época en la región.

Hélène fue cambiando de población, yendo a trabajar a media docena diferente y en todas iba dejando un reguero de muertes y personas que enfermaban gravemente, no ocurriéndosele a nadie el relacionar dichos acontecimientos con la cocinera y nunca se practicó una autopsia a los fallecidos.

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Parece ser que a Hélène, además de asesinar, también padecía de cleptomanía y le gustaba sustraer alguna cosa de vez en cuando, pero si era descubierta por alguien o amenazada de que la iban a denunciar entonces era cuando decidía encargarse de esa persona echándole arsénico en la comida (normalmente en la sopa e incluso en algún pastel).

No fue hasta 1851 cuando fueron descubiertos sus crímenes. Por aquel entonces trabajaba en el domicilio de un importante profesor universitario de Rennes y los fallecimientos de varias de las personas que allí vivían (tanto del servicio como familiares del catedrático) hicieron sospechar a éste y solicitó que se les practicara la autopsia, determinándose que habían muerto envenenadas por arsénico. Cuando la policía fue a interrogar a Hélène esta contestó que era inocente, sin que todavía los agentes le hubiesen preguntado nada ni dicho el motivo del interrogatorio, por lo que todas las sospechas recayeron sobre ella y tras una ardua investigación se concluyó que era la responsable de esos crímenes, siendo arrestada y llevada al calabozo.

El juicio comenzó el 6 de diciembre de 1851, pero, a pesar de que tenía todos los ingredientes para convertirse en una de las noticias del siglo, pasó prácticamente desapercibido ya que la prensa se ocupó durante aquellos días de informar del Golpe de Estado que había tenido lugar en Francia cuatro días antes de iniciarse el proceso que juzgaba a Hélène Jégado.

En el mismo se pudo determinar que los asesinatos por envenenamiento ascendían a una treintena (y con los años se llegó a concluir que en realidad estarían alrededor de las 80 muertes). Tras una semana de juicio, el 14 de diciembre la sentencia encontraba culpable a Hélène (tenía en aquel momento 48 años de edad) y la condenaba a morir ejecutada en la guillotina.

Tras la ejecución (el 26 de febrero de 1852) se le practicó la autopsia, sobre todo de su cerebro, para poder investigar científicamente cómo era la masa encefálica de esa pervertida mente asesina. Fue entonces cuando se le realizó la mencionada máscara mortuoria que puede contemplarse en el Museo de Bretaña de Rennes.

Máscara mortuoria de Hélène Jégado expuesta en el Museo de Bretaña de Rennes (imagen vía wiki-rennes)
Máscara mortuoria de Hélène Jégado expuesta en el Museo de Bretaña de Rennes (imagen vía wiki-rennes)

Fuentes de consulta e imágenes: executedtoday / Wikipedia / matase / murderpedia / Wiki-rennes / Wikimedia commons

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