Así fue como el líder de Brasil construyó el mito de las elecciones robadas
Durante cuatro años, el presidente Jair Bolsonaro ha atacado el sistema electoral brasileño.
Una de sus denuncias ha sido que supuestos patrones en los resultados electorales se deben a que hubo un fraude.
En varias ocasiones ha dicho que los funcionarios electorales cuentan los votos en secreto y sugirió que tal vez manipulan los resultados.
También declaró que sospechaba que los hackers habían tratado de robarle la elección presidencial en 2018, sin tener éxito.
Según los funcionarios electorales brasileños, las agencias que certifican datos y los expertos independientes en seguridad electoral que han estudiado el sistema electrónico para votar del país, esas denuncias son falsas.
Sin embargo, en discursos, entrevistas y cientos de publicaciones en las redes sociales, el presidente ha repetido de manera metódica y continua esas y muchas otras denuncias infundadas sobre el sistema electoral del país.
El resultado ha sido una campaña de varios años que ha debilitado la fe de millones de brasileños en las elecciones que sustentan una de las democracias más grandes del mundo. En una encuesta que se llevó a cabo este mes, 3 de cada 4 seguidores de Bolsonaro dijeron que tenían poca o ninguna confianza en las máquinas para votar de su país.
Ahora, Brasil se prepara para la agitación. A pesar de que Bolsonaro lleva años haciendo advertencias sobre el fraude electoral, nunca ha perdido unas elecciones en sus treinta años en la política. No obstante, en la contienda por la presidencia del domingo, podría enfrentar la derrota.
Y ha sugerido que no la aceptará.
The New York Times revisó cientos de horas de entrevistas, discursos y transmisiones en directo semanales de Bolsonaro, así como miles de publicaciones suyas en las redes sociales para trazar un mapa de sus esfuerzos durante ocho años por criticar o cuestionar el sistema electoral.
La imagen resultante muestra a un líder electo, primero como diputado y luego como presidente, que ha construido una narrativa de elecciones fraudulentas basada en inexactitudes, informes fuera de contexto, pruebas circunstanciales, teorías conspirativas y falsedades totales, de manera muy similar al expresidente Donald Trump.
Sus pruebas se han centrado en supuestas anormalidades en el proceso de votación y en los resultados, muchas veces anónimas, y ha enmarcado escenarios hipotéticos de fraude como mucho más probables de lo que son.
A medida que Bolsonaro ha adquirido poder y fama, sus denuncias han sido amplificadas por miembros del Congreso brasileño, críticos conservadores y sus hijos adultos, así como por una red más extensa de desinformadores profesionales, según el análisis del Times, que también analizó una base de datos de transmisiones en directo compiladas por la revista brasileña Piauí.
A pesar de sus denuncias, no se han encontrado pruebas de fraude en las máquinas para votar desde que comenzaron a usarse en el país en 1996, según expertos independientes, funcionarios electorales nacionales y gobiernos extranjeros, incluido Estados Unidos.
Por el contrario, las máquinas han contribuido a eliminar el fraude electoral que antaño asolaba las elecciones brasileñas, en la época en que se usaban boletas electorales.
Pero el sistema es único. Brasil es el único país del mundo que recaba y cuenta los votos solamente de manera digital, sin respaldo en papel.
Bolsonaro ha aprovechado esa característica para decir que es un gran defecto y argumenta que, sin ningún respaldo, nunca se puede estar seguro de que cada voto se cuente correctamente.
Los expertos en seguridad electoral dicen que las múltiples capas de seguridad evitan el fraude y los errores. Los funcionarios prueban cientos de máquinas el día de las elecciones para asegurarse de que registran los votos de manera correcta. Cada casilla electoral publica el recuento de los votos y se asegura de que coincide con el recuento nacional. Expertos externos inspeccionan parte del código fuente del software de las máquinas. La mayoría de los votantes utilizan sus huellas dactilares para desbloquear las máquinas, mientras que otros presentan una identificación con fotografía a los funcionarios de casilla. Y las máquinas no están conectadas a internet, lo que reduce de manera considerable las posibilidades de hackeo.
Bolsonaro comenzó a criticar las máquinas para votar cuando aún era diputado, justo después de las elecciones presidenciales de 2014. El candidato de centroderecha a la presidencia de ese año había disputado los resultados de una derrota y exigió una auditoría. La auditoría no mostró ningún fraude.
Para Bolsonaro, eso no fue suficiente.
Bolsonaro prometió acabar con el sistema electrónico en su totalidad. En 2015, contribuyó para que el Congreso aprobara una medida para exigir copias de seguridad en papel. Pero el Supremo Tribunal Federal vetó el cambio, con el argumento de que violaría el derecho de los ciudadanos de que el voto es secreto.
Bolsonaro alegó que la decisión era una prueba de que la clase política dominante protegía un sistema vulnerable para ayudar a la izquierda a amañar la siguiente elección. En esa elección, en 2018, Bolsonaro contendió a la presidencia. En aquel momento, sugirió que los resultados electorales no eran de fiar debido a las máquinas para votar.
Luego, ganó.
A pesar de eso, continuó alegando que había habido fraude. Sin pruebas, argumentó que la elección había ido a una segunda vuelta solo porque la izquierda había robado votos. En su opinión, si los resultados hubieran sido limpios, habría ganado en la primera vuelta.
Ya en la presidencia, continuó con las denuncias infundadas de fraude. A menudo se basa en rumores y, como prueba de que algo anda mal, presenta informes anónimos de irregularidades en el proceso electoral.
En julio de 2021, ya como presidente, anunció que mostraría pruebas definitivas de que el sistema estaba plagado de fraudes. En lugar de hacerlo, volvió a señalar una serie de supuestas aberraciones en una transmisión en directo de dos horas en las redes sociales.
Este año, incluyó al Ejército brasileño en su lucha, puesto que dijo que este se aseguraría de que la votación fuera segura. Las fuerzas armadas analizaron el sistema y propusieron una serie de cambios menores. En respuesta, los funcionarios electorales ajustaron la manera en la que planeaban poner a prueba las máquinas el día de las elecciones. Desde entonces, el Ejército ha sugerido que está conforme con el sistema.
A pesar de ello, semanas antes de la primera ronda electoral de este mes, Bolsonaro siguió manifestando sus sospechas.
El 2 de octubre, obtuvo el 43 por ciento de los votos, y quedó detrás de su contrincante, el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, por 6 millones de votos, un resultado mucho mejor de lo que predecían las encuestas.
Pero días después, sin aportar ninguna prueba, sugirió que había habido fraude.
© 2022 The New York Times Company