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Kayla Harrison sufrió abusos sexuales de niña, ahora es luz para otras pequeñas en su situación

La luchadora Kayla Harrison se prepara para un combate de artes marciales mixtas (MMA) de la PFL.

Kayla Harrison (Ohio, 1990) es una mujer imponente. Fuerte, con presencia, 1.73 de altura y 70 kilos. Doble medallista olímpica de judo y campeona de artes marciales mixtas (MMA) en la compañía PFL. Alguien con quien nadie querría tener problemas. Al menos ahora, pues siendo sólo una niña sufrió abusos sexuales por parte de su entrenador. Algo que marcó su vida, pero que actualmente la sirve como motivación para cambiar el mundo… no sin dolor.

“El abuso sexual es una herida que se queda abierta toda la vida”. Así lo explica Kayla Harrison, sin paños calientes y con una entereza que no ha conseguido de un día para otro. “No puedo creer que la sociedad no esté educada al respecto de este asunto. Da la sensación de que a nadie le importan las víctimas”. Todo lo contrario que lo que pretende hacer ella desde una posición privilegiada.

“La lucha me da la oportunidad de cambiar el mundo. Recibir un mensaje de una niña que dice que fue violada, que lucha por levantarse de la cama y que mi libro le dio esperanza lo es todo para mí. Hace que todo valga la pena. Libraré mil batallas si puedo cambiar la vida de mil personas”, explicó Harrison en una entrevista para la BBC.

Con sólo 16 primaveras confesó que su entrenador había abusado de ella durante seis años. La justicia cumplió y acabó entre rejas después de que su madre le denunciase. Fue entonces cuando Kayla comenzó a vivir de nuevo, liberándose poco a poco de esa carga que la lastraba mentalmente. Aunque antes de todo eso hubo mucha, muchísima, oscuridad. “Cuando era una adolescente, tuve tendencias suicidas. No quería vivir. Llegué a un punto en el que me escaparía de casa, me suicidaría o diría algo”. Afortunadamente se decantó por la tercera opción.

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“Cuando abusan sexualmente de ti, cuando estás pasando por cualquier dificultad en tu vida, es muy difícil ver la luz al final del túnel. Toqué fondo, no me importaba hacer judo. No quería vivir más”, relató Harrison. Años más tarde consiguió la medalla de oro en Londres 2012 y Río 2016, para en 2018 dar el salto a las MMA, siguiendo los pasos de su compañera de entrenamientos y primera mujer campeona de la UFC Ronda Rousey. La lucha, el pelear, la convirtió en la mujer que es hoy en día.

“Ganar una medalla de oro para tu país es increíble, pero es algo muy egoísta. Marcar la diferencia en este mundo, para tener un impacto positivo, eso es realmente mi mayor logro”, admitió la luchadora. En la actualidad, Kayla Harrison está invicta en las MMA, con un récord de 13-0. Además, a lo largo de su carrera dentro de la jaula ha ganado dos veces el campeonato del millón de dólares de la Professional Fighters League (PFL).

Kayla Harrison celebra su medalla de oro en Río 2016. Foto: JACK GUEZ/AFP via Getty Images
Kayla Harrison celebra su medalla de oro en Río 2016. Foto: JACK GUEZ/AFP via Getty Images

Sin embargo, ni todo el dinero del mundo le daría a Kayla la felicidad que sí consigue gracias a su familia. Una familia que tomó más forma que nunca cuando en 2020 consiguió la custodia de su sobrina y su sobrino cuando su padrastro murió repentinamente. “No fue hasta que me hice mayor y tuve a mis hijos cuando me di cuenta de que no tienes que ser perfecto para ser amado. Sólo debes ser tú mismo. Ahora parto desde un lugar diferente. No es desde un lugar de necesitar ser amado, de necesitar hacer esto para que todos me amen, es que hago esto porque amo. Quiero ayudar a las personas, quiero hacer que el mundo sea mejor”, se sincera la campeona.

Kayla ha encontrado la fórmula para combatir el dolor y enfrentarse a sus fantasmas del pasado con el amor como mejor arma. Y es que lejos de dejarse llevar por el odio o canalizarlo dentro de la jaula mediante la violencia consentida por las reglas de las MMA, Harrison ha reciclado su pasado y lo ha convertido en una enseñanza más que en una condena. “No siento pena de mi misma ni me compadezco. Estoy agradecida porque creo que todo pasa por una razón, y por eso pienso que no sería lo que soy hoy en día si no hubiese pasado por todo lo que pasé. No sería la persona que soy, la luchadora que soy, la superviviente que soy, la madre que soy… No sería Kayla si no hubiese pasado por todo aquello. No podría cambiar el mundo de la forma que quiero hacerlo si no me hubiese pasado todo eso”.

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