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Con Kamala Harris, la flor y nata de San Francisco se anota otro tanto

San Francisco (EE.UU.), 13 ago (EFE).- Las mansiones de Pacific Heights, con vistas al mar, no bajan de los 5 millones de dólares y en ellas se han cocinado durante décadas las carreras políticas de la plana mayor del Partido Demócrata californiano: gobernadores, senadores y la ahora flamante virtual candidata a la Vicepresidencia de EE.UU., Kamala Harris.

Se trata de uno de los barrios más lujosos de San Francisco, entre la brisa de la Marina y el verde espeso del Presidio, y aunque Harris, de origen más humilde al otro lado de la Bahía, nunca ha vivido en él, este ha tenido una importancia determinante en el lanzamiento y auge de su vida política.

"Yo llevo años esperando que me nombren senadora, a ver si esta vez me toca", bromea con Efe Claudia, una mujer de mediana edad residente en Pacific Heights y que este miércoles había salido a correr como tantos de sus vecinos bajo un sol espléndido en las cuidadosamente ajardinadas e icónicas escaleras de la calle Lyon, desde lo alto de las cuales se goza de una de las mejores vistas de la ciudad.

Aunque el tono es de broma, su comentario no carece de base: el actual gobernador de California y su predecesor, las dos actuales senadoras del estado (de las que Harris es una de ellas) y la congresista por San Francisco y presidenta de la Cámara de Representantes de EE.UU., Nancy Pelosi, tienen fuertes vínculos con el barrio.

Tan fuertes que todos ellos, salvo Harris, tienen o han tenido una casa en él y todos sin excepción han pasado incontables horas en cenas, recepciones y otros eventos recaudatorios en sus opulentas mansiones.

En el caso concreto de la senadora, elegida esta semana por Joe Biden como aspirante del Partido Demócrata a la Vicepresidencia de EE.UU., Pacific Heights fue su puerta de acceso en los noventa y principios de los 2000 a la élite de la ciudad y del partido, una atmósfera de la que hasta entonces había permanecido completamente al margen.

Sharon Owsley, una de las caras más reconocidas de la alta sociedad sanfranciscana y, por supuesto, vecina de Pacific Heights, explicó el año pasado en una entrevista con la revista The New Yorker que en San Francisco hay un selecto grupo de gente que socializa entre sí y apoya financieramente la ópera, el ballet y las artes.

"Entrar en este grupo no depende de si tienes dinero, sino de tus atributos, de si eres listo. Ese fue el atractivo de Kamala, que podía meterse en el bolsillo habitaciones enteras", recordó la viuda del que en su momento fue uno de los cirujanos plásticos más prestigiosos de EE.UU.

El adinerado barrio también funciona como metáfora de las contradicciones que han acompañado a Harris a lo largo de su exitosa carrera política: símbolo de superación y lucha contra el status quo por su condición de mujer, negra, hija de inmigrantes y de orígenes relativamente humildes, pero a su vez, representante del establishment, dura como fiscal general y voz de la ley y el orden.

Este aspecto de su carrera, que le ha valido y le sigue valiendo numerosas críticas por parte de los sectores más progresistas del Partido Demócrata, se explica en gran medida por sus conexiones con Pacific Heights, donde debía ganarse a unos donantes que, aunque se consideran a sí mismos de izquierdas, quieren que sus candidatos les garanticen que las normas se van a cumplir.

En la esquina de las calles Broderick y Vallejo, uno de los puntos de acceso al barrio, y frente a una hilera de casas que emulan el estilo de las villas italianas, cuelga una señal que no resulta habitual en otras zonas menos acomodadas de San Francisco: "Área vigilada por la comunidad. Se avisará a la Policía de actividades sospechosas".

En los Estados Unidos post-George Floyd, en que para una parte del Progresismo llamar a la Policía es en sí mismo un acto racista, Kamala Harris representa al Partido Demócrata del aparato, de los donantes ricachones de Pacific Heights que lanzan entusiasmados carreras políticas siempre que se comprometan a garantizar que se les molestará lo menos posible.

(c) Agencia EFE