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Julión Álvarez y la tiranía de Spotify que nos hizo olvidar la belleza de la música

Julión Álvarez durante una presentación. (Medios y Media/Getty Images)
Julión Álvarez durante una presentación. (Medios y Media/Getty Images)

Julión Álvarez ha sido borrado de la lista negra de la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC). Por fin, el anhelado día que el cantante y sus fans esperaban llegó, luego de que en 2017 se le vinculara con el Cártel de Sinaloa como presunto colaborador en un esquema de lavado de dinero. Durante ese tiempo, Julión fue borrado de Spotify y sus millones de escuchas lo echaron bastante de menos.

Porque hoy en día parece que un artista no existe si no está en Spotify, pero vale la pena recordar cuando todo era diferente. Hoy podemos saciarnos de nuestra canción favorita en cuestión de horas, pues la podemos repetir una y otra vez hasta el cansancio y, entonces, lo que era una joya de colección nos parece la más mundana de las composiciones. Y cómo no, después de treinta reproducciones consecutivas.

¿Cómo explicar la alegría instantánea de escuchar nuestra canción favorita en la radio? Cuando eso pasaba, la concentración de nuestro sentido auditivo llegaba a límites insospechados, y todo para disfrutar segundo a segundo el tema que traía a nuestra dopamina disparada por los cielos. Ya en la segunda mitad del tema era inevitable sentir ese piquete de nostalgia porque la canción se enfilaba a su fin y el único consuelo que quedaba era rezar para que los programadores de la estación de radio pronto tuvieran la generosidad de ponerla de nuevo.

Spotify ha cambiado la forma de consumir música. (Getty Images)
Spotify ha cambiado la forma de consumir música. (Getty Images)

Aunque, en defensa de la vigencia de esa tradición, se puede decir que las personas siguen pidiendo canciones a la radio hoy en día. Las llamadas, seguramente, entran por montón en las estaciones radiales incluso en esta época, en la que todo está al alcance de un clic: la magia de la complacencia todavía radial no puede ser eclipsada por la inmediatez ni por los trucos que usan los algoritmos para decirnos qué es lo que deberíamos escuchar.

Y es que, ojo, quizá nuestros gustos no son tan nuestros como pensamos, porque el asunto no solo radica en que las plataformas nos llenen la cabeza con sus éxitos forzados que después haremos nuestros. Si lo vemos con un poco de perspectiva, algo hay de fetichismo en ponderar a Spotify y compañía como los epicentros de la música: ¿no podemos escuchar canciones de varias formas más?

Desde luego que sí, pero el listado que nos muestra Spotify al final del año diciéndonos cuáles fueron las canciones que más escuchamos queda muy bien para historia de Instagram y nos hace despreciar cualquier otro método de degustación musical.

Los discos compactos fueron un método infalible para distribuir música. (Getty Images)
Los discos compactos fueron un método infalible para distribuir música. (Getty Images)

Si de gustos genuinos hablamos, nada como lo de antes. Lo de esperar pacientemente en la radio, y lo de comprar discos piratas que se rayaban a la tercera vuelta pero que cumplían con su función de entretenimiento módico y reciclable. Después llegaron los discos con formatos en MP3, una auténtica bendición de la ciencia: toda la discografía de la Banda el Recodo en un disco de 15 pesos. ¿Qué más se le podía pedir a la vida?

Claro que antes del Internet (o del Internet que conocemos hoy en día, mejor dicho) también había otro tipo de tácticas muy eficientes cuando de recopilar canciones se trataba: ¿quién no grabó en su primer celular con funciones básicas el audio de un video musical emitido en televisión? La plegaria para invocar un video en un canal de música se hermanaba con la que usábamos para la radio, pero una vez que la canción estaba guardada ya no había pierde: era nuestra y, aunque se escuchaba bastante mal, nadie podía negar el ingenio empleado en tan sofisticada maniobra.

Los cassette que muchos conocimos, pero ahora parecen milenarios. (Getty Images)
Los cassette que muchos conocimos, pero ahora parecen milenarios. (Getty Images)

Claro que nuestro abuelos y padres nos contaron historias de discos de vinilos y de casetes con doble lado, pero todas las historias que implican a la música tienen un sentido común que no ha perdido todavía: las ganas de escuchar música y punto. Digo todavía porque quién sabe lo que nos depare el mañana: si hay gente celebrando que podrá escuchar en Spotify al cantante al que de todas formas ha podido escuchar en cualquier otro lugar durante estos cinco años.

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