Juan Fabila, el medallista mexicano vivo más antiguo que salvó a México con sus puños

Juan Fabila, el medallista mexicano vivo más antiguo. Ahora entrena promesas en su gimnasio de boxeo en la Ciudad de México. / Foto: Yahoo Deportes
Juan Fabila, el medallista mexicano vivo más antiguo. Ahora entrena promesas en su gimnasio de boxeo en la Ciudad de México. / Foto: Yahoo Deportes

La trayectoria del boxeador Juan Fabila tiene dos particularidades: con la inesperada medalla de bronce que ganó en los Olímpicos de Tokio 1964 salvó la expedición mexicana en esos Juegos y hoy es el medallista mexicano vivo más antiguo, un honor que comparte con orgullo.

La medalla olímpica y la fama en su su época, no le arrebataron la sencillez a Fabila, quien sigue enamorado del boxeo y comparte en su gimnasio los secretos que lo llevaron a la gloria.

Él es la historia viva más elocuente de cuando un equipo olímpico incursionó en Tokio y en donde solo el boxeo (-54kg), un deporte casi de naturaleza mexicana, fue capaz de llegar al podio con los sorpresivos puños.

“Me cambió la vida ser el único medallista de esos Juegos, me volví famoso. Si no hubiera sido medallista, sería carnicero”, ironiza Fabila mientras recorre el gimnasio que lleva su nombre, ubicado al sur de la Ciudad de México. “Mi papá fue carnicero, mi hermano mayor también lo fue y ahí trabajamos todos los hermanos, ahora ya ni carnicería tengo y me dedico al boxeo”.

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Su ironía tiene una historia familiar. El padre de Juan Fabila fue boxeador amateur, dicen que de buenas condiciones, pero las obligaciones familiares lo llevaron a dejar el pugilismo por un oficio que le garantizara dinero y sustento a su esposa e hijos. Así se convirtió en carnicero. En sus tiempos libres platicaba a sus hijos sus historias arriba del ring, y el más pequeño, Juan, era el más interesado.

Además de las leyendas familiares, Juan Fabila tenía un poder natural en los puños, una potencia que incluso le generaba pleitos constantes en la colonia y en sus escuelas. “Me levantaba, me persignaba y le pedía a dios que no me fueran a matar. Como yo tenía cara de escuincle venía cualquiera y creía que me podía parar de cabeza, pero no era tan fácil.

En el ministerio público me decían que me cambiara de casa, que me iban a matar”, recuerda. “Me gritaban desde allá enfrente ‘Fabila, este sí te va a ganar’. Yo les decía que se fueran, pero no entendían y había que darles en la torre y al rato venía la patrulla”, narra don Juan, de recién cumplidos 77 años.

La incursión olímpica

Fabila había estado en la selección mexicana desde principio de la década de los años sesentas, intentó ir a los Juegos Centroamericanos y del Caribe de 1962 en Jamaica, pero cometió el error de comerse unos tacos, enfermó del estómago y llegó sin fuerzas a la eliminatoria nacional. Un año más tarde calificó para los Juegos Panamericanos de Sao Paulo, Brasil, pero los jueces no le favorecieron y cayó en la primera ronda. “Tuve el honor de representar a México, pero me robaron la pelea frente al norteamericano Arthur Jones. Luego me lo trajeron aquí, a la Arena México, antes de ir a Tokio, y ahí le gané”, dice Fabila.

La nueva apuesta era Tokio 1964. Juan Fabila tenía 19 años y se embarcaba en una delegación de 94 deportistas, la más grande que había llevado México en su historia olímpica y en donde había nombres como los futbolistas Ignacio Calderón, Guillermo Hernández, Carlos Albert y Raúl Arellano, o los clavadistas Álvaro Gaxiola (medallista olímpico en 1968) y Luis Niño de Rivera, el tirador Olegario Vázquez Raña, el basquetbolista Manuel Raga o el nadador Guillermo Echevarría.

El equipo de boxeo era dirigido por el entrenador argentino Bruno Alcalá, un hombre recio que no confiaba en la calidad de Juan Fabila. Pero el joven mexicano había entendido que tener la guardia arriba era indispensable en su colonia, en la vida y en esos Juegos Olímpicos.

Así lo hizo para vencer en primera ronda al iraní sadegh Ali Akbarzadeh Khoi por decisión (3-2), luego a Law Hon Pak, de Hong Kong (5-0) y encaminarse a un duro duelo de cuartos de final frente al soviético Oleg Grigoryev.

Grigoryev había sido campeón olímpico cuatro años antes en Roma 1960, el rival era complicado pero un triunfo significaba asegurar medalla porque en el boxeo se repiten dos bronces a los perdedores de la semifinal. Pocos creían en él, ni siquiera el entrenador nacional, pero Fabila sabía, desde el barrio, lo que significaba tener los momios en contra. Hizo la pelea de su vida y ganó, aseguró la única medalla que tendría México en Tokio 1964.

Juan se sentía dueño del mundo, orgullo porque había asegurado la medalla que le había prometido a su padre. En la semifinal cayó frente al coreano Jong Sing-Jo (4-1) y se tuvo que conformar con el tercer lugar, pero el resultado mantuvo la racha, que venía desde París 1924, de que México siempre ganaba al menos una presea olímpica.

Regresó a México y fue tratado como héroe, un desfile para recibirlo en casa y la fama eterna de convertirse en un personaje público. Adiós al anonimato y vinieron nuevos retos, pero a la hora de contar su éxito al otro lado del mundo, recibió reclamos del entrenador Alcalá. “Me decía ‘¿Por qué no hablas de mí?’ y yo le contestaba que yo fui el que había peleado, no él. Yo le decía que antes de estar con él, yo había sido boxeador y campeón de campeones en México, había tenido otros entrenadores”, recuerda.

El nuevo reto

Tras convertirse en el tercer boxeador mexicano en subir al podio olímpico (detrás de la plata de Francisco Cabañas en Los Ángeles 1932 y el bronce de Fidel Ortíz en 1936), Fabila intentó una carrera profesional que resultó breve, y también puso su gimnasio, que hasta ahora continua vigente para formar a nuevas generaciones de boxeadores mexicanos.

En el camino encontró en una de sus cuatro hijas a su mejor aliada. Ahora ella da las clases a los jóvenes boxeadores, y Juan Fabila ha visto como un deporte al que llegó por sus cualidades de noqueador en la calle le ha abierto las puertas también a las mujeres desde los Juegos de Londres 2012.

“Yo tuve cuatro mujeres de hijas, no tuve hombres. Todas maravillosas, no tengo queja, una de ellas entrena a boxeadores, y creo que todos tenemos derecho a hacer lo que queramos, y he visto que han puesto muy en alto el nombre de México”, afirma Fabila.

México estará representado en Tokio 2020 por tres boxeadores, un hombre (Rogelio Romero) y por primera vez en la historia mexicana habrá dos mujeres (Esmeralda Falcón y Brianda Cruz). Fabila sabe que no son favoritos, pero también que el boxeo le ha dado a México 13 medallas olímpicas (el segundo más exitoso del país, solo detrás de las 14 de los clavados).

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Recuerda que él, en el lejano 1964, tampoco tenía mucha confianza de su entorno, así que conoce el mensaje que deben recibir los nuevos exponentes mexicanos: “Es una experiencia hermosa participar en unos Juegos Olímpicos, que vayan con todo el corazón, con los pantalones bien puestos y que salgan a poner en todo lo alto el nombre de México. Sean mujeres o sean hombres, es una cosa hermosa competir por México, les digo que no escuchen a la gente porque siempre nos dicen que va a estar difícil, pero no les hagan caso”.

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