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Juan Carlos I. La caída de un rey sin corona

Con una imagen pública erosionada y la Justicia pisándole los talones, Juan Carlos I debió abandonar España, situación que propició un debate abierto sobre la vigencia de la monarquía, pese a los esfuerzos de su hijo Felipe VI por restituirle credibilidad a la Corona

La reina Sofía siempre tuvo muy claro que la Corona -a la que ha dedicado su comprometida pero sufrida vida desde 1962, cuando se convirtió en la mujer del entonces príncipe Juan Carlos- estaba por encima de todo. Supo que estaría por encima de sus sentimientos y de sus emociones, pero sobre todo de su dignidad como esposa y como mujer. Un gran esfuerzo que, a su parecer, bien valía la pena, pues era la única forma de garantizar que su hijo algún día se convirtiera en rey de España. La hija mayor de los reyes Pablo I y Federica de Grecia siempre estuvo convencida de que su silencio, su discreción y su sentido del deber allanarían el camino para ver a su hijo ocupar el trono de una de las monarquías europeas más antiguas.

Su deseo se hizo realidad cuando Felipe VI fue proclamado rey, el 19 de junio de 2014, tras la abdicación de su padre como consecuencia de una continua erosión de su imagen pública. Un deterioro que sufrió su tiro de gracia cuando salieron a la luz fotografías de él y su entrañable amiga,la empresaria alemana Corinna Larsen, cazando elefantes en Botsuana. Las lágrimas de Sofía expresaron su emoción cuando su hijo le dedicó unas palabras en el Congreso de los Diputados mientras pronunciaba el primer discurso como flamante soberano de los españoles. "Y me permitirán también, Señorías, que agradezca a mi madre, la reina Sofía, toda una vida de trabajo impecable al servicio de los españoles. Su dedicación y lealtad al rey Juan Carlos, su dignidad y sentido de la responsabilidad, son un ejemplo que merece un emocionado tributo de gratitud que hoy -como hijo y como Rey- quiero dedicarle", pronunció, profundamente emocionado, mientras todo el hemiciclo aplaudía de pie ante una reina Sofía sumamente conmovida y agradecida.

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Lo que nunca imaginó Sofía fue que el camino que ya parecía llano y recto se tornaría sinuoso y repleto de obstáculos. El primer disgusto llegó con el Caso Nóos, ese escándalo de corrupción que comenzó en 2010 y en el que fueron encausados los dirigentes del Instituto Nóos, entre ellos Iñaki Urdangarin, marido de la infanta Cristina y exduque consorte de Palma de Mallorca. Ante la sorpresa de toda España, pero sobre todo del círculo más cercano a la Casa del Rey, los cargos por los que se lo imputó al yerno de Juan Carlos I por la Fiscalía Anticorrupción fueron malversación, fraude, prevaricación, falsedad y blanqueo de capitales. El 17 de febrero de 2017, Urdangarin fue condenado a 6 años y 3 meses de cárcel, a 7 años y un mes de inhabilitación especial y a abonar una multa de poco más de quinientos mil euros. No había vuelta atrás: después de 35 años del regreso de la monarquía a España, la Corona era salpicada por la corrupción y se convertía para muchos en una institución vetusta y poco confiable. En ese escenario, Felipe se transformó no solamente en rey de España, sino en el salvador y en la única esperanza para los conservadores y los defensores de la continuidad del linaje borbónico.

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Una vez dictada la sentencia contra el marido de la infanta Cristina, los ánimos antimonárquicos se apaciguaron levemente. Y Felipe supo que era una gran oportunidad para tomar distancia de lo sucedido al sacar a su hermana y a su cuñado de la agenda oficial de la Casa del Rey. Incluso trascendió que también le habría pedido a la infanta su renuncia por carta a sus derechos sucesorios, lo cual no sucedió, pues habría implicado admitir abiertamente su falta por no haberle puesto un límite a la desmesurada e irresponsable ambición de su marido. Pero la calma después de la tormenta duró poco: en julio de 2018 La Zarzuela supo de la existencia de unas cintas con conversaciones que José Manuel Villarejo -dueño de un prontuario turbio y desde 2017 en prisión provisional, acusado de organización criminal, cohecho y blanqueo de capitales- mantuvo y grabó con Corinna Larsen en Londres, en 2015, para presionar al Estado a que no se investigasen ni sus negocios privados ni su patrimonio ni algunas de sus supuestas operaciones encubiertas mientras se desempeñaba como comisario de policía. En esas grabaciones, Larsen le cuenta a Villarejo que Álvaro de Orleans y Borbón, primo de Juan Carlos, pagaba por los vuelos privados del exmonarca y que además era su "testaferro" a través de la Fundacion Zagatka, una entidad constituida en octubre de 2003 en Liechtenstein y creada como un "fondo familiar" para necesidades personales. Pero lo más grave es que acusaba al padre de Felipe VI de tener cuentas en Suiza y haber cobrado comisiones por el tren de alta velocidad AVE en Arabia Saudita, el cual desde octubre de 2018 une La Meca con Medina, y que llevó a un consorcio de doce empresas españolas a obtener un megacontrato por más de seis mil quinientos millones de euros. A partir de ahí, la caja de Pandora se destapó. Un mes después de la revelación de los audios, Yves Bertossa, un fiscal del cantón de Ginebra, comenzó una compleja investigación judicial sobre la trama de los supuestos testaferros de Juan Carlos I. Este fiscal, que podría cambiar el curso de la historia española, también inició en secreto una investigación por delito de blanqueo de capitales que involucra no solamente a Corinna Larsen, sino también a Arturo Fasana y Dante Canónica, dos financieros suizos que conocen muy bien los vericuetos y las cuestionables bondades del andamiaje bancario.

Así, como una cachetada a la Justicia española -después de que en septiembre de 2018 diera un carpetazo argumentando que el rey Juan Carlos gozaba del privilegio de la inviolabilidad, ya que todo de lo que se lo acusaba había sucedido antes de su abdicación-, Bertossa abrió la causa P14783/2018, a la que la prensa helvética bautizó como "los papeles secretos de Ginebra". Desde su despacho en el Ministerio Público de la Route de Chancy de Ginebra, este jurista, que conoce como pocos la legislación internacional sobre blanqueo de capitales y procedimientos de evasión a paraísos fiscales, fue armando la trama de un caso que hoy tiene con el alma en un hilo a La Zarzuela y que podría abrir un nuevo capítulo en la política contemporánea de España.

Lo que muy pocos sabían es que un par de meses antes de que la Audiencia Nacional española se pronunciara para absolver a Juan Carlos sobre la tenencia de supuestas cuentas suizas, Bertossa registró las oficinas en Ginebra de Rhône Gestion, la firma de Fasana que administra los patrimonios de adinerados españoles. En su despacho encontró la documentación que acredita la existencia de la fundación panameña Lucum y la cuenta abierta a su nombre en el banco suizo Mirabaud -una entidad presidida entonces por Yves Mirabaud y especializada en la gestión de grandes patrimonios-, cuyo primer beneficiario era nada menos que Juan Carlos de Borbón y Borbón. Asimismo, descubrió que el primer depósito en esa cuenta se recibió el 8 agosto de 2008 de parte del Ministerio de Finanzas de Arabia Saudita por un monto de 100 millones de dólares y que al parecer se trataba de una donación del monarca wahabí. También advirtió que en junio de 2012, antes de cerrar la cuenta, todo el dinero fue transferido a una sucursal del banco suizo Gonet & Cie en las islas Bahamas a nombre de Corinna Larsen. Por supuesto, los abogados de la "amiga entrañable" del Rey no tardaron en aclarar que ese monto correspondía a un regalo de Juan Carlos I a su clienta.

La consecuencia de ese allanamiento fue la investigación por presunto blanqueo agravado de capitales contra los principales protagonistas del entramado financiero. Contexto en el que Corinna declaró para sorpresa de toda la opinión pública española: "(.) Me ofreció ese dinero por gratitud y por amor. Era consciente de que había hecho mucho por él y que había estado muy presente cuando le anunciaron su enfermedad (.). Juan Carlos I quería asegurar un buen futuro a mis hijos y a mí (.). Pienso que hay una última razón: que tenía todavía la esperanza de poder recuperarme". Y aunque por el despacho de Bertossa ya han pasado a declarar varias veces Larsen, Fasana, Canónica y representantes de la banca privada Mirabaud, hasta ahora el fiscal ha decidido no llamar a declarar a Juan Carlos I. Al parecer, según la opinión de algunos juristas, antes de una decisión tan mediática y valiente, Bertossa desea llegar al fondo del asunto y tener todas las cartas de esta trama sobre la mesa.

Pero como si eso fuera poco, Bertossa también investiga otros dos pagos millonarios en la misma cuenta: el primero, por un depósito de un millón novecientos mil dólares que supuestamente Juan Carlos I llevó en 2010 dentro de una maleta a la casa de Fasana cuando regresaba de un viaje de Abu Dabi y que, según la declaración del gestor financiero del Rey, le habría regalado el emir de Bahréin; el segundo, por otro depósito en la cuenta de Larsen en el banco Mirabaud por 4,6 millones de euros provenientes del Estado de Kuwait y que se realizó días después de un viaje a ese país del entonces rey de España. También indagó sobre dos casas, una en Londres y otra en la estación de esquí suiza Villars-sur-Ollon, que Corinna compró con ayuda de varios préstamos que habría recibido de Juan Carlos.

Hasta entonces todo se mantenía debajo de las alfombras de palacio. Pero el 5 de marzo de 2019, los abogados de Larsen enviaron a Jaime Alfonsín, jefe de la Casa del Rey, una carta en la que le notificaban que conocían la existencia de la fundación Lucum. Semanas más tarde, Felipe VI hacía una declaración de intenciones ante escribano por la que renunciaba a percibir cualquier derecho derivado de la herencia al morir su padre.

Casi un año después, a finales del pasado febrero, La Zarzuela volvió a poner el grito en el cielo cuando recibió un cuestionario del diario El País en el que preguntaba por la fundación Lucum y la cuenta suiza del rey Juan Carlos. Hasta ese entonces la prensa sabía poco y nada sobre los vericuetos financieros del exmonarca. Así fue como el 15 de marzo pasado, y después de que el diario británico The Telegraph publicara que Felipe VI era el segundo beneficiario de Lucum después de su padre, la Casa del Rey anunció que retiraba a Juan Carlos I su asignación real. Un batacazo para el orgullo de quien fue un importantísimo bastión de la transición española.

En este contexto, el fiscal anticorrupción Luis Pastor Motta abrió una investigación sobre un presunto delito de corrupción en transacciones internacionales por las obras del AVE en Arabia Saudita. Así fue como les tomó declaración a Corinna Larsen, a la comisionista iraní Shahpari Zanganeh -tercera mujer del famoso traficante de armas saudita Adnan Khashoggi, fallecido en 2017- y a directivos del consorcio adjudicatario Al Shoula Group. Al poco tiempo, Bertossa viajó a Madrid para reunirse e intercambiar información con Alejandro Luzón, fiscal jefe anticorrupción y jefe de Pastor Motta. Así fue como el juez Manuel García Castellón, titular del juzgado que archivó la grabación de Corinna con Villarejo, le devolvió la visita y entregó las polémicas cintas que tan mal parado dejaban al exjefe del Estado. En un gesto de buena voluntad y esperando llegar a la verdad, Bertossa envió a Madrid información muy valiosa en la que certifica los movimientos más significativos de la cuenta suiza y los testimonios de los investigados, menos el de Corinna, que no dio su consentimiento. La Fiscalía Anticorrupción ha remitido ya al Tribunal Supremo un informe en el que percibe indicios de un presunto delito fiscal y de blanqueo de capitales. Por ahora solo queda ver si la Fiscalía de este tribunal presenta o no una querella contra Juan Carlos I.

Como una bola de nieve, el escándalo siguió in crescendo y la opinión pública estalló cuando el pasado julio salió a la luz una segunda grabación realizada por el comisario Villarejo a Corinna en Londres. Con desparpajo, la exprincesa alemana contaba que cuando Juan Carlos regresaba a España de sus viajes a los países del Golfo con grandes sumas de dinero en efectivo lo hacía través de la Base Aérea de Torrejón. Pero lo que lo pintó en el imaginario colectivo de la peor manera fue cuando confesó que el exmonarca tenía una máquina de contar billetes en el Palacio de La Zarzuela: "Lo he visto con mis propios ojos, se pone como un niño", aseguraba con su acento germano. A eso se sumó también su revelación de que, dos semanas después de abdicar, el sultán Qabus de Omán le obsequió un departamento de lujo en el exclusivo barrio londinense de Belgravia con un valor de 62,7 millones de euros, que después vendió a través de un paraíso fiscal en las Islas Vírgenes.

Un espinoso escenario para un hombre que con suma inteligencia y prudencia supo navegar entre el régimen franquista y la monarquía parlamentaria, para llevar a su país de una forma pacífica y ordenada hacia una democracia con todas las letras. Hoy, lamentablemente Juan Carlos I es un rey en el destierro. Un destierro que ha demostrado que la ley debe ser igual para todos y que la transparencia tiene que ser un derecho fundamental en cualquier nación que se jacte de vivir bajo un Estado de derecho. Sin embargo, el ruido de este escándalo provocado por los ríos de dinero que al parecer corrían a espaldas de los españoles ha abierto un debate popular sobre la vigencia de la monarquía como sistema de gobierno, pero sobre todo ha dejado muy en claro que los miembros que representan a la Corona deben poder ser juzgados y condenados si las circunstancias así lo requirieran.

Desde que abdicó, en junio de 2014, Juan Carlos ha ido perdiendo la mayoría de sus privilegios, pero no así su presunción de inocencia. Sin embargo, su imagen ha sufrido un daño irreversible que ha manchado un reinado ejemplar. "El daño a su imagen ha sido tan grave que su propio hijo le ha pedido que se vaya de España. Porque la reacción de Felipe VI ha dejado en claro que el actuar de su padre no fue virtuoso. El rey Felipe lo tiene muy complicado: si en los últimos 40 años Juan Carlos llevó una vida de grandes lujos que su sueldo no podía solventar, es evidente que su familia lo sabía. Por ejemplo, la luna de miel de los reyes Felipe y Letizia costó 500 mil euros, una cifra que no concuerda con sus ingresos. La gente está indignada y no es para menos. La cacería de elefantes en Botsuana coincidió con la crisis de 2008. Y ahora esto sucede durante la gran inestabilidad que ha provocado la pandemia del Covid-19", dice a LA NACION revista Ignacio Touza Gil, del diario español El País. La partida del rey Juan Carlos ha creado un gran impacto tanto en la sociedad como en el gobierno, ya que es la primera vez que se habla abiertamente de una crisis grave dentro de la Corona.

De cualquier manera, y ahora que un fiscal suizo les ha mostrado a los españoles una cara desconocida de Juan Carlos tras dos años de investigación, el Tribunal Supremo deberá averiguar y decidir si el dinero que recibió y que terminó en una cuenta de Corinna Larsen fue una comisión o una donación. Pero sobre todo si la forma en cómo lo manejó lo llevó o no a cometer el delito de blanqueo de capitales. "Lo lógico es que el siguiente paso sea que los fiscales, una vez que hayan investigado las sospechas que hay sobre Juan Carlos, digan si encuentran indicios de delito o no. Lo que se está investigando en España son unas supuestas comisiones por el proyecto del tren AVE de Medina a La Meca. Todo parece indicar que el dinero que le llegó a Juan Carlos no es una comisión, pues la recibió en 2008. Y la adjudicación del AVE se produjo tres años después, en 2011. Además, las comisiones no las otorgó quien convoca al concurso, en este caso el gobierno de Arabia Saudita, sino las empresas beneficiarias. Por eso es probable que se descarte que es una comisión. Si después esos mismos fiscales desean abrir una investigación para saber si efectivamente se cobraron esos 100 millones de dólares y no se pagaron impuestos, eso es otra cosa", cuenta a LA NACION revista Almudena Martínez-Fornés, corresponsal de ABC en la Casa del Rey.

Sin embargo, los políticos oportunistas se han aprovechado como pescadores en río revuelto y han caído en el juego de una mujer como Corinna, que a la más pura manera de Madame de Montespan -la intrigante e influyente amante de Luis XIV-, no se sabe si actúa por despecho o para salvar su pellejo ante una inminente crisis. "Ha sido un rey muy querido. Y a pesar de los errores que ha cometido en los últimos años, hay mucha gente que le tiene un gran aprecio y que lo admira por los logros de su reinado: trajo la democracia, reinstauró la monarquía, logró el ingreso de España en la Unión Europea, viajó por primera vez a América. Tiene un currículum envidiable para cualquier jefe de Estado", asegura Martínez-Fornés.

Tras dos semanas de silencio, finalmente, el 17 de agosto la Casa del Rey comunicó que Juan Carlos I se encontraba en Abu Dabi, adonde había llegado el 3 de agosto proveniente de Vigo tras abandonar el Palacio de la Zarzuela, su casa por 58 años. Un destino que para muchos era previsible, pues la amistad que el anterior soberano mantiene con las monarquías del Golfo es muy estrecha. "Juan Carlos fue el primero en tratar a los reyes árabes como hermanos y como primos cuando las otras monarquías europeas no los trataban así. Yo viajé con los Reyes por varios países del Golfo y es asombrosa la hospitalidad con la que lo reciben. Además, haberle buscado una casa en España habría sido muy complicado porque se hubiese montado un circo mediático", explica la corresponsal de ABC en la Casa del Rey.

En este escenario, la responsabilidad de la justicia española es inmensa, pues tiene que averiguar en qué contexto recibió Juan Carlos ese dinero. Porque hasta ahora solamente se ha conocido una sola versión de los hechos, que es la que han construido Corinna Larsen y un comisario que ahora mismo está preso acusado de corrupción y extorsión. Sin duda, faltan elementos para saber lo que ha pasado, por lo que esta será una prueba de fuego para el Tribunal Supremo que tiene que demostrar su capacidad para reconstruir meticulosamente los hechos y escuchar a todas las partes para saber si procede o no a abrir un proceso judicial contra el padre de Felipe VI.

"Lo que sí queda claro -afirma Martínez-Fornés- es que con determinación y pensando en el futuro de la institución monárquica, la Casa del Rey cortó tajantemente ante una sospecha de un comportamiento irregular. Una reacción mucho más contundente que la que ha tenido cualquier partido político cuando se ha descubierto un caso de corrupción en sus filas. Nadie ha reaccionado de una forma tan categórica como Felipe VI., y eso la gente lo percibe. En momentos de incertidumbre por el Covid-19, en que ningún político se atreve a salir a la calle porque los escrachan, los Reyes han recorrido España y se han solidarizado con la gente. Y se están encontrando con una mayoría que los aplaude y una minoría que los ataca".

"Va a ser una cosa larga en el tiempo. El principal problema con el que se enfrenta hoy la monarquía es que no se sabe todavía lo que ha pasado realmente. Y todo parece indicar que todavía hay mucho más detrás. Es muy incierto el desenlace que tendrá esta crisis en un país donde las nuevas generaciones nacidas después del franquismo tienen más desapego a la figura de Juan Carlos", dice Touza. De acuerdo con una encuesta realizada por GAD3 para el diario ABC y publicada el 16 de agosto, el 56,3 por ciento de los españoles considera que la actual monarquía parlamentaria es el modelo de Estado preferible para España, mientras que el 33,5 por ciento preferiría la República.

Felipe VI ha sido ejemplar desde que se convirtió en rey y en solo seis años la gente ha sabido establecer las diferencias con su padre. Y la reina Letizia, al igual que lo hizo la reina Sofía con Felipe, ha puesto todo de su parte para que el camino hacia el trono de su hija, la princesa Leonor, sea lo menos complicado posible. Sería muy injusto cargarse a una institución que hizo tanto por la España contemporánea por un traspié cometido por quien ya no es más el jefe del Estado. Se presume que lo que salvará finalmente a la monarquía es la gran distinción que los españoles puedan hacer entre lo que significa un error personal y un reinado brillante.