Jerónimo realiza naturales de carnaval en la corrida de Tocolotlán, México

Tocolotlán (México), 24 feb (EFE).- La Corrida de Carnaval 2020 en Tocolotlán, localidad de la Sierra de Amula en el occidental estado mexicano de Jalisco, finalizó con tres puertas grandes, para los tres matadores.

El joven rejoneador mexicano Tarik Othón logró oreja, dos orejas y rabo, mientras que los dos toreros a pie, también mexicanos, José Mauricio y Jerónimo, obtuvieron una oreja en cada uno de sus toros.

Las reses de Pablo Moreno, de desigual presentación, se emplearon con genio y recibieron arrastre lento la quinta y la sexta. Se registró más de tres cuartos de entrada en esta población serrana del estado de Jalisco.

El pueblo, engalanado para celebrar su corrida anual de carnaval, trasmitía desde las primeras horas de la tarde ambiente de festejo.

La prosperidad de la población, en la que relucen farmacias, funerarias, escuelas y todo tipo de negocios, dejó en forma de nuevo el súper mercado, en la calle que finaliza en la Monumental, a la que preceden restaurantes, tiendas y un palenque que pide respeto para todo tipo de expresión con una pintada en su fachada blanca; una huella con respecto al año pasado.

Por esa misma calle descendió la banda tronando rolas hasta la plaza, charanga que no dejó de tocar en toda la corrida, salvo en la suerte final, y al final de la misma repitió cuesta arriba el camino, rumbo a la plaza del pueblo, siempre acompañada de danzantes entre los que predominan los brillos en sus post modernas vestimentas que combinas looks vaqueros y fracs hipsters.

Los 17.000 habitantes se ven acompañados en esta fecha por familiares llegados de Estados Unidos y aficionados a la tauromaquia, todos reunidos alrededor de la liturgia taurina que, en esta ocasión fue multidisciplinar: rejoneo, toreo a pie, forcados y recortadores.

Ya en la plaza, la visión es de tendidos cubiertos por sombreros blancos para taparse de un sol que marca la vida de manera intempestiva.

A ras de suelo, los graderíos, se ven abarrotados de un caos de botas camperas, hechas para el roce con las monturas, defenderse de culebras y alimañas y estilizar la figura en tardes de gala.

Una prolongación de la vida del campo, con su dureza y grandeza, reunidas en la plaza para darle homenaje y visibilizar sus desafíos.

Las reses de Pablo Moreno llevaron el genio de la naturaleza agreste al albero, aunque no todas de igual forma.

Por presentación y bravura destacó Peruano, el cuarto toro del festejo, aunque el premio al arrastre se lo llevaron el quinto y el sexto de la tarde. Falto trapío y en ocasiones poder, pero nunca fijeza, que fue la tónica del festejo.

Con Peruano no solo vino lo mejor en el apartado ganadero. Jerónimo, el torero con el que coincidió por destinos del sorteo y la laxitud con el reglamento, lo toreó al natural durante casi toda la faena de muleta.

Naturales que mezclaron temple y poder, delineados en redondo, ante el nervio del toro de Pablo Moreno. Es la mano izquierda de este veterano matador mexicano una rara avis y la razón de que aún se mantenga en activo.

Lucharon toro y ser humano en el centro del ruedo. El tiempo que duró lo memorable del duelo fue el que tardó Jerónimo en cambiar la tela de mano.

No fue lo único extraordinario que realizó Jerónimo. Una estocada hasta la bola, en el segundo intento, finiquitó con pureza la vida del bravo animal.

Con Peruano logró su segundo apéndice y la puerta grande. Lo demás que hizo fue siempre semi cruzado y sin temple.

También logró José Mauricio salir a hombros. Sus faenas a la carrera, caminando mucho entre pase y pase por la deficiente colocación al citar, solo dejaron momentos de brillo con su primero, cuando, tras mandar a la banda cambiar de selección, se cruzó hasta el pitón contrario para largar algún pase suelto y vistoso.

Con dominio escénico y eficacia con los aceros, se aseguró Mauricio el triunfo ante un segundo que siempre le ganó los terrenos.

La primera oreja de la tarde la cortó Tarik Othón. El caballero de dieciséis años apenas dejó nada de interés en su primer grande de Jerónimo y José Mauricio, fueron decisiones excesivas, atonales e innecesarias en esta plaza de rigor auténtico.

Borja Ilián

(c) Agencia EFE