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Jean Pierre Noher: "Los actores somos desocupados que, cada tanto, estamos ocupados"

Nada más parisino que Buenos Aires y nada más porteño que muchos rincones de París. Montmartre y sus pintores en las veredas se abrazan con la atmósfera de la Plaza Dorrego de San Telmo. Acaso Jean Pierre Noher resuma ese ADN compartido que vincula estrechamente a un lado y otro del océano: "Llegué a Argentina a los 3 años y fui al colegio francés, pero yo quería en todo momento sentirme de acá", explica el actor a LA NACION.

Por estos días, Noher disfruta poder canalizar esa identidad, su identidad, a través de Un sueño en París, el documental de Sergio Costantino en el que oficia de narrador para contar la historia de la mítica tanguería Trottoirs de Buenos Aires, ubicada en Rué Lomabarde 9, en el barrio Latino de la capital francesa. El reducto cobijó a los músicos que llegaban en gira y a aquellos que se exiliaban en la "ciudad luz" expulsados de nuestro país por razones políticas.

El film, que se acaba de estrenar y puede verse por la plataforma de CINE.AR, retrata la historia de ese refugio artístico que presentaba nombres como los de Jairo, Susana Rinaldi, Amelita Baltar o Guillermo Galvé, todos ellos entrevistados por Noher, quien caminó las calles de Buenos Aires y París para ir en busca de esos personajes, famosos o no, que fueron parte responsable de la trascendencia de esa tanguería trasnacional. "Me gusta la zona camaleónica que puede tener nuestro oficio, salir de nosotros mismos para componer. En este caso, sin embargo, no se trataba de componer, sino de aportar lo que uno trae como bagaje de información, de cultura, de vida", explica Noher.

Trottoirs de Buenos Aires nació a comienzos de los ´80 y funcionó por más de dos décadas. El gran músico Edgardo Cantón y 23 socios amigos fundaron la tanguería que tuvo el padrinazgo de Julio Cortázar. Por su escenario desfilaron próceres como Roberto Goyeneche, el dúo Salgán-De Lío, Rubén Juárez, Raúl Lavié o el Sexteto Mayor. "Busqué tener una mirada curiosa frente a los entrevistados y relacionarme con París, que es mi ciudad natal pero no es la ciudad donde vivo. Significó desentrañar con mirada argentina un país que se fue renovando, pero que tiene, aún, muchos vestigios del pasado. Pudimos desandar ese camino que nos llevó a entender cómo 23 argentinos se juntaron para abrir un corazón de Buenos Aires en París, en una época en la que era muy necesario estar juntos, abrigarse", reconoce el actor.

Ese sueño a orillas del Sena sintetizó el fuerte arraigo que muchos argentinos sintieron, y sienten, al pisar la tierra de Édith Piaf. El famoso Trottoirs cerró sus puertas en 1994, por eso Un sueño en París tiene mucho de acontecimiento histórico. Se convierte en un registro que rescata una memoria necesaria. "Nadie entendía lo que cantábamos, pero les llegaba", confiesa Susana Rinaldi en un pasaje del filme.

Aquí y allá

-Varios entrevistados del documental hacen foco en el desarraigo. En tu caso, el camino fue en dirección inversa. Si bien, eras muy pequeño cuando llegó tu familia a Argentina, ¿vivenciaste de niño alguna sensación de destierro?

-No en esa época. Al contrario, lo que trataba era de argentinizarme, me gustaba el fútbol. Inmediatamente, empecé a amar a Argentina, Francia me resultaba algo lejano. Me enamoré de la cultura francesa mucho después, gracias a los discos que mis viejos traían de sus viajes. Me gustaban los chansonniers de la época: Bécaud, Ferré.

-¿Cuándo llega tu vínculo más estrecho con París?

-Con mi abuela, cada vez que viajábamos, íbamos al teatro. Todo eso me llenó de un bagaje francés. Después tuve mi paso por La Cartoucherie, con Ariane Mnouchkine, y ,desde ya, la influencia de Moliere.

-Tu historia es bastante nómade. En las últimas décadas, Brasil es un lugar que te contiene artísticamente, más allá que nunca has dejado de trabajar en Argentina.

-Repito aquello que me sucedía de chico, no siento el desarraigo. Aunque, cuando vivo allá extraño a la familia, a pesar de las comunicaciones fluidas.

-¿Cuándo llegás a Brasil para trabajar?

-En el 2000 ingresé a Brasil con la película Un amor de Borges, de Javier Torre, que acá pasó sin pena ni gloria, pero allá fue un suceso de mucho prestigio y trascendencia. Eso me abrió las puertas del cine brasilero donde trabajé hasta el 2008, año en el que me tomó la Rede Globo y empecé a hacer series y novelas con ellos. Ahora, lo sigo haciendo para las plataformas del país, por eso paso largas temporadas allá.

-En Un sueño en París se define al francés con un pesimismo interior y optimismo en la acción. Quizás, algo de eso hay también en el porteño. ¿Sos esa síntesis?

-Soy optimista, pero también romántico. Me gusta la melancolía, puedo disfrutarla. El parisino es fóbico, tiene un humor especial, medio ensimismado. Encuentro mucha relación en la gente de Buenos Aires y la de París. Hay una unión. Pensemos en el acordeón francés y su relación con el bandoneón o en la arquitectura. Ellos tienen amor por la cultura como nosotros, solo que, en Francia, aunque pasen gobiernos de distinto signo político, la cultura no se toca. Tienen un bagaje extraordinario y está al alcance de la gente, la cultura está al servicio del pueblo.

Industria en crisis

-Pensando en una posibilidad inclusiva de la cultura, la ficción televisiva es una expresión artística al servicio de un público masivo. Si antes de la pandemia había una sola ficción en el aire, hoy el panorama es desolador y desesperante. ¿Qué mapeo podés trazar al respecto? ¿Cómo se puede pensar este momento?

-Antes de la pandemia, hacía rato que los canales abiertos no cumplían con la ley que impone una cuota de ficción argentina en el aire. Hoy, definitivamente, la situación es dramática. Somos de los oficios que más tarde van a volver a la actividad, por eso los actores estamos compenetrados en el reclamo al Estado para que, de alguna forma, pueda sostener a los artistas y a todo lo que gira alrededor de la actividad, como los rubros técnicos.

-La incertidumbre habitual de la profesión hoy se hizo exponencial.

-Los actores somos desocupados que, cada tanto, estamos ocupados.

El trabajo en producciones generadas para las plataformas de entretenimiento es una opción válida ante una televisión abierta que hace varios años vio mermar significativamente su producción ficcional propia. Acompañando este fenómeno, Noher participó de dos títulos trascendentes como la serie El presidente, de Amazon Prime Video, donde el actor personifica a José Hawilla. Además, es uno de los protagonistas de la historia que gira en torno a la figura de Diego Armando Maradona, donde interpretará a Guillermo Cóppola. A pesar de la posibilidad laboral, aún las plataformas no remuneran el trabajo de los actores por repetir los episodios ilimitadamente: "No pagan en Sagai los derechos de intérpretes. Sucede en muchas partes del mundo. Eso tiene que ser regularizado, legalizado. Tampoco CINE.AR paga esos derechos. Sería una forma válida para que los actores podamos cobrar algo. Los canales de aire sí pagan a los actores por las repeticiones que ponen al aire".

-Hoy, no son pocos los actores que ofrecen su arte en las redes sociales para paliar cierta desazón generada por la pandemia.

-Nosotros estamos animando la fiestita de todo el mundo. Estaría bueno que cuando se encuentre la vacuna, todo pase, y la gente vuelva al teatro, se acuerden que quienes sostuvimos desde las redes fuimos los actores.

-Sos de los que están activos desde la virtualidad.

-En mi Instagram grabo con mi banda, leo textos. Somos entretenedores, nos hacemos cargo de eso. La mayoría lo hacemos gratis, porque el afán es solidario y como una forma de ejercer la actividad. Pero es hora que el Estado ayude a los artistas que están en dificultad. Sagai lo hace con sus socios. He recibido varios llamados de ellos para ver si necesitaba algo. Por suerte, soy un privilegiado, he tenido mucho trabajo, así que tanto mi hijo como yo la podemos pilotear. Pero no es el común de los actores ni de los técnicos.

-Hay un error instalado de manera inconsciente, quizás por lo amoroso de la actividad, en no pensar lo artístico como un trabajo. No se contempla de manera formal que el artista debe alimentarse, pagar servicios, alquileres, medicamentos. Es ridículo, pero es así.

-Eso viene de toda la vida, de cuando uno le decía a sus viejos que se iba a dedicar a esto y la respuesta era: "¿Y en qué vas a trabajar?". Eso no se ha modificado. Hubo reuniones, por Zoom, con el ministro de cultura Tristán Bauer. Nos escuchó, hubo una buena actitud de su parte. Ahora tienen que llegar las soluciones, porque la situación es dramática. Además, hay que replantear cómo se permite la ayuda. Por ejemplo, si un actor hizo un bolo antes de la pandemia, no puede acceder a, por ejemplo, los créditos sin interés que se están ofreciendo. Eso está mal porque nuestro trabajo es absolutamente esporádico y esas restricciones invalida a mucha gente.

-Como conocedor de la realidad brasilera, ¿cómo evaluás la conducta del presidente Jair Bolsonaro en torno a la pandemia del Covid-19?

-Mantengo constante contacto con mis colegas brasileros. Están alarmados y sufriendo la situación, muchos ya han contraído Covid, permanentemente mueren personalidades importantes. Es un genocidio, no se puede llamar de otra manera la actitud negacionista que ha tenido. Es inentendible. Ni siquiera se puede explicar desde lo económico, porque la economía está diez veces peor. Brasil tiene cinco veces más población que nosotros. Si Argentina tiene 3 mil fallecidos, Brasil debería tener 15 mil, pero ya llegaron a 90 mil, es una locura. Esto también habla bien de la rapidez con la que nuestro Gobierno manejó la pandemia. Ahora hay que apelar a la conciencia colectiva, a la responsabilidad de todos, porque, después de cuatro meses de estar parados, de alguna manera hay que empezar a sostener económicamente lo devastador de una pandemia.

-En esta instancia de apertura gradual es clave la responsabilidad individual.

-Argentina es un país extremadamente solidario. En la Comuna 15, donde vivo, los vecinos nos organizamos. Acá se le da de comer a 300 familias todos los días por el aporte solidario de los vecinos. Y así, en todos los barrios. No hay que esperar solo la ayuda del Estado sino ayudar como se pueda. Hay mucha gente que lo hace, instituciones como la Fundación Sí, y tantas otras. Eso es lo que más abriga y ayuda en estos días. Pero la ecuación pandemia o economía no es así. La situación de Estados Unidos también demuestra que no es así. La historia los juzgará.

En voz alta

-Si bien las utilizás para mostrar tu arte, las redes también cuentan con un caudal de opinión importante. ¿Cómo te llevás con eso?

-Las redes parecerían ser "la opinión" y no es así. Twitter está lleno de trolls o gente que agrede.

-En tu caso, por tus afinidades políticas, ¿has recibido agresiones en las redes?

-Soy catalogado como un actor K, pero, en los doce años del kirchnerismo, más allá que apoyé desde el principio a Néstor y Cristina Kirchner, jamás trabajé para el Estado. Sin embargo, no falta el que te dice "choriplanero". Estoy harto de esa mentira. No es nuevo, pero las redes potencian todo eso. No me voy a callar y siempre voy a decir lo que pienso.

-¿Cómo es tu vínculo con actores que no comparten tu mirada, como Luis Brandoni u Oscar Martínez?

-Él fue secretario general de nuestra entidad. Lo respeto a Beto. En primer lugar, lo respeto como actor, me gana siempre, es un actor tremendo. Lo mismo Oscar Martínez. Son actores que uno admira profundamente. No me pierdo un solo trabajo de ellos. ¿Por qué se han puesto a pensar así? Qué se yo, que lo miren con sus espejos.

-Históricamente, transitamos una Argentina polariza. ¿Cómo acciona eso en el ámbito de los actores?

-Los actores no tenemos grieta, cuando nos toca hacer una escena con alguien que no piensa como uno, no tenemos ningún problema. Al contrario. Alfredo Casero no deja de ser un gran actor, el otro día lo veía haciendo de Spruille Braden en la película Juan y Eva, de Paula de Luque, y hace un trabajo extraordinario. Es un actor de una impronta y una veracidad sorprendente. Ahora, por qué tiene ese resentimiento hacia el peronismo, hay que preguntárselo a él. Eso no impide que mañana entre a un elenco y tener que compartir el trabajo con él, sería un honor. Es gente que uno admira. Los actores no tenemos esos problemas. La grieta, en nuestro trabajo, no existe para nada. Ricardo Darín es de los actores que más admiro, es de las personas más inteligentes que conozco, me muero de risa con su humor. Su amistad me honra y respeto muchísimo sus opiniones. Tiene una postura política, incluso diferente a la de su hermana, pero nunca disiento con él, siempre hay algo que me hace reflexionar. Creo que la cabeza tiene que estar abierta como un paracaídas, es la única manera en que sirve.

Ricardo Darín: "No me fumo más la grieta"

Por estas horas, Noher se apresta a imaginar el rodaje de una película dirigida por su mujer, la cineasta Paula de Luque, con libro de Javier Daulte, y producida por la compañía independiente de cine que conformó con De Luque y otros colegas. Esta cooperativa ya estrenó Las formas de las horas en el MALBA, desarrollando una estética indie muy valorada por los cinéfilos que se apartan de los cánones más convencionales.

-Para un francés que es tan argentino, melancolía y felicidad se confunden. ¿Podés identificar momentos claves en torno a esos estados?

-La muerte de mi papá, quien se fue muy joven, a los 67, víctima de un infarto y sin poder despedirme, fue el momento más triste de mi vida. El nacimiento de mi hijo Michel, sin dudas, el más feliz.