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¿Por qué los jóvenes no votan y qué se puede hacer al respecto?

Estudiantes voluntarios pegan un cartel de registro de votantes en un evento para inscribir en el padrón electoral a alumnos del bachillerato Brooke Point en Stafford, Virginia, el 12 de abril de 2018. (Erin Schaff/The New York Times)
Estudiantes voluntarios pegan un cartel de registro de votantes en un evento para inscribir en el padrón electoral a alumnos del bachillerato Brooke Point en Stafford, Virginia, el 12 de abril de 2018. (Erin Schaff/The New York Times)

En Estados Unidos, la mayoría de los jóvenes no vota. Menos de la mitad de los estadounidenses de entre 18 y 29 años votó en las elecciones presidenciales de 2016: una brecha de más de quince puntos porcentuales en comparación con la participación total.

Este escenario no es exclusivo de Estados Unidos. El nuevo análisis que hicimos sobre el número de votantes que participaron en las elecciones generales nacionales más recientes que determinaron los jefes de gobierno en dos docenas de países reveló que la tasa de votantes de la población general supera la tasa de votantes jóvenes en cada uno de ellos.

La muestra de dos docenas de países no es representativa de todas las naciones. Los 24 países que tenían datos disponibles sobre el número de votantes jóvenes son más ricos, democráticos y alfabetizados que los 168 países que contactamos que no contaban con los datos. Sin embargo, las tendencias siguen siendo ilustrativas.

¿Por qué los jóvenes votan menos que sus mayores?

Hace casi un siglo, los politólogos Charles E. Merriam y Harold F. Gosnell identificaron varios grupos de estadounidenses con tasas de participación comparativamente bajas, entre ellos la gente joven, las minorías, la gente con menor grado académico y los pobres; en la actualidad, sigue siendo menos probable que estos grupos voten.

Tres temas generales en la investigación de la ciencia política ayudan a explicar la brecha de los votantes jóvenes:

— La formación del hábito. Votar es un hábito que se forma con el tiempo, y una posible razón para explicar por qué los jóvenes lo hacen con menor frecuencia es que han tenido menos oportunidades de formar y reforzar el hábito. Con el tiempo, las personas poco a poco pasan de ser “no votantes habituales” a “votantes habituales”, según un artículo de Eric Plutzer, politólogo de la Universidad Estatal de Pensilvania.

Esa formación interna del hábito también se refuerza externamente, como lo describió Mark N. Franklin de Trinity College en un libro donde explora los aspectos de la participación electoral. La gente de todas las edades es influenciada por lo que ve que hacen sus amigos y pares, y es más probable que la gente mayor haya observado a sus amigos tomar la decisión de votar a lo largo de varios ciclos electorales.

— El costo de oportunidad. Votar la primera o la segunda vez también podría ser más difícil que votar en elecciones subsecuentes. Hay un costo de oportunidad directo para los adultos jóvenes, quienes podrían tener horarios de trabajo menos flexibles o un colchón económico menor para tomar tiempo libre con el fin de ir a votar, o podrían estar en una situación de vivienda temporal y no tener lazos profundos con la comunidad. También hay un costo de oportunidad indirecto al aprender el proceso de votar, como encontrar una casilla e investigar sobre los candidatos, de acuerdo con Franklin.

En Estados Unidos, algunos de esos obstáculos son intencionales, o lo fueron alguna vez.

“Creo que Estados Unidos es una anomalía en lo que respecta a las disparidades en la participación de todos los grupos, y que esas disparidades son inseparables del legado de esclavitud y racismo”, comentó Charlotte Hill, una estudiante de doctorado que trabaja en temas de votación en la Universidad de California, campus Berkeley.

Aumentar la participación de los electores en todas las cohortes no es una meta universal para quienes ostentan el poder político. Y las políticas que dificultan más ir a votar, como las leyes de las identificaciones para votar, pueden afectar de una manera desproporcionada a los votantes con baja propensión, incluida la gente joven.

— La participación alternativa. Los datos sobre la participación juvenil en las votaciones podrían ser menos desalentadores si se les ve en el contexto de la participación en otras formas de acción política. En general, con el tiempo, la participación electoral más baja ha ido acompañada de un aumento en “otras formas de activismo ciudadano, como protestas masivas, movimientos de ocupación y un incremento en el uso de las redes sociales como una nueva plataforma de involucramiento político”, según una investigación del Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral, con sede en Estocolmo. Los datos sugieren que estas tendencias son especialmente pronunciadas entre la gente joven. De acuerdo con un análisis, en Alemania, Francia y el Reino Unido, en comparación con sus mayores, es más probable que la gente joven firme peticiones y la probabilidad de que participe en manifestaciones es del doble.

Todo esto sugiere que el problema no se reduce a una falta de interés, como lo confirman las investigaciones que recopilaron John Holbein y D. Sunshine Hillygus en su libro más reciente, “Making Young Voters”. Según los autores, en los últimos años, “la cantidad de gente joven que expresa un interés en las elecciones (76 por ciento), a la que le importa quién es el presidente (74 por ciento), se interesa por los asuntos públicos (85 por ciento) y tiene la intención de votar (83 por ciento) es especialmente alta” en Estados Unidos.

¿La brecha entre los votantes jóvenes y mayores es una constante en todo el mundo?

No. En los 24 países que examinamos, la diferencia entre la participación juvenil y general variaba de menos de un punto porcentual hasta más de 20 puntos. Y, aunque Estados Unidos no es el único país que presenta una brecha, le fue bastante mal, con la quinta participación juvenil más baja en la muestra y la cuarta brecha más grande entre la participación de los jóvenes y la general.

Sin embargo, antes de regañar a los jóvenes estadounidenses, hay que fijarse en sus mayores. En los países donde la gente mayor tiene tasas de participación electoral más altas, los jóvenes también votan más.

Es interesante señalar que esa brecha se reduce invariablemente conforme aumentan los votantes. En otras palabras, mientras más alta es la tasa de participación electoral de los jóvenes, más probable es que la tasa juvenil se acerque más a la tasa de participación general.

¿Qué podría impulsar la participación juvenil en Estados Unidos?

Los expertos enfatizan que no hay una solución única para aumentar la participación juvenil. Más bien, las investigaciones apuntan a intervenciones en un cronograma a corto, mediano y largo plazo.

— A corto plazo: Darle a la gente joven la información específica que necesita para registrarse y llegar a las casillas.

“Me desquicia cuando escucho a la gente decir: ‘No es tan difícil ir a votar’ o ‘No es tan difícil registrarse’”, comentó Jan Leighley, una profesora de gobierno en American University. “De hecho, ¡el acto de emitir un voto en una elección es increíblemente complejo!”.

Leighley y otros expertos recomiendan esfuerzos de movilización que encaminen a los votantes primerizos a través de pasos como aprender a registrarse y hasta cuándo pueden hacerlo; cómo funciona una boleta, qué contiene y cómo llenarla; dónde emitir el voto y qué hacer al llegar ahí. Una investigación citada por Holbein y Hillygus demostró que las iniciativas más llamativas pero menos precisas, como los esfuerzos encabezados por celebridades para aumentar la conciencia sobre el voto en general, no funcionan.

— A mediano plazo: Trabajar para reducir las barreras sistémicas, en especial para registrarse. La fuerte asociación entre la juventud y la participación total sugiere que las medidas focalizadas en incrementar la posibilidad de votar para todos también harán que voten más jóvenes, y tal vez incluso acercarán sus índices de participación a los de la población general.

En su libro sobre la participación de los votantes, Meredith Rolfe de la Universidad de Massachusetts señala que, en las elecciones de Estados Unidos, la participación es mayor en los estados que facilitan el registro para votar, por ejemplo, al permitirlo justo antes de una elección, tener oficinas de registro abiertas en las tardes y los fines de semana y hacer posible el registro en ausencia.

Además, Anthony Fowler de la Universidad de Chicago descubrió que permitir que los votantes futuros se prerregistren a la edad de 16 o 17 años, para que queden registrados en automático en su cumpleaños número dieciocho, aumenta 2,1 puntos porcentuales el registro y la participación.

En un artículo de opinión para The New York Times publicado el año pasado, Charlotte Hill y Jacob Grumbach escribieron que la posibilidad de registrarse el mismo día puede aumentar la participación de todos los grupos etarios, en especial de los votantes más jóvenes.

— A largo plazo: Reimaginar la educación cívica.

“Cuando platico con la gente joven, la principal razón para no votar es que sienten vergüenza de no saber qué viene en la boleta, y luego se les pide que lo busquen y no saben a dónde ir”, mencionó Rachael Cobb, profesora de estudios jurídicos y ciencia política en la Universidad de Suffolk.

Una forma de abordar esa falta de preparación es brindar educación cívica práctica: enseñar más sobre cómo votar. Esto puede sembrar en una etapa temprana la semilla de que votar es normal y vale la pena, y motivar a los jóvenes electores a superar las dificultades a corto plazo que podrían obstaculizar su participación en alguna elección en particular. En un estudio, la participación de los jóvenes aumentó 5,7 puntos porcentuales después de que a los estudiantes les dieron una demostración aplicada sobre cómo votar y la oportunidad de emitir un voto de práctica.

De acuerdo con los expertos, lo más importante es recordar que se deben considerar estas intervenciones a corto, mediano y largo plazo en conjunto; si se realiza cualquiera de ellas de forma aislada, no es probable que produzca un gran incremento en la participación de los votantes jóvenes.

“No es solo una cosa”, opinó Abby Kiesa, la directora de impacto en CIRCLE, una organización académica enfocada en el compromiso cívico de los jóvenes. “Necesitamos realizar todas”.

This article originally appeared in The New York Times.

© 2020 The New York Times Company