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Irene Montero no esconde su lado conservador

La ministra Montero y la reina Letizia coincidieron en un acto público con la asociación Apramp en marzo de este mismo año.
La ministra Montero y la reina Letizia coincidieron en un acto público con la asociación Apramp en marzo de este mismo año. (Photo by Carlos Alvarez/Getty Images)

'La Preysler de Galapagar', como la apodaron tras su posado en la revista Diez Minutos, sigue siendo una mujer combativa. Pero en la defensa de la Igualdad, cuyo Ministerio dirige, y no a la hora de rebatir las críticas que recibe. Por eso Irene Montero ha vuelto a conceder una entrevista a una revista del 'papel couché' como es Vanity Fair, y como en su día hicieron, entre otros, Adolfo Suárez o Felipe González, con otras cabeceras de la prensa del corazón. En donde se les pregunta mucho más allá de su faceta profesional -"Somos plurales y mi responsabilidad es acudir a los medios que me invitan, incluso si es para disentir con ellos"-. Un cuestionario cuyas respuestas van a volver a provocar más de un titular, como es el caso de este post. Porque Montero no solo no rehúye las preguntas sino que tampoco decepciona con sus respuestas, permitiendo que nos asomemos a su lado conservador. Puede que su afán por mostrarlo lo magnifique, pero tenerlo lo tiene.

Lidera con orgullo un proyecto de país que trabaja por "la justicia social, el reparto de la riqueza o el feminismo", pero posa sin remilgos delante de la mesa de su despacho, presidido por la foto del rey Felipe VI. Impostado o no, tanto ella como su pareja, el vicepresidente segundo, han sido fotografiados con apenas una semana de diferencia en sus despachos y con los símbolos monárquicos en su sitio, sin ser castigados como en el cole a ninguna esquina.

Aminora la marcha cuando la etiquetan de radical, algo que en sus orígenes, en el 15M, cotizaba al alza y se exhibía antes, incluso, que la tarea o la comisión asignada. Y canaliza la conversación hacia el origen etimológico del término, "radical es quien va a la raíz", para inmediatamente desbridarlo de connotaciones peyorativas.

Encadena adjetivos virtuosos para definir a la reina Letizia, con quien compartió un acto de Apramp al poco de tomar posesión de su cargo de Ministra.

Luce prendas de Mango o Pedro del Hierro y accesorios de Exé. Forman parte de la producción de moda montada por Vanity Fair y no son las que Montero sacó esa mañana de su armario ropero para acudir a su ministerio, pero posa con ellas sin rubor, del mismo modo que se perfuma a diario con aroma de Adolfo Domínguez.

Sabe que será criticada por ello. De hecho la prensa más conservadora no ha tardado en rebautizarla pasando de ser la ‘Preysler de Galapagar’ a la ‘nueva Tamara Falcó’, y que ese olor sea una de forma de recordar a su padre -recientemente fallecido- quien se lo regaló por primera vez será suprimido de los hostigamientos. Pero no le importa. Sabe que habrá polémica por mostrar su lado conservador, o por impostarlo. Pero que habrá polémica al fin y al cabo. Y de ella también sacará algo positivo, como dejarse conocer por quienes ni siquiera lo habían intentado hasta ahora.

Si estuviera solo pendiente de los suyos, no hubiera deslizado lo cómoda que se sintió durante una reunión con Ana Patricia Botín, uno de los apellidos sobre los que Podemos cimentó su última campaña electoral centrada en el asalto al poder.

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