¿Solo se investiga en los laboratorios?

  <span class="attribution"><a class="link " href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/scarborough-ontario-canada-september-2-2019-1494886052" rel="nofollow noopener" target="_blank" data-ylk="slk:Shutterstock /Bob Hilscher;elm:context_link;itc:0;sec:content-canvas">Shutterstock /Bob Hilscher</a></span>

Según el diccionario académico, investigar es indagar para descubrir algo. La investigación es algo inherente al hombre. A lo largo de la historia se ha investigado continuamente para obtener nuevos conocimientos, aclarar dudas o solucionar problemas.

Dice la leyenda que, allá por 1665, cuando Isaac Newton descansaba leyendo debajo de un árbol, vio caer una manzana y cómo esta le golpeaba la cabeza. Isaac cogió la manzana y la dejó caer de su mano. Entonces se dio cuenta de que siempre caía al suelo en línea recta. En ese momento le dio por reflexionar sobre algo que había visto durante toda su vida y en lo que nunca se había parado a pensar. ¿Por qué las cosas se caen al suelo y no flotan? Su curiosidad hizo que indagara. Así formuló una de las leyes más importantes de la física: la ley de la gravedad.

De la investigación a la sociedad

Investigar hoy en día va incluso más allá. En pleno siglo XXI hablar de investigación supone hablar de I+D+I, donde se unen a la investigación el desarrollo y la innovación. Todo ello centrado en la sociedad.

Ante la situación pandémica vivida, numerosas investigaciones se han querido centrar en mejorar nuestra calidad de vida. Por ejemplo, el pasado febrero, investigadores del Instituto Tecnológico de Monterrey desarrollaron un ventilador mecánico sanitario de bajo coste y fácil fabricación para ayudar a las personas enfermas de covid-19. Así, investigando, desarrollaron un bien social.

Como este tipo de hallazgo hemos conocido muchos otros que han tratado de dar respuesta a las demandas de los ciudadanos. Ante dichos descubrimientos, lo más fácil es imaginar escenas en las que científicos y científicas, con sus batas, sus gafas de seguridad y sus tubos o máquinas investigan en un laboratorio. Pero esta es una imagen estereotipada.

La sociedad como laboratorio

Como decíamos, la investigación es inherente al hombre y por ello existen diferentes formas de realizar investigación. Por ejemplo, hablar de investigación social resulta no menos que diferente. La investigación social nos permite aprender desde las personas y desde la sociedad. De esta forma se diseñan estrategias, servicios, etc. que se adaptan a las necesidades de la comunidad.

Se trata de una investigación en la que, aunque evidentemente se requiere la participación de investigadores, es fundamental contar con la sociedad para identificar un problema, investigar sobre él, desarrollar estrategias e innovar por y para la comunidad.

En este sentido, en el año 2015, la Fundación iS+D para la Investigación Social publicaba una investigación sobre un tema tabú en la sociedad: el suicidio. Un trabajo en el cual se abordaban los orígenes y causas del suicidio masculino en Europa. Un estudio en el que la sociedad fue el laboratorio, un laboratorio dotado con todos los medios necesarios.

Investigación sanitaria con esencia social

Pero aún queremos ir mas allá y hablar de la investigación sociosanitaria. Precisamente porque en los últimos años vividos ha cobrado mucha importancia.

Como su nombre indica, la investigación sociosanitaria se encarga de estudiar problemas de salud desde un punto de vista sanitario, pero también desde una perspectiva social. En este escenario resulta fundamental conocer las tendencias sociales de las enfermedades o los comportamientos o situaciones que pueden favorecer su aparición. Así se obtienen conocimientos en el campo de la realidad social pero relacionada con la salud.

Y quizá uno de los ejemplos de investigación sociosanitaria más relevante lo tenemos actualmente. Es muy difícil encontrar en la historia reciente una amenaza comparable a la pandemia de covid-19. Nos encontramos ante un escenario desconocido. Como consecuencia, nos tuvimos que adaptar a marchas forzadas a la nueva situación y se originó un contexto en el que el miedo, la tristeza, la ira, la sensación de soledad, incertidumbre e impotencia eran reacciones normales .

Todo ello afectó a nuestra salud emocional, no solo por la enfermedad sino por su impacto social y en nuestro día a día. A raíz de ello, en la actualidad numerosas investigaciones a nivel estatal tienen como objetivo evaluar el impacto en la salud mental y psicológica de la pandemia en la población Española. Su finalidad es identificar los factores de riesgo y de protección en la salud mental. Son investigaciones, de nuevo, centradas en la sociedad.

Por tanto, la investigación sociosanitaria nos ayuda a mejora la salud y nuestra calidad de vida, siendo de nuevo la sociedad ese laboratorio en el cual llevamos a cabo numerosos experimentos e investigaciones.

Ciencia ciudadana

En la última década también ha surgido el concepto de ciencia ciudadana. Este tipo de ciencia (también conocida como demociencia o ciencia democrática) promueve la investigación desde un trabajo colaborativo entre los científicos y los ciudadanos. Una participación común y abierta para crear conocimiento en la que el ciudadano se convierte en el elemento clave de la investigación. Los ciudadanos científicos se integran en la investigación y participan activamente en todo lo que se encuentra a su alcance de modo sistemático y crítico.

Dentro de esta investigación, la biodiversidad de la Tierra ha tomado gran importancia. Los científicos no pueden situarse en todos los lugares, por lo que los ciudadanos observan, recogen y comunican acontecimientos o situaciones susceptibles de estudio. Esta información se transmite a los medios implicados para que luego pueda se examinada por los especialistas oportunos. Por ejemplo, una alerta de una plaga enviada por un ciudadano nos puede poner en preaviso de un cambio climático.

Así, de nuevo, avanzamos en el conocimiento científico más allá de las puertas de un laboratorio.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

Enedina Quiroga Sánchez trabaja para la UNIVERSIDAD DE LEÓN