¿La iniciativa de Anna Wintour a favor de la diversidad llegó demasiado tarde?

Anna Wintour, la editora en jefe de Vogue, le ofreció un ascenso a Nnadi como directora de Vogue.com. (Acielle Tanbetova/The New York Times).
Anna Wintour, la editora en jefe de Vogue, le ofreció un ascenso a Nnadi como directora de Vogue.com. (Acielle Tanbetova/The New York Times).
André Leon Talley, exeditor de Vogue, en su casa en White Plains, Nueva York, el 21 de mayo de 2018. (George Etheredge/The New York Times).
André Leon Talley, exeditor de Vogue, en su casa en White Plains, Nueva York, el 21 de mayo de 2018. (George Etheredge/The New York Times).

Este año, la edición de septiembre de Vogue fue distinta. Anna Wintour y su personal la editaron cuando más de quince millones de personas estaban marchando en manifestaciones del movimiento Black Lives Matter en todo el país y los empleados de la empresa matriz de Vogue, Condé Nast, señalaron públicamente lo que consideraban racismo en su propio lugar de trabajo. Con sus 316 páginas, la edición, titulada “Esperanza”, contó con la participación de una mayoría de artistas, modelos y fotógrafos negros, la primera vez que la revista adopta una iniciativa como esa.

Para los miembros del equipo editorial de Vogue, la edición de septiembre llegó en un momento inquietante tras un correo electrónico que Wintour había enviado el 4 de junio. “Quiero decir claramente que sé que Vogue no ha encontrado maneras suficientes para dar espacio e importancia a los editores, escritores, fotógrafos, diseñadores y otros creadores negros”, escribió Wintour, editora en jefa de Vogue desde 1988 y directora artística de Condé Nast desde 2013, puesto que la convirtió en líder editorial de todas sus revistas. “También hemos cometido errores debido a la publicación de imágenes o artículos que han sido hirientes o intolerantes. Me hago totalmente responsable de esos errores”.

Los editores negros que han trabajado con Wintour dijeron que su disculpa les pareció hipócrita, parte de un movimiento calculado por parte de una ejecutiva conocida por su capacidad de aprovechar el estado de ánimo del público. Otros periodistas negros, empleados o exempleados de Condé Nast, dijeron que el correo electrónico y la edición de septiembre que se publicó después representaban un intento incómodo, aunque sincero, de llevar a cabo un cambio genuino.

Más que cualquier otra institución, Vogue ha definido las industrias de la moda y la belleza para generaciones de mujeres, y los atuendos de pasarela impulsados por Wintour, de 70 años, nacida en Londres, han pasado de las casas de alta costura a los minoristas de moda rápida y a las manos de los consumidores cotidianos. Desde Manhattan hasta Hollywood y más allá, ella ha ayudado a establecer el estándar que ha dado preferencia a las ideas de belleza blanca y eurocéntrica.

Wintour, extraordinaria en cuanto a que es una editora de revista conocida fuera de la industria editorial —simplemente es “Anna” para los que forman parte de ese mundo o quieren hacerlo—, se ha convertido en un personaje cultural singular. Después de establecerse en el sector de la moda, los medios y el entretenimiento en la primera parte de una carrera que se remonta a la década de 1970, más recientemente se ha vuelto una participante del poder político como recaudadora de donaciones para Hillary Clinton y Barack Obama. Además, como organizadora del evento de beneficencia del Instituto del Traje del Museo Metropolitano de Arte, mejor conocido como la Gala del Met, ha transformado un evento para la sociedad de Manhattan en el equivalente a los premios Oscar en la costa este de Estados Unidos, con luminarias provenientes de la moda, la música, el cine y los deportes que son incluidas en la exclusiva lista de invitados de Anna.

Conforme Wintour ascendía, la publicación en Vogue de contenido “hiriente o intolerante” rara vez generaba atención negativa para ella. Sin embargo, los periodistas negros que han trabajado con Wintour, y que han hablado con la condición de mantener su anonimato por temor a las represalias, dijeron que no habían superado sus experiencias en una revista cuyo espacio de trabajo reflejaba sus páginas exclusivas.

Bajo el mando de Wintour, dijeron dieciocho personas, Vogue le dio la bienvenida a un cierto tipo de empleado: personas delgadas y blancas, generalmente provenientes de familias adineradas y egresadas de escuelas de élite. De las dieciocho, once personas dijeron que, en su opinión, Wintour ya no debería estar a cargo de Vogue y debería renunciar a su puesto como líder editorial de Condé Nast.

“La moda es malintencionada”, dijo un exmiembro negro del personal. “Es difícil. Esa es la manera en que debe ser. Pero en Vogue, cuando evaluábamos una sesión de fotos o un atuendo, decíamos: ‘Ese es el estilo de Vogue’ o ‘Ese no es el estilo de Vogue’, y lo que de verdad significaba era que alguien lucía ‘delgado, rico y blanco’. ¿Cómo se puede trabajar en ese entorno?”.

Muchas de las personas entrevistadas para este artículo dijeron que el racismo que enfrentaban generalmente era sutil, pero a veces descarado. Su principal acusación era que Wintour creó un entorno de trabajo —y no hay faceta de Vogue que no controle— que marginaba o incluía como un mero cumplimiento de cuota a las mujeres de color, sobre todo a las mujeres negras.

Muchas personas negras que trabajaron para ella dijeron que se sentían tan fuera de lugar dentro del dominio de Wintour que crearon “alter egos” blancos —dos usaron el término “doppelgänger”, o doble— solo para poder hacer su trabajo, por lo que modificaban su apariencia y su ropa de una manera que les resultaba mentalmente agotadora.

Algunos editores negros no quisieron hacer comentarios acerca de la experiencia de algunos colegas, pero ofrecieron otra perspectiva. Lindsay Peoples Wagner, editora de Teen Vogue desde 2018, dijo que había experimentado momentos incómodos en la industria, pero Wintour “me ha dado oportunidades de liderazgo, y yo he hecho de la inclusividad una parte esencial de las conversaciones que estamos teniendo”.

Tres personas más de color dijeron que Condé Nast había llevado a cabo cambios positivos, y que Wintour los ha ascendido a puestos altos. Naomi Campbell, una de las primeras supermodelos negras, quien estuvo en la portada de la primera edición de septiembre de Wintour en 1989, defendió con vehemencia a la editora.

“No tenía idea de que tuvo que luchar para que yo obtuviera mi primera portada”, comentó Campbell. “Ha sido un factor muy importante en mi carrera y mi vida, y ha sido honesta acerca de lo que puede o no puede hacer”.

El tumulto reciente en Condé Nast ha dejado en desequilibrio a Wintour. Inspirada por las manifestaciones que surgieron después del asesinato de George Floyd a manos de la policía en mayo, los empleados han enfrentado a sus jefes en reuniones donde participan todos los miembros de la compañía y en juntas más pequeñas. Sus quejas han provocado las renuncias de editores clave y promesas del director ejecutivo, Roger Lynch, y de Wintour misma, de modernizar las prácticas de contratación de Condé Nast.

“Creo firmemente que lo más importante que cualquiera de nosotros puede hacer en nuestro trabajo es proporcionar oportunidades para quienes quizá no hayan tenido acceso a ellas”, comentó Wintour mediante un comunicado enviado por correo electrónico. “Sin duda, he cometido errores a lo largo del camino y, si cualquier error se cometió en Vogue bajo mi mando, es mi responsabilidad y soy yo quien debe remediarlos, por lo que estoy comprometida a llevar a cabo ese trabajo”.

Dedicar la edición de septiembre —la más importante del año de Vogue— a los colaboradores negros indica que Wintour entiende la intensidad del movimiento de manifestaciones que agita al país. Sin embargo, en la industria de la moda, las apariencias son cruciales, desde luego. Durante una gran reunión de Condé Nast en la que se abordó el tema de la raza en junio, Wintour —dirigente del consejo de inclusión y diversidad de la compañía— estuvo notablemente ausente. Los empleados intercambiaron mensajes de texto y por Slack durante la sesión, y se hicieron la misma pregunta: “¿Dónde está Anna?”.

Imágenes de portada

Mucho antes de que los empleados de Condé Nast hicieran públicas sus quejas acerca del manejo del tema de la raza en la compañía, Wintour ya había sido criticada por la representación que hace Vogue de las personas negras. Para muchos lectores, una portada de 2008 de LeBron James y Gisele Bündchen recordó imágenes racistas de hombres de negros de hace un siglo. Se ve a la estrella del baloncesto haciendo un gesto como si gritara mientras toma por la cintura a la supermodelo, y algunos vieron un paralelo inconfundible con un cartel racista de propaganda de la Primera Guerra Mundial. Wintour también atrajo críticas cuando ayudó al diseñador de moda John Galliano, quien fue despedido de Christian Dior en 2011 después de que lo grabaron haciendo comentarios antisemitas y declarando que amaba a Hitler. Ella siguió apoyando a Galliano después de que un tribunal parisino lo halló culpable de un crimen de odio.

Al ser indiscutiblemente la revista más importante de la moda, Vogue está expuesta a un escrutinio adicional, especialmente en cuanto a sus selecciones de portada. El año pasado, The Pudding, una editorial de ensayos visuales, usó algoritmos para analizar diecinueve años de archivos de Vogue y medir el nivel de “blancura” de la tez de los modelos de las portadas. En un periodo, de 2000 a 2005, solo tres de 81 mujeres eran negras. Mediante un comunicado, Condé NAst señaló que de 2017 a 2020, el 32 por ciento de las portadas de Vogue incluyeron a mujeres negras.

Los exempleados de Vogue dijeron que, en años recientes, Wintour no se ha mantenido al ritmo de las actitudes cambiantes de la sociedad en torno a asuntos de racismo y discriminación. En una fiesta de la Semana de la Moda de Londres organizada por Burberry en febrero de 2017, la estrella de la telerrealidad Kendall Jenner apareció con una nueva apariencia: dientes dorados falsos. Vogue señaló esa elección en un artículo casual en línea escrito por una colaboradora blanca: “Los dientes destellantes parecían un guiño juguetón a la estética libre de la ciudad, o quizá un beso proverbial para su supuesto novio, A$AP Rocky”.

Un miembro negro del personal se puso en contacto con uno de los ejecutivos de la revista para objetar, pues dijo que el artículo respaldaba de manera insensible un caso de apropiación cultural, de acuerdo con correos electrónicos obtenidos por The New York Times. Otros miembros del personal le hicieron saber a Wintour lo ocurrido con el artículo, y un editor adjunto explicó por correo electrónico por qué algunas personas del personal y en las redes sociales habían reaccionado de manera negativa: “Si Kendall quiere hacer algo estúpido, es su problema, pero nuestros colaboradores (especialmente los blancos) no deben participar, ensalzar la situación ni respaldarla con explicaciones que resulten culturalmente insensibles”.

Wintour al parecer no entendió el asunto. Después de varios intercambios, escribió: “Honestamente, no sé cuál es el problema”.

Condé Nast comentó mediante un comunicado: “La cobertura en sí misma no es apropiación cultural”.

No obstante, el contenido de Vogue ha sido acusado precisamente de eso. La edición de marzo de 2017 incluyó a Karlie Kloss, una modelo blanca, con un atuendo de geisha, el rostro maquillado de blanco y el cabello teñido de negro, una forma flagrante de apropiación de la cultura asiática. Los lectores condenaron la portada, que fue fotografiada en Japón por Mikael Jansson e incluía una fotografía de Kloss con un luchador de sumo. The Cut, el sitio de moda de New York Magazine, fue uno de los muchos críticos, y escribió: “Algo es seguro. Adoptar la diversidad no significa presentar a Karlie Kloss como una geisha”.

Un ejecutivo de recursos humanos de Condé Nast a cargo del programa de diversidad de la compañía recopiló varias quejas y alertó a Wintour. De acuerdo con tres personas que tienen información directa sobre el intercambio, Wintour respondió que se hacía totalmente responsable, pero añadió que la sesión fotográfica no pudo haberse eliminado debido a su “enorme costo”.

En el otoño de 2017, hubo otro intercambio incómodo en torno a la raza entre Wintour y el personal de Vogue. Se trató de una sesión fotográfica realizada por Patrick Demarchelier en la que se mostró a varias modelos negras que llevaban puestos pañuelos en la cabeza.

Mientras Wintour decidía si debía publicar las imágenes, le preguntó por correo electrónico a un empleado si podrían malinterpretarse como racistas. Sin embargo, arruinó el intento al usar un término anticuado y ofensivo: “No quiero usar una ofensa inapropiada, pero me vino a la mente la palabra ‘negrita’”, escribió Wintour.

Mediante un comunicado, Wintour dijo: “Estaba tratando de expresar mi preocupación por la manera en que nuestros lectores pudieron haber interpretado una fotografía y haber planteado el asunto como tema de debate, y usé un término ofensivo. Por eso me disculpo sinceramente”.

En el correo electrónico de 2017, Wintour pidió que una miembro negra del personal evaluara la sesión fotográfica. La empleada, una asistente, les dijo a sus superiores que la sesión era adecuada. El verdadero problema, continuó, de acuerdo con varias personas que saben de la reunión, era por qué le habían pedido a una persona con un bajo puesto como ella que la evaluara. En la habitación se vivió un silencio incómodo.

‘Una mujer colonial’

Para Wintour, descendiente de la nobleza británica y recientemente nombrada Dama Comandante de la Orden del Imperio Británico, el ritmo del actual momento de protesta puede ser un desafío. Pero también es hija del editor de un periódico londinense y el avance de su carrera se ha basado en anticiparse y responder hábilmente a las tendencias culturales.

En 2016, Wintour hizo un cambio en su grupo de asistentes. (Durante muchos años, trabajó con tres asistentes, pero desde hace poco tiene solo dos). Ese año, según tres empleados de Condé Nast, le dijo al departamento de recursos humanos de la empresa que su próximo asistente debía ser negro. A la postre, la mayoría de sus asistentes eran personas de color, según dijeron las personas que saben del asunto. El trabajo es muy solicitado, un paso hacia puestos más altos en la moda y los medios de comunicación pero, debido a que es poco remunerado, por lo general se destina a mujeres de familias ricas. La visión de los nuevos ayudantes de Wintour marcó un vívido contraste con las contrataciones habituales de Vogue.

El mes pasado, Wintour remplazó a Stuart Emmrich, exeditor de la sección Styles del Times, como editor del sitio web de Vogue con Chioma Nnadi, una mujer negra que había sido directora de moda de la revista. Y en agosto, Wintour fue esencial en la contratación de la ejecutiva superestrella del mundo editorial Dawn Davis, que es negra, como editora de Bon Appétit. (Ella remplazó a Adam Rapoport, quien renunció bajo presión en junio después de que los empleados lo acusaran de dirigir un lugar de trabajo discriminatorio).

Mediante un comunicado, Condé Nast dijo que el 42 por ciento de sus editores en jefe ahora eran personas de color —todos ellos designados por Wintour— y que todas las sesiones fotográficas son supervisadas en última instancia por Raúl Martínez, el director creativo corporativo, hijo de migrantes cubanos.

Algunas de las relaciones de Wintour con los editores negros han sido difíciles. André Leon Talley, titán de la moda, fue una de las personalidades más reconocidas de Vogue, y a menudo se le veía sentado junto a Wintour en primera fila en desfiles de moda en París, Milán y Nueva York. Ella le prodigó apoyo profesional y financiero a Talley, pero los dos tuvieron una riña, y él dejó la revista en 2013.

Este año, publicó un libro de memorias, “The Chiffon Trenches”, que se lee en parte como una mordaz crítica de la industria de la moda por su blancura. Durante una entrevista promocional, el conductor de un podcast le preguntó a Talley sobre la disculpa de Wintour por el contenido “hiriente o intolerante” de Vogue. “Anna Wintour es una mujer colonial”, respondió Talley. “Ella es parte de un entorno de colonialismo. Se siente con derechos distintos, y creo que nunca dejara que nada ponga en riesgo su privilegio de ser blanca”.

Edward Enninful, editor negro de Condé Nast que ha dirigido la edición británica de Vogue desde 2017, forma parte de la próxima generación de líderes de Condé Nast y a menudo se le menciona como posible sucesor de Wintour en la edición insignia de la revista en Estados Unidos. Se dice que ambos tienen una relación de trabajo difícil, según personas de Nueva York y Londres que han observado directamente su dinámica. (En julio, Enninful dijo que un guardia de seguridad en la oficina de Londres de Condé Nast lo discriminó por su raza, diciéndole: “Usa el muelle de carga”. Enninful describió el incidente en Instagram, y escribió: “El cambio debe ocurrir ahora”. Condé Nast despidió al guardia, dijo. Después, la publicación fue eliminada).

Un verano de descontento

El asesinato de Floyd desencadenó debates difíciles sobre la raza y la diversidad en revistas y periódicos de todo el país, incluido el Times. Los empleados de todo el mundo se han vuelto más expresivos acerca de lo que consideran que son actitudes racistas en el lugar de trabajo.

En Condé Nast, Bon Appétit, una fuente de ganancias cada vez más importante gracias, en parte, a sus populares videos de cocina, ha sido el centro de la disidencia en los últimos meses, y muchos de sus empleados han renunciado a manera de protesta. Antes de contratar a Davis para dirigir la revista, Wintour vigilaba de cerca sus operaciones editoriales, según la gente que trabajaba en la propiedad.

En ese momento, la gente de color que había aparecido en los videos se quejó de que se le pagaba menos que a sus colegas blancos y que Bon Appétit había “blanqueado” sus recetas, una tendencia en el periodismo gastronómico en la que los platillos étnicos son transformados desde una perspectiva blanca. Los lectores inundaron la sección de comentarios de la cuenta de Instagram de Bon Appétit con mensajes de apoyo para los que se quejaban.

En una publicación de la cuenta de Bon Appétit, Priya Krishna, una escritora independiente que había acusado a Condé Nast de desigualdad en los sueldos, fue citada con la siguiente frase: “Me he visto obligada a pensar más allá de mí misma y de mi identidad durante toda mi carrera. Entonces, ¿por qué los editores blancos no pueden cambiar su mentalidad ahora?”.

Wintour pidió que se retirara el artículo, según los mensajes internos por Slack de Condé Nast. No obstante, para cuando lo solicitó, la publicación de Krishna había estado en línea durante horas, y a Wintour le advirtieron que su eliminación solo atraería más atención. El equipo de redes sociales sugirió que se publicara nuevo contenido que hiciera descender el artículo en los canales de noticias de los usuarios. Wintour aprobó el plan, según dos personas que participaron en la conversación.

Los asistentes de Condé Nast soportan horas agotadoras y tareas humillantes, un trabajo satirizado en “El diablo viste a la moda”, una novela éxito en ventas de una exasistente de Wintour que más tarde fue adaptada como una exitosa película protagonizada por Meryl Streep en el papel de la jefa exigente. Las novatadas son vistas como un rito de iniciación, parte de por qué la compañía tiene el apodo de “Condé Nasty (desagradable)”. Y aunque los empleados negros reconocen todo eso, dicen que la raza complica las cosas.

A los empleados negros a menudo se les pide que participen, o simplemente que se presenten a reuniones de alto nivel, una práctica corporativa conocida como “fronting” (servir de fachada), según dijeron seis personas entrevistadas para este artículo. En Vogue, se les ha pedido que opinen sobre las imágenes de la portada o que participen en debates con anunciantes, foros que no suelen requerir la intervención de empleados subalternos.

Mediante un comunicado, Condé Nast dijo: “Anna y Vogue, y todos los líderes de nuestras marcas han hecho esfuerzos concertados para generar inclusión en todo lo que hacemos todos los días”.

En 2016, la actriz Lupita Nyong’o estuvo en la oficina de Vogue en el One World Trade Center en el Bajo Manhattan para hablar de una sesión fotográfica prevista. Nyong’o se reunió con los principales editores, que habían propuesto fotografiarla en su país natal, Kenia, junto con algunos miembros de su familia. El artículo adjunto también se centraría en su familia.

Nyong’o expresó preocupación por la forma en que se retrataría a su familia, pues dijo que temía que pudieran aparecer como adornos culturales, según varias personas que tuvieron conocimiento sobre la reunión. Después de una larga pausa, una editora de bajo nivel, el único miembro del personal de raza negra en la sala, alzó la voz. Dirigiéndose a la actriz, sugirió que la sesión fotográfica sería una oportunidad para mostrar África, algo extraordinario en cualquier revista estadounidense, ya ni hablar de Vogue.

This article originally appeared in The New York Times.

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