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Una infección superresistente está acompañando a la COVID-19 en los hospitales de EEUU

Candida auris fungi, emerging multidrug resistant fungus, 3D illustration
Candida auris fungi, emerging multidrug resistant fungus, 3D illustration

Una explosión de casos de infección por un patógeno resistente a los antibióticos es lo último que necesitamos. Menos aún si los casos se dan en hospitales, si la gente que se contagia son pacientes y sanitarios. Pero es lo que está pasando: las infecciones por Candida auris, una levadura que puede provocar muchos problemas de salud e incluso la muerte, ha aumentado un 400% comparado con el último año del que hay datos publicados, que fue 2018.

La cifra de 400% asusta. Y más si tenemos en cuenta que, tal vez, sea aún mayor. Otra de las cosas que ha traído la pandemia es una paralización en los sistemas de monitorización y alerta temprana de infecciones nosocomiales, las que tienen lugar en entornos hospitalarios.

Vale, pero ¿qué es Candida auris? Las levaduras del género Candida son conocidas, como la que provoca la candidiasis vaginal. Por norma general, provocan dolencias leves salvo en pacientes que ya se encuentren debilitados. No es el caso de C. auris.

Candida auris provoca una infección mucho más grave y peligrosa. No hay mucha literatura científica, ya que la especie se descubrió en 2009, pero las tasas de mortalidad que se manejan van desde el 30%, que parece la más acertada, hasta el 60%. Que es una barbaridad.

Esta levadura puede colonizar a un paciente a partir de heridas abiertas u orificios corporales como el oído. Desde allí comienza a llegar a otras zonas del cuerpo, donde puede ser mucho más dañina, especialmente si entra en el torrente sanguíneo. Y dado que está presente en hospitales, donde los pacientes están intubados o tienen vías conectadas a sus venas, nos podemos imaginar el peligro. También tiene la capacidad de quedarse en la piel de una persona, sin provocar mayores problemas, hasta que despliega todo su potencial. Asintomáticos para la levadura, vaya.

Deshacerse de ella no es fácil. Una vez que ha llegado a un hospital, resulta complejo desinfectarlo y conseguir limpiar el lugar de su presencia.

Y por si fuese poco, es resistente a la mayoría de tratamientos. Hablando con propiedad tendríamos que decir que muchas variantes o cepas son resistentes a estos tratamientos, porque de C. auris se conocen varias cepas.

Cuando hablamos de tratamientos, especialmente cuando son antibióticos – antifúngicos en este caso, porque las levaduras son hongos – hablamos de tratamientos de primera línea, o de segunda o tercera línea.

Se tiene que empezar por el tratamiento de primera línea, que es el más aceptado por la comunidad científica. Es el que cura, provocando el menor número de efectos secundarios y del que se conocen menos alergias e interacciones. Si esta primera línea no funciona, se pasa a la segunda línea, que ya tiene más inconvenientes. Y así sucesivamente.

Pues bien, la mayoría de cepas o variantes de C. auris resisten sin problemas los tratamientos de primera línea, y un número casi igual los de segunda línea. Incluso otras resisten los de tercera línea. Y lo que se suele hacer es dar una combinación de antifúngicos de primera, segunda y tercera línea, que suelen acabar con la levadura, pero no sin generar problemas.

Y todo esto está pasando en los hospitales. En el mismo lugar en el que se trata a los pacientes de COVID, que suelen ver sus sistemas inmunes muy debilitados como resultado de la infección. También otros pacientes con otras enfermedades, claro, pero la gran cantidad de pacientes COVID suponen un problema especial.

Así están las cosas en los hospitales estadounidenses. ¿Y en Europa? De momento, no hay datos. Y tal vez C. auris no esté siendo un problema. Pero pensar que enfermedades nosocomiales no lo están siendo, no parece realista.

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