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Una infanta compositora y feminista: María Luisa de Borbón

<span class="caption">María Luisa de Borbón, Reina de Etruria (Vincenzo Camuccini, 1817). </span> <span class="attribution"><a class="link " href="https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Maria_Luisa_of_Spain,_duchess_of_Lucca.jpg" rel="nofollow noopener" target="_blank" data-ylk="slk:Wikimedia Commons / Galleria d'arte moderna di Firenze;elm:context_link;itc:0;sec:content-canvas">Wikimedia Commons / Galleria d'arte moderna di Firenze</a></span>

Hace exactamente doscientos años, en 1821, se copiaban sobre papel italiano las sinfonías más antiguas conocidas de una compositora española. Su nombre aparece en los libros de historia política, y su rostro lo habrán visto en La familia de Carlos IV de Goya.

Se trata de María Luisa de Borbón (San Ildefonso, Segovia, 1782 – Roma, 1824), Infanta de España, Reina de Etruria y Duquesa de Lucca.

Gobernó en Florencia, se enfrentó a Napoleón, quien la encerró en un monasterio durante casi dos años, y reivindicó sus derechos dinásticos en unas memorias publicadas en cinco idiomas.

Pero también merece ser recordada en la historia del arte, la de la música e incluso la del feminismo. De hecho, su figura revela el activo papel de las mujeres en la vida cultural de principios del siglo XIX. Durante los 20 años que residió en Italia, fundó dos centros de enseñanza femenina y patrocinó a numerosos artistas, incluidas mujeres que, como ella, se adentraron en terrenos dominados por figuras masculinas.

Música en familia

María Luisa de Borbón se formó en una corte marcadamente melómana, la de sus padres Carlos IV y María Luisa de Parma, aficionados respectivamente al violín y al canto.

La infanta estudió canto y piano con los mejores maestros, como Francesco Federici, y participaba activamente en las frecuentes veladas de música de cámara, junto a familiares y amigos. Entre ellos estaba su primo Luis de Parma, llegado a la corte española con la misión de elegir esposa. Pronto se decantó por María Luisa, con quien compartía una intensa pasión por la música. Juntos cantaban, tocaban el teclado a cuatro manos y coleccionaban partituras del repertorio más moderno, internacional y variado del momento.

Reina en Florencia

En 1801, Luis fue coronado Rey de Etruria, estado satélite de la Francia napoleónica establecido sobre Toscana. Se trasladaron con todas sus partituras al Palacio Pitti de Florencia. Encargaron nuevas decoraciones a artistas de renombre, como el escultor Antonio Canòva, y adquirieron los últimos modelos de fortepianos (antecesores del piano actual). Pero Luis, que padecía de epilepsia, falleció sólo dos años después, dejando a María Luisa viuda a los 20 años, con dos hijos pequeños y la responsabilidad de gobernar como Regente.

Mecenazgo feminista

Durante sus etapas como Reina de Etruria y Duquesa de Lucca, María Luisa ejerció un intenso mecenazgo de las artes, patrocinando a arquitectos, escultores, pintores y compositores cuyos nombres han pasado a la historia.

Destacan el mencionado Canòva o el propio Gioachino Rossini, a quien encargó una ópera que nunca llegó a completar.

Pero esta infanta también apoyó la carrera de artistas cuyos nombres han permanecido en la sombra por el hecho de ser mujeres, como la pintora Matilde Malenchini, la poetisa y bailarina Teresa Bandettini o la compositora Anna Marchi (hasta ahora desconocida).

Melómana y compositora

María Luisa de Borbón prestó especial atención a la música, ejerciendo no sólo de mecenas y coleccionista, sino también de intérprete y compositora. Reunió una colección de más de 2 000 partituras, tocaba el teclado prácticamente a diario y organizaba reuniones musicales con otras damas aficionadas, entre ellas su hija Luisa Carlota.

Significativamente, al ser nombrada Duquesa de Lucca en 1817, María Luisa se hizo retratar por el pintor de moda, Vincenzo Camuccini, con una partitura de música instrumental. Esta era considerada mucho más intelectual y compleja que la música para canto y piano, propia de la educación femenina de la época. Y es que ella misma compuso nada menos que cuatro “sinfonías” u oberturas para orquesta completa, con una plantilla de hasta veinte instrumentos.

Estas obras (las únicas conocidas de la infanta) son de las más tempranas entre los compositores españoles en imitar el estilo de Rossini, aunque sin renunciar a sonoridades típicamente españolas, como el esquema musical del fandango.

Veladas musicales

La colección musical de la infanta, conservada en la Biblioteca Palatina de Parma, brinda una oportunidad única para reconstruir las veladas de música de cámara que compartían las mujeres de la época. Su mentalidad e intereses, reflejados por los textos líricos, podrían sorprender al oyente actual. Por ejemplo, la letra anónima de “Aquel que gime y suspira”, con música de Andrés Rosquellas, gira en torno a la libertad femenina en materia amorosa, repitiendo irónicamente los versos “entre amar y aborrecer/ prefiero mi libertad”.

Esta fue una de las canciones seleccionadas para el concierto-conferencia “Son regina e sono amante”, creado para la Real Academia de España en Roma en 2017. Toma su título de un aria dedicada a la infanta sobre el tema de Dido de Cartago, heroína femenina que, como ella, gobernó en solitario y defendió su autonomía. El espectáculo atrajo la atención de patrocinadores internacionales, generando una serie de siete conciertos en escenarios privilegiados, como Villa Adriana en Tivoli o el Real Sitio de La Granja de San Ildefonso.

Sinfonías en femenino

Por supuesto, la recuperación práctica de esta colección musical también ha incluido las sinfonías de la propia infanta. Ha sido necesario realizar su edición crítica, es decir, una especie de restauración de las partituras a partir de manuscritos plagados de errores y omisiones.

Esta edición (que publicará próximamente el Instituto Complutense de Ciencias Musicales) permite a los músicos actuales interpretar esta música olvidada por primera vez en tiempos modernos. Por ejemplo, la Sinfonía 1 fue estrenada en el bicentenario del Museo Nacional del Prado por la orquesta historicista La Tempestad, dirigida por una mujer (Silvia Márquez).

El próximo 24 de julio, los mismos intérpretes estrenarán la Sinfonía 2 y la Sinfonía 3 de la Reina de Etruria, celebrando los 200 años de su composición. Será en el concierto “Sinfonía en femenino”, patrocinado por Patrimonio Nacional, en un lugar muy simbólico en relación con la familia real: el Monasterio de El Escorial, precisamente el lugar donde María Luisa de Borbón descansa para siempre.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

Ana Lombardía recibió en 2017 una beca de la Real Academia de España en Roma (Ministerio de Asuntos Exteriores) para iniciar esta investigación. La beca tuvo una duración de 3 meses, con un salario de 1.200 euros mensuales.