Hay bastantes probabilidades de que hayas besado a una joven francesa ahogada en el siglo XIX

La desconocida del Sena (<i>L'inconnue de la Seine</i>) - imagen creative commons vista en Wikipedia.
La desconocida del Sena (L'inconnue de la Seine) - imagen creative commons vista en Wikipedia.

Probablemente el rostro de la mujer parisina que aparece en la imagen superior, cuyas facciones fueron capturadas para siempre en una máscara de cera no te diga nada, pero hay una probabilidad bastante alta de que la hayas besado. Todo un extraño contrasentido teniendo en cuenta que pertenece a una joven desconocida cuyo cadáver apareció flotando en el río Sena a finales de la década de 1880.

Cuando rescataron el cuerpo de la joven, que aparentaba tener menos de 20 años, nadie parecía conocerla. ¿Qué hicieron entonces? Desde luego nada de hacerle un análisis de ADN, o poner un anuncio en internet mostrando su foto, porque a esas tecnologías les faltaba aún un siglo para aparecer.

En aquella época cuando nadie reclamaba el cuerpo de los ahogados, algo que sucedía con bastante frecuencia, se les exhibía públicamente en una sala de la morgue municipal toscamente refrigerada, donde a través de una ventana el pueblo podía contemplar el macabro espectáculo. A juzgar por las crónicas históricas, el pasatiempo era de lo más popular.

Si alguien tenía la fortuna de ser reconocido, sus familiares podían decir aquello de “envuélvalo que me lo llevo” (a todos los demás les esperaba un anónimo agujero en la zona más mísera del cementerio municipal). Este no fue el caso de la joven desconocida, de modo que su cuerpo no fue reclamado, aunque ese no es el final de la historia.

Su cadáver permaneció expuesto unos días, concitando un interés desmesurado entre la población, maravillados por la extraña serenidad que desprendía.

Grabado de finales del siglo XIX mostrando la sala de la morgue parisina en la que se exponían los cadáveres de personas no identificadas. (Crédito imagen merreader.emol.cl).
Grabado de finales del siglo XIX mostrando la sala de la morgue parisina en la que se exponían los cadáveres de personas no identificadas. (Crédito imagen merreader.emol.cl).

Podremos entender entonces que el encargado de la morgue que custodiaba su cadáver quedara prendado por la joven dama desconocida, cuya enigmática sonrisa impactaba incluso estando muerta. Tan maravillado quedó con la belleza de aquella “Mona Lisa del Sena”, que encargó una máscara mortuoria de cera para preservar su imagen ad aeternum. Después surgió la leyenda.

Y es que no hubo que esperar demasiado antes de que se comenzaran a comercializar máscaras y bustos en yeso basados en el rostro de la ahogada por todo París. Así pues la joven desconocida pasó a convertirse en una especie de souvenir romántico entre la burguesía de la capital francesa. El pueblo llano se entretenía imaginando identidades para aquella misteriosa muchacha y varios poetas y novelistas quedaron hechizados por el embrujo de “l’inconnue de la Seine”.

La popularidad del rostro perduró durante décadas, y aún hoy pueden adquirirse figuras con el rostro de la Desconocida del Sena en el popular taller de arte parisino “Lorenzi”. Pero ese tampoco es el final de la historia.

En 1950 un fabricante de juguetes noruego llamado Asmund Sigurd Laerdal comenzó a experimentar con el plástico blando, creando muñecas como la conocida “Anne” que se hicieron muy populares en la época. ¿Adivináis la fuente de la inspiración para el rostro dela muñeca Anne? Efectivamente, nuestra joven desconocida del Sena.

Pero aún hay más. Cuando en 1960 Laerdal dio un giro a su actividad comercial y se centró en la fabricación de equipos de salvamento, el rostro de la Inconnue seguía ahí, dando personalidad al primer maniquí de prácticas para la maniobra de recuperación pulmonar de la historia (más tarde el modelo se haría más complejo para añadir funcionalidad cardiaca).

Hoy en día, los maniquís que todos los estudiantes de primeros auxilios emplean para practicar la maniobra de recuperación cardiopulmonar son herederos de aquella primera muñeca diseñada por Laerdal, bautizada como Resusci-Anne.

Uno de los primeros modelos de Resusci Anne diseñados por Asmund Laerdal. (Imagen vista en dotmed.com de un ejemplar en venta para coleccionistas).
Uno de los primeros modelos de Resusci Anne diseñados por Asmund Laerdal. (Imagen vista en dotmed.com de un ejemplar en venta para coleccionistas).

¿Entendéis ahora porque el rostro de nuestra desconocida muchacha es probablemente el más besado de la historia? Toda una generación aprendió a hacer el “boca a boca” con ella, de hecho se cree que el entrenamiento que muchos de ellos hicieron con esta muñeca ha servido para salvarle la vida a más de dos millones y medio de personas en el mundo.

No soy creyente, pero estoy convencido de que si existiese un más allá en el que la pobre muchacha pudiera conocer su historia post mortem, apuesto a que seguiría sonriendo.

Me enteré leyendo IFLScience.

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