La incesante violencia en el noreste de RD Congo: cientos de muertos en 2020

Kinshasa, 12 sep (EFE).- Bien por ataques de rebeldes ugandeses o por milicias de índole étnica que buscan el control de la tierra, la violencia no da tregua en el noreste de la República Democrática del Congo (RDC), donde este año ha causado cientos de muertos.

Los rebeldes ugandeses de las Fuerzas Democráticas Aliadas (ADF), un grupo musulmán radicalizado que se formó contra el presidente de Uganda, Yoweri Museveni, pero que ahora opera en la zona congoleña de Beni, en la provincia de Kivu del Norte, lleva meses en guerra con el Ejército que intenta, una vez más, acabar con ellos.

En lo que va de año, este grupo, que aprovecha las fronteras porosas y las montañas selváticas para sus incursiones, ha asesinado a más de 200 personas -según el recuento de Efe- y protagonizado 415 ataques (más que en 2019), de acuerdo con Kivu Security, una plataforma impulsada por el Grupo de Investigación sobre el Congo de la Universidad de Nueva York y Human Rights Watch (HRW).

UNA OFENSIVA MILITAR AÚN SIN FRUTOS

"La estrategia de estos grupos armados es atacar a la población aleatoriamente para disuadir al Ejército", explica a Efe el portavoz de la misión de la ONU en la RDC (MONUSCO) Mathias Gillman.

El Ejército emprendió hace un año una gran ofensiva contra este grupo armado, cuyos ataques en el noreste congoleño han sido reivindicados por el Estado Islámico (EI), aunque las propias ADF raramente se atribuyen la autoría.

Esa operación ha provocado que los ataques en venganza se multipliquen y la situación se complique sobre el terreno.

"Nosotros seguimos apoyando al Ejército en nuestro mandato como MONUSCO hasta el final, que es neutralizar a los grupos armados para restaurar la autoridad del Estado", asegura Gillman.

Pero la MONUSCO no tiene mandato para atacar y en muchas ocasiones se limita a aportar asesoramiento logístico y de inteligencia, lo que ha enfurecido a una población que ve, día tras día, como grupos armados incurren en sus tierras ante la inacción de la ONU y la respuesta tardía de las Fuerzas Armadas congoleñas.

El último ataque de los rebeldes ugandeses, perpetrado el pasado jueves, dejó 35 muertos en una población de la vecina provincia de Ituri. La dinámica es siempre la misma: incursión, ataques a las cabañas con machetes, muchos civiles decapitados y huida.

A pesar de que en el noreste congoleño operan más de un centenar de grupos armados, fruto de antiguas guerrillas extranjeras, grupos de autodefensa comunitaria o simples criminales, las ADF, formadas en 1996 y casi neutralizadas en varias ocasiones de su historia, siguen siendo el más letal.

CONFLICTOS ARMADOS POR LA TIERRA

A los problemas en Beni se ha sumado en los últimos meses un auge de los ataques en Ituri, donde los choques entre dos comunidades han acabado en la formación de grupos de autodefensa y milicias que ya actúan sin pudor causando muertos bajo total impunidad.

Según la coordinadora de la sociedad civil de Ituri, Marie Noëlla Nyaloka, sólo en julio y agosto las dos principales milicias, la Cooperación por el Desarrollo del Congo (Codeco) y la Fuerza Patriótica e Integracionista del Congo (FPIC), mataron a 280 personas y secuestraron a otras 95.

Una de las principales causas de los enfrentamientos es la repartición de tierras y de recursos naturales entre lendu y hemas, las dos grandes etnias de la zona, un contencioso histórico que ya provocó el llamado "conflicto de Ituri", que generó 50.000 muertes, según la ONU, y que se llegó a comparar con las sangrientas rivalidades entre hutus y tutsis en Ruanda.

El conflicto entre lendus y hemas se remonta a finales de los años 90, cuando las tropas ugandesas presentes en la RDC por la Segunda Guerra del Congo (1998-2003) decidieron poner a un hema, que es el grupo minoritario en la zona, como jefe administrador de Ituri, una provincia muy rica en minerales, sobre todo en oro.

Las dos comunidades comparten una lengua común y se han unido en matrimonios mixtos.

"Gran parte del derramamiento de sangre tiene sus raíces en la competencia por las minas de oro de Ituri, que han sido durante mucho tiempo una fuente de ingresos para exrebeldes, políticos congoleños y militares involucrados en el contrabando con países vecinos", explica a Efe el representante de HRW en la RDC, Thomas Fessy.

El conflicto late desde finales de 2017, pero la muerte del jefe de Codeco, milicia de la comunidad lendu que nació como estructura de apoyo a los agricultores de esa etnia, Justin Ngudjolo, a manos del Ejército congoleño el pasado marzo, lo ha avivado.

SIN JUSTICIA NI DEFENSA PARA LAS VÍCTIMAS

"La impunidad que reina no hace más que alimentar esta violencia, incluso cuando los abusos cometidos son crímenes graves", alega el representante de HRW, quien indica que el sentimiento compartido de la población es el de completo abandono del Estado, sin contar los propios crímenes cometidos por las Fuerzas Armadas.

"Es igualmente crucial que las tropas congoleñas respeten los derechos humanos para que puedan ser parte de la solución en lugar de agravar la situación", añade Fessy.

El Ejército se defiende insistiendo en que siguen anclados a su labor de defender al pueblo congoleño: "Somos un Ejército organizado. Nuestros deberes son bien conocidos. Las ADF, la Codeco y los demás grupos armados no representan nada. Ya están debilitados y por eso precisamente atacan a la población civil", responde a Efe en tono moderado el portavoz castrense, teniente Mak Hazukay.

Según su relato, la mayoría de grupos armados buscan la supervivencia, "sin reivindicaciones claras" y solo buscan medios para poder mantenerse.

"Como prueba, la mayoría de ellos están basados en zonas mineras y pueden ser manipulados por actores políticos; como consecuencia acaban reclutando a la fuerza a niños y otro tipo de pifias", alega el militar.

A pesar de estas afirmaciones, los congoleños siguen muriendo y teniendo que huir de sus casas cada noche que hay una incursión.

Desde el lanzamiento el pasado 30 de octubre de las grandes operaciones militares, apoyadas por "cascos azules" de la MONUSCO, contra grupos armados en varias zonas del noreste congoleño, la ONG local Centro de Estudios por la Promoción de la Paz, la Democracia y los Derechos Humanos (CEPADHO) ha contabilizado 824 civiles muertos.

Los problemas de hoy son el legado de conflictos que no se solucionaron a comienzos de este milenio por falta de voluntad política y que siguen cobrándose vidas e impidiendo que esta zona de RDC siga, décadas después, inmersa en una guerra silenciosa.

Prince Yassa

(c) Agencia EFE