El impacto cultural de Kamala Harris

La senadora Kamala Harris con reporteros en la sala de prensa después del primer debate de las primarias demócratas en Miami, Florida, el 27 de junio de 2019. (Damon Winter / The New York Times)
La senadora Kamala Harris con reporteros en la sala de prensa después del primer debate de las primarias demócratas en Miami, Florida, el 27 de junio de 2019. (Damon Winter / The New York Times)

Joe Biden decidió elegir como compañera de fórmula a Kamala Harris, hija de padre jamaiquino y de madre de Asia meridional, ambos inmigrantes, lo cual es un hecho histórico e inspirador.

Biden tenía un exceso de calidad entre sus opciones. Cualquiera de las principales contendientes, entre las que había otras mujeres negras y asiáticas, habría sido una elección muy buena.

Sin embargo, Harris tiene el beneficio de ser una lideresa determinada, una verdadera luchadora que ya se ha fogueado en este ciclo electoral.

Aun así, resulta importante evaluar no solo el impacto de sus posturas políticas y sus credenciales, sino también la resonancia cultural de su elección. Ella es la primera mujer negra que ocupa esa posición en la fórmula presidencial de uno de los partidos principales, y está orgullosa de su herencia mestiza. Esto tiene importantes ventajas, pero también conlleva algunas complejidades.

Primero, permítanme condicionar todo lo que sigue afirmando algo de manera clara: desearía que las políticas públicas fueran el motor principal de todas nuestras decisiones electorales y que la personalidad, la historia personal y las pasiones fueran consideraciones mínimas. Pero las ilusiones solo son eso. Desafortunada y tristemente, la presentación de un candidato tiene una enorme importancia en nuestras elecciones.

Dicho esto, algo que Harris aporta a la propuesta demócrata es el entusiasmo que genera, y eso no es poca cosa. Uno de los errores de Hillary Clinton en 2016 fue la elección de Tim Kaine como su compañero de fórmula. No importa cuán buena persona sea, cuán sólido sea su currículo o cuán buena fuera la química entre los dos, su nombramiento como candidato a la vicepresidencia cayó como un globo desinflado. Su elección no despertó ningún entusiasmo real.

Harris genera mucho entusiasmo, lo que Biden necesita con urgencia, en especial entre quienes aprecian la inclusión. Es una mujer inteligente y exitosa que sin duda atraerá a muchas otras mujeres, particularmente cuando comiencen los inevitables ataques sexistas.

Pero el sexismo es un problema obstinado e insidioso en la sociedad, y el beneficio que esta fórmula obtiene del hecho de que ella sea mujer puede ser contrarrestado por el sombrío sesgo de género que contribuyó a socavar a Clinton.

La historia de Harris, quien es mestiza, hija de inmigrantes y parte de un matrimonio interracial (su esposo es blanco), también tiene atractivo, sobre todo en las grandes ciudades liberales de Estados Unidos, que atraen a muchos inmigrantes. Además, es multirracial en un momento en que están en ascenso muchas otras personas que se identifican como multirraciales, en especial en la zona occidental del país, de donde es Harris.

En el sur, su asombrosa historia, que es muy estadounidense, podría enfrentar cierta resistencia por parte de quienes miran con recelo historias similares aunque nunca lo verbalizan. Los estados del sur, con las notables excepciones de Texas y Florida, tienen la menor cantidad de inmigrantes y sus residentes son los que más se oponen al matrimonio interracial.

La mayoría de los estados sureños no son pendulares, pero me parece que, si bien la votación es más importante dentro de los estados, los “sentimientos” amorfos que la gente tiene sobre un candidato, positivos o negativos, trascienden el ámbito estatal y se extienden por todo el país.

Al igual que les sucede a muchas personas de raza mixta en Estados Unidos, Harris ha tomado decisiones de identidad que la vinculan con partes específicas de sí misma y ha encontrado la manera de crear una unidad entre ambas ascendencias.

Harris decidió estudiar en una universidad históricamente negra e ingresar a una prominente y poderosa hermandad de mujeres negras. Eso debería otorgarle el visto bueno de muchos afroestadounidenses, en particular de las mujeres. Pero debe agregarse a la ecuación el hecho de que algunos afroestadounidenses, en particular hombres, todavía tienen reservas sobre su historial como fiscal.

Eso es algo que debe tomarse en cuenta. Aunque las personas negras, como grupo, casi siempre votan por los candidatos presidenciales demócratas, la brecha entre hombres y mujeres negros ha ido creciendo en las últimas elecciones. Según las encuestas a boca de urna de 2008, esa brecha era de solo un punto porcentual. En 2012, fue de 9 puntos porcentuales. En 2016, fue de 12.

Durante ese periodo, el apoyo de las mujeres negras al candidato demócrata se mantuvo relativamente estable, del 96 al 94 por ciento. Fue el apoyo de los hombres negros el que cayó de manera notoria.

El historial de Harris en el Senado ha sido ejemplar, incluso en el tema de la justicia social. Si solo fuera juzgada por ese capítulo de su vida y no por el anterior, todo esto no sería un problema. No obstante, sabemos muy bien que ese no será el caso.

Trump cree que tiene oportunidad de ganar unos cuantos puntos porcentuales con los hombres negros mediante su enfoque en la economía, sus propios avances en la reforma de la justicia penal y su demonización de los inmigrantes latinoamericanos como amenazas para la prosperidad de los afroestadounidenses. Incluso la extraña incursión de Kanye West influye en esto.

Además, sería un error asumir que hay una conexión entre las recientes manifestaciones por la justicia racial y la reforma policial y Harris. Es posible que los manifestantes no estén en la misma sintonía que ella. En algunos casos, están en sintonías opuestas porque protestan contra un sistema del que Harris fue parte. Biden, con su controvertido historial en materia de justicia penal, ya es un problema.

Y aunque la hermandad de mujeres de Harris, Alpha Kappa Alpha, es poderosa dentro de la comunidad afroestadounidense, las hermandades y fraternidades negras no siempre están alineadas con la clase activista negra.

Muchos líderes de los derechos civiles de la década de 1960 eran miembros de fraternidades y hermandades históricamente negras, como son los casos de Martin Luther King Jr., Ralph Abernathy, Jesse Jackson y Thurgood Marshall. Sin embargo, desde hace décadas, incluso cuando yo estaba en la universidad, ha existido una tensión real entre los jóvenes activistas y esas organizaciones de letras griegas. Spike Lee ilustró esa tensión maravillosamente bien en su película “School Daze”.

Muchos ven a los grupos con nombres de letras griegas como elitistas y desconectados de la realidad, no a la vanguardia de la lucha. (Yo formé parte de uno de esos grupos en la universidad).

Aún nos quedan meses de campaña por delante y solo el resultado de las elecciones nos dirá cuál fue el impacto de que Biden haya escogido a Harris, pero es sensato evitar las simplificaciones exageradas desde el principio. Harris, al igual que cualquier política y cualquier persona, es compleja, y su incorporación a la fórmula presidencial tiene sus pros y sus contras, tanto entre los demócratas como entre las personas negras.

This article originally appeared in The New York Times.

© 2020 The New York Times Company