El sorprendente impacto ecológico del alcohol y la fiesta

La huella de carbono representa el impacto que tiene sobre el clima el desarrollo de una actividad. Su cálculo es el primer paso ineludible para poder trazar un plan de reducción medible cuantitativamente. Según CEROCO2, iniciativa de las ONG ECODES y Acciónatura, se entiende como huella de carbono la cantidad de emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) emitidas de forma directa, o indirecta como consecuencia del desarrollo de una actividad, medido en toneladas de CO2 equivalente.

Llevamos años escuchando recomendaciones sobre cómo actuar para menguar nuestro impacto. Entre ellas suelen estar utilizar el mínimo posible la secadora de ropa, desconectar el cargador del móvil cuando no esté cargando un dispositivo, usar la bicicleta en vez del coche o utilizar bolsas de tela para hacer la compra en el súper. Y entre todas las sugerencias, siempre aparece también que hay que reducir la ingesta de carnes.

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No solo comer carne es malo para el medio ambiente, hay otras costumbres que también golpean al planeta y de las que no se habla tanto. Foto: Getty Images.
No solo comer carne es malo para el medio ambiente, hay otras costumbres que también golpean al planeta y de las que no se habla tanto. Foto: Getty Images.

Pero ¿realmente es tan grave comer carne? Según advierte el informe de más de 100 científicos sobre uso de la tierra divulgado por el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC), organización intergubernamental de Naciones Unidas, el alto consumo de carne vacuna y productos lácteos, especialmente en los países de mayores ingresos, está alimentando la crisis climática de manera clara por los gases que se emiten y la deforestación que se produce. Desde luego, parece razonable que, si queremos conservar el planeta, debemos reducir su consumo.

Pero, aunque la flecha apunta a los consumidores de carne desde hace bastante tiempo, hay otras ‘actitudes’ igual o más perjudiciales que no se citan casi nunca. Un gran ejemplo es que un reciente estudio científico publicado en la revista One Earth afirma que tenemos que asumir que los gases efecto invernadero son el resultado de nuestras decisiones y actitudes. Según su análisis del consumo de 60.000 hogares en Japón, los que tienen una mayor huella de carbono se distinguen porque sus miembros comen fuera de casa dos veces más y porque beben más del triple de alcohol.

Los científicos exponen que la carne fue responsable de alrededor del 30% de la huella de carbono de los hogares estudiados, sin contar la que se consumía fuera de casa. Al final hay muchos factores que afectan a la contaminación que se produce. En la huella que dejamos influye más la actitud y las costumbres que cosas muy concretas. Salir de casa supone mover vehículos, que otros trabajadores muevan los suyos para ir a servirte en bares o restaurantes, que sean transportados los productos a los establecimientos, a veces desde lugares muy lejanos, se conserven gastando electricidad en frigoríficos, se gaste energía en su preparación y se generen residuos. Todo suma.

Como vemos, curiosamente ser casero es ser más sostenible y una actitud menos ‘fiestera’ es mucho más medioambiental. Los hogares más contaminantes emiten 2,31 gramos de CO2 por caloría al año, mientras que los que menos impacto tienen se quedan en 1,26 gramos, en buena medida a actitudes más caseras. Pero claro, a ver quién le dice a los españoles que no salgan ‘de cachondeo’, deporte nacional.

Lo cierto es que a veces ‘se pone de moda criminalizar’ determinadas actitudes y otras se quedan en el olvido. Al final todo nuestro mundo actual está planteado de una forma en que dejamos huella. Es imposible cambiar radicalmente actitudes de todos, sencillamente porque no se han culturizado con un pensamiento medioambiental y porque la gente no está dispuesta a renunciar a determinadas cosas. Pero eso no quiere decir que no se tomen medidas drásticas cuanto antes, y que, sobre todo, se socialice a los niños, concienciándoles de su responsabilidad y de que el futuro es verde, o no será.

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