Ignacio Malcorra, el héroe “vintage” de las mil vidas: se fue de River en busca de minutos, explotó en una sociedad inolvidable y ganó el clásico rosarino para Central
Todo lo que rodea a Ignacio Malcorra remonta a otra época en el fútbol. Su estilo parsimonioso y calmo, correspondiente a su demarcación como número 10 cuando hay cada vez menos exponentes en el puesto. Su corte “rollinga”, un estilo que tuvo su auge a principios de este siglo: un flequillo prolijo, bordes rapados y largo atrás, que algunos también compararon al artista mexicano Peso Pluma. Y también su brillante pegada. Cuando tuvo desde un tiro libre la posibilidad de ganar el clásico para Rosario Central a cinco minutos del cierre no eligió un tiro seco y violento, sino un remate suave, perfectamente medido, inalcanzable para Lucas Hoyos en el arco de Newell’s.
Aquella ejecución desató el delirio de los simpatizantes en el Gigante de Arroyito por un héroe “vintage” de 36 años que, tras su ingreso a los 8 minutos del segundo tiempo, había tenido pocas intervenciones en el juego. Una sola, una magnífica, bastó para ser la diferencia en el partido, y los miembros del cuerpo técnico de Miguel Ángel Russo le retribuyeron la jugada al tirarlo por los aires, como festejan los títulos en Europa. Después, ante los micrófonos de ESPN, el enganche dejó en claro que sintió ese desenlace como algo inevitable del destino: “Me tengo mucha fe en los tiros libres. Los chicos me dejaron patear, y gracias a Dios pudo entrar”.
El golazo de Malcorra para ganar el clásico rosarino
El recorrido de Malcorra también refleja a un jugador que no se cansó de luchar para ganarse el espacio que hoy disfruta. Se formó en las inferiores de River, pero no pudo llegar a debutar por decisiones del entonces DT millonario: “Estaba en la Sub 20 con Pancho Ferraro. Y me decían que tenía que empezar a jugar en Primera, tratar de tener roce de juego para llegar mejor al Mundial de Canadá 2007. El técnico en River era Passarella y bajaban muchos jugadores de Primera a Reserva y a veces ni jugaba en Reserva, sino en la Cuarta, en la Quinta. Y, por el hecho de apurar, dije ‘me voy’”, recordó sobre aquella etapa. Y cumplió, pero lejos de emigrar a Uruguay, como había acordado en principio, partió hacia Comodoro Rivadavia para tener su presentación en CAI.
Su buen rendimiento en el conjunto chubutense lo posicionó primero en Aldosivi y luego en Unión, donde en 2014 despuntó de manera asombrosa. En una conexión telepática con Enrique Triverio en el ataque de Leonardo Madelón, el Tatengue montó una campaña asombrosa que culminó con el ascenso a fin de año. Pero no contentos con eso, la dupla también tomó por asalto la primera división: ese año Malcorra encadenó cuatro partidos al hilo convirtiendo a River, Independiente, Aldosivi y Vélez, y cerró esa campaña con 9 goles y 9 asistencias. Su gran estado de forma llevó a que Unión lo vendiera a México en 2016, y durante cinco años mostró su talento en Tijuana, Pumas de la UNAM (donde le convirtió al Dorados de Diego Maradona en la copa nacional) y Atlas.
Su travesía en el norte duró cinco años hasta que regresó al país para recalar en Lanús a mediados de 2021, y aunque sus números no fueron tan espectaculares como los que desplegó en Santa Fe, aún a sus 34 años pudo seguir ejerciendo influencia en el Granate. Su debut fue inmejorable, con asistencia y gol frente a Atlético Tucumán, y tras un fructífero año allí Carlos Tevez lo llamó para aportar experiencia en un vestuario sumamente joven en Rosario Central. El Apache no prosperó en Arroyito, pero su presente con Russo volvió a asemejarse a lo que vivía en Zona Sur, lo que queda fielmente reflejado en la implacable racha del equipo, que no pierde como local hace 24 partidos.
Lo único que le faltaba a Malcorra era meterse en el folklore de los clásicos rosarinos. Tal como lo hizo su ex compañero Alejo Véliz, cuando irrumpió en el fútbol profesional con uno de sus típicos goles de cabeza antes de emigrar a la Premier League. Su presencia en este encuentro estuvo hasta último momento en duda por una lesión muscular que arrastró en la semana previa. Russo confió en él, fue al banco de suplentes y luego hizo su ingreso.
Su alegría después del partido
Hasta el minuto 40 del segundo tiempo, había sido más importante lo que ocurrió fuera de la cancha que dentro de los límites de la línea de cal. Este clásico habría sido más recordado por las peleas entre los jugadores después de que le lanzaran un rollo de papel higiénico a Leonel Vangioni, o cuando Gustavo Velázquez se salvó de la expulsión. O por el ida y vuelta entre los hinchas de ambos clubes, luego de que simpatizantes de Newell’s lanzaran globos rojos y negros y hasta un drone, que fue derribado por los locales y alzado como un trofeo. Pero Malcorra le aportó una necesaria dosis de fútbol a un duelo que había tenido de todo menos fútbol. A sus 36 años sigue sumando momentos memorables a una carrera de culto, de mil vidas, contracultural, inoxidable.