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El mayor humedal tropical del mundo se ha convertido en un infierno

Un caimán muerto en una zona pantanosa seca que se quemó en los incendios, en el estado de Mato Grosso, Brasil, el 3 de octubre de 2020. (Maria Magdalena Arrellaga/The New York Times)
Un caimán muerto en una zona pantanosa seca que se quemó en los incendios, en el estado de Mato Grosso, Brasil, el 3 de octubre de 2020. (Maria Magdalena Arrellaga/The New York Times)
Un coatí que sufrió quemaduras recibe tratamiento en una unidad veterinaria de urgencias para la fauna silvestre en Poconé, Brasil, el 6 de octubre de 2020. (Maria Magdalena Arrellaga/The New York Times)
Un coatí que sufrió quemaduras recibe tratamiento en una unidad veterinaria de urgencias para la fauna silvestre en Poconé, Brasil, el 6 de octubre de 2020. (Maria Magdalena Arrellaga/The New York Times)

Este año, aproximadamente una cuarta parte del vasto humedal del Pantanal en Brasil, uno de los lugares con mayor biodiversidad de la tierra, se consumió debido a incendios forestales agravados por el cambio climático. ¿Qué le sucede a un bioma rico y único cuando se destruye tanto?

Los incendios sin precedentes en el humedal han atraído menos atención que las llamas en Australia, el oeste de los Estados Unidos y la Amazonía, su famosa hermana del norte. No obstante, aunque el Pantanal no es conocido en todo el mundo, los turistas que saben de su existencia acuden allí porque alberga concentraciones excepcionalmente altas de una fauna silvestre impresionante: jaguares, tapires, nutrias gigantes en peligro de extinción y guacamayos jacintos de color azul intenso. Como una vasta tina, el humedal se llena de agua durante la temporada de lluvias y se vacía durante los meses secos. Este ritmo tiene un nombre muy apropiado que evoca los latidos del corazón: el pulso de inundación.

El humedal, que es más grande que Grecia y se extiende sobre partes de Brasil, Paraguay y Bolivia, también ofrece dones invisibles a una amplia franja de Sudamérica al regular el ciclo del agua, del que depende la vida. Sus innumerables pantanos, lagunas y afluentes purifican el agua y ayudan a evitar inundaciones y sequías. También almacenan cantidades incalculables de carbono, lo cual ayuda a estabilizar el clima.

Durante siglos, los ganaderos se han servido del fuego para despejar los campos y las tierras nuevas. Pero este año, la sequía agravada por el cambio climático convirtió los humedales en un polvorín, lo que posibilitó que los incendios se propagaran sin control.

“La extensión de los incendios es impactante”, afirmó Douglas C. Morton, quien dirige el Laboratorio de Ciencias Biosféricas del Centro de Vuelos Espaciales Goddard de la NASA y estudia los incendios y la producción de alimentos en Sudamérica. “Cuando eliminas una cuarta parte de un bioma, creas todo tipo de circunstancias sin precedentes”.

Su análisis mostró que al menos el 22 por ciento del Pantanal en Brasil se ha quemado desde enero, y que los peores incendios, en agosto y septiembre, ardieron durante dos meses seguidos.

Los incendios no provocados cumplen una función importante en el Pantanal, además de las quemas realizadas por los ganaderos. Por lo general, el mosaico de agua del paisaje contiene las llamas, pero la sequía de este año acabó con esa barrera natural. Los incendios recientes han sido los peores que ha habido desde que comenzaron los registros con satélites.

También son los peores en la memoria del pueblo guató, un grupo indígena cuyos ancestros han vivido en el Pantanal durante miles de años.

Los líderes de un territorio indígena de esta etnia llamado Baía dos Guató dijeron que los incendios se propagaron desde los ranchos que rodean sus tierras, y las imágenes satelitales confirman que las llamas entraron desde el exterior. Cuando el fuego comenzó a acercarse a la casa de Sandra Guató Silva, lideresa comunitaria y curandera, luchó para salvarla con ayuda de su hijo, su nieto, el capitán de un barco y una manguera.

Contó que, durante muchas horas de desesperación, arrojaron cubetadas de agua de río y rociaron la zona alrededor de la casa y su techo de hojas de palma. Lograron mantenerla a salvo, pero al menos el 85 por ciento del territorio de su comunidad se quemó, según el Instituto Centro de Vida, un grupo sin fines de lucro que monitorea el uso de la tierra en la zona. En todo el Pantanal, casi la mitad de las tierras indígenas se quemaron, según descubrió Agência Pública, una organización de periodismo de investigación.

Ahora Guató Silva lamenta la pérdida de la naturaleza misma. “Me enferma. Los pájaros ya no cantan. Ya no escucho el canto de la chachalaca charata. Hasta el jaguar que alguna vez me asustó está sufriendo. Eso me duele. Sufro de depresión por esto. Ahora hay un silencio vacío. Siento que nuestra libertad nos ha dejado, nos ha sido arrebatada junto con la naturaleza que siempre hemos protegido”, dijo la mujer.

Los científicos se esfuerzan por determinar cuántos animales han muerto en los incendios. Aunque han perecido grandes mamíferos y aves, muchos lograron huir o volar. Parece que los reptiles, anfibios y pequeños mamíferos han sido los más afectados. En lugares como California, los animales pequeños suelen refugiarse bajo tierra durante los incendios, pero en el Pantanal, según afirman los científicos, los incendios también arden bajo tierra, alimentados por la vegetación seca de los humedales. Uno de los lugares más afectados fue un parque nacional designado como Patrimonio de la Humanidad de las Naciones Unidas.

“No quiero ser alarmista”, manifestó José Sabino, un biólogo de la Universidad Anhanguera-Uniderp de Brasil que estudia el Pantanal, “pero, cuando un incendio arrasa con el 25 por ciento de una región, hay grandes pérdidas”.

La semana pasada, el periódico O Globo informó que los especialistas en extinción de incendios de la principal agencia de protección del medioambiente de Brasil se vieron obstaculizados por procedimientos burocráticos que retrasaron su despliegue cuatro meses.

Dado el alcance de los incendios, no se sabe a ciencia cierta cuáles serán las consecuencias a largo plazo en el Pantanal. Los pastizales del ecosistema tal vez se recuperen rápidamente, seguidos de sus matorrales y pantanos en los próximos años, afirmó Wolfgang J. Junk, un científico especializado en la región. Pero los bosques tardarán décadas o siglos en reponerse.

Los científicos afirman que lo que esto nos dice sobre la salud subyacente de los humedales es aún más crítico que el impacto de los incendios de este año. Así como una fiebre elevada indica una infección peligrosa en un paciente, la extensión de los incendios es un síntoma de graves amenazas para el Pantanal, tanto desde dentro como desde fuera.

Más del 90 por ciento del Pantanal es de propiedad privada. Los dueños de las tierras han criado ganado allí durante cientos de años y los ecologistas enfatizan que muchos lo hacen de forma sostenible. Sin embargo, están llegando nuevos ganaderos y agricultores, quienes muchas veces tienen muy poca comprensión de cómo utilizar las quemas de manera adecuada, comentó Cátia Nunes, científica del Instituto Nacional de Ciencia y Tecnología de los Humedales de Brasil. Además, la ganadería en las tierras altas ha presionado a los ganaderos locales para aumentar el tamaño de sus rebaños, por lo que han tenido que utilizar más extensiones de tierra.

No obstante, quizás el peligro más amenazante proviene de más lejos: el cambio climático. Los efectos que los modelos pronosticaron, un Pantanal mucho más caliente que alterna entre sequías severas y lluvias extremas, ya se están sintiendo, a decir de los científicos. Un estudio publicado este año reveló que el cambio climático representa “una amenaza crítica” para el ecosistema, puesto que daña la biodiversidad y disminuye su capacidad de ayudar a regular el agua para el continente y el carbono para el mundo. El estudio señala que, en menos de 20 años, el norte del Pantanal podría convertirse en una sabana o incluso en una zona árida.

“Estamos cavando nuestra tumba”, aseguró Karl-Ludwig Schuchmann, ecologista del Instituto Nacional de Ciencia y Tecnología de los Humedales de Brasil y uno de los autores del estudio.

Para salvar el Pantanal, los científicos ofrecen soluciones: reducir el cambio climático de inmediato; practicar la agricultura sostenible en el humedal y sus cercanías; pagar a los ganaderos y agricultores para que preserven los bosques y otras áreas naturales en sus tierras; aumentar el ecoturismo; no desviar las aguas del Pantanal, porque su vida depende del pulso de inundación.

“Todo el mundo habla de que hay que evitar esto y aquello, pero lo que se hace es poco”, dijo Schuchmann.

This article originally appeared in The New York Times.

© 2020 The New York Times Company