Hong Kong vuelve a apostar a las protestas sin violencia

HONG KONG.- En medio del temporal, cientos de miles de paraguas cubrieron como una marea multicolor ayer las calles de Hong Kong, desafiando a la policía y a una densa lluvia tropical, y demostrando por undécima semana consecutiva que las protestas prodemocracia mantienen su popularidad a pesar de la amenaza de intervención de Pekín.

La movilización, que comenzó en junio y no tiene precedente en la excolonia británica, había visto su imagen empañada la semana pasada por escenas de violencia después de cinco días de protesta en el Aeropuerto Internacional de Hong Kong, uno de los más frecuentados del mundo.

Para poner fin a las acusaciones de "terrorismo" que surgieron desde Pekín, el Frente de Derechos Civiles llamó ayer a una manifestación "no violenta".

Esta organización luego afirmó que había convocado a más de un millón y medio de manifestantes, una cifra sorprendente tanto por la necesidad de espacio disponible para reunir semejante multitud como por el hecho de que Hong Kong cuenta con apenas ocho millones de habitantes.

Por su parte, la policía indicó que en el Parque Victoria se habían congregado 128.000 manifestantes. Aunque las autoridades no incluyeron en su estimación a las personas que se encontraban en las calles adyacentes.

"Ha sido un día largo y estamos muy cansados, pero ver a tanta gente caminando hacia Hong Kong bajo la lluvia da fuerza a todos", dijo uno de los manifestantes, Danny Tam, de 28 años.

A comienzos de la tarde, la multitud se concentró bajo la lluvia torrencial en el Parque Victoria, en el corazón de la isla de Hong Kong.

Luego, los manifestantes marcharon hacia el distrito del Almirantazgo, desafiando la prohibición policial que solo permitía una manifestación estática en el parque.

Por la noche, cientos de manifestantes enmascarados marcharon alrededor de la sede del gobierno cantando: "Tomemos Hong Kong, la revolución de nuestro tiempo".

La consigna para la manifestación fue, una vez más, denunciar la violencia policial.

"La manera en que la policía ha gestionado todo está totalmente fuera de lugar", señaló un manifestante, James Leung.

Otros reconocían un aumento de la violencia entre los contestatarios, que en su versión más radical no han dudado en estas semanas en lanzar piedras y cócteles molotov.

"Algunos tienen una forma extrema de expresar sus puntos de vista", admitía Ray Cheng, de 30 años.

Se trata de la peor crisis política en la excolonia británica desde su retrocesión a China, en 1997. Pekín ha elevado el tono, calificando las acciones más violentas de los manifestantes de "casi terroristas".

Nacida en junio en rechazo de un controvertido proyecto de ley que autorizaría las extradiciones a China, la movilización amplió desde entonces sus reivindicaciones para pedir, por ejemplo, un verdadero sufragio universal, en medio del temor a una creciente intromisión de China.

Diez semanas después de la primera manifestación, el movimiento no ha obtenido prácticamente nada del ejecutivo hongkonés pro-Pekín.

Esta ausencia de avances ha empujado al movimiento hacia acciones más contundentes, como el bloqueo del aeropuerto internacional la semana pasada, cuando centenares de vuelos debieron ser anulados.

La propaganda china ha tomado recurrentemente imágenes de violencia con la intención de desacreditar la contestación. Los medios chinos también han difundido imágenes de soldados y transportes de blindados hacia el otro lado de la frontera, en Shenzhen.

El movimiento de protesta no cede a pesar de la detención de más de 700 personas en más de dos meses de manifestaciones.

El sábado, las protestas habían comenzado con una marcha de miles de profesores para apoyar al movimiento prodemocracia, en gran parte impulsado por jóvenes militantes.

Por la tarde, una multitud aún mayor se dio cita para marchar, a la vez que miles de partidarios del gobierno se reunieron en un parque para denunciar al movimiento y apoyar a la policía.

Agencias AFP y Reuters