¿Qué usábamos para limpiarnos antes de que se inventara el papel higiénico?

Rollos de papel higiénico. (Imagen Creative Commmons vista en pixabay).
Rollos de papel higiénico. (Imagen Creative Commmons vista en pixabay).

¿Recordáis las primeras semanas de confinamiento y las escenas surrealistas de compras desmesuradas de papel higiénico? Lo cierto es que no en todas partes estaban así de inquietos. Los Indios por ejemplo suelen tener instalados pequeñas “duchas” flexibles, para dirigir el chorro de agua a voluntad mientras están sentados en el inodoro. Y en nuestro país, muchos cuartos de baño “a la antigua” (es decir que incluyen bidet) hicieron que algunos veteranos se sintieran a salvo, indiferentes a la escasez de papel.

Puede parecer que esto de usar el papel higiénico en el retrete es una cosa moderna, pero en realidad lleva entre nosotros mucho tiempo. En Occidente por ejemplo, se viene empleando al menos desde el siglo XVI, aunque los chinos (unos avanzados casi siempre) ya lo usaban con fines de limpieza “trasera” doscientos años antes de que naciera Cristo.

La pregunta que se puede hacer uno, ciertamente escatológica pero de innegable interés histórico es: ¿qué usábamos los humanos antes de comprar rollos de “mullido” papel higiénico, cuando nos sentábamos a “descomer”? La respuesta más obvia la encontramos en los socorridos elementos naturales que se pueden encontrar en plena foresta o a campo abierto - véase plantas diversas, hierbas como la juncia, hojas de árbol, musgo, plumas de ave, nieve e incluso la propia mano desnuda - todos ellos empleados profusamente por los humanos de naturaleza trashumante. Además, habría que añadir otras formas de higienizarse más elaboradas, como las implican el uso de borras de lana, mazorcas de maíz o tejidos viejos, también comunes entre humanos asentados en algún poblado.

Pero ahí no queda la cosa, las antiguas civilizaciones también nos han dejado muestras de algunos “inventos” que provocarían más de un disgusto en la actualidad, pero que por aquel entonces constituían una costumbre de lo más aceptada. Por desgracia no quedan muchos restos arqueológicos de estos artilugios, ya que en su mayor parte estaban compuestos por materiales orgánicos, los cuales se degradan fácilmente, pero algunos han sobrevivido.

Palos higiénicos chinos de hace 2000 años descubiertos en una letrina empleada en la ruta de la seda. (Crédito imagen University of Cambridge).
Palos higiénicos chinos de hace 2000 años descubiertos en una letrina empleada en la ruta de la seda. (Crédito imagen University of Cambridge).

En China por ejemplo, hace unos 2.000 años se usaban palos de higiene (o tiras de bambú) que básicamente consistía en un palo de madera o en una caña de bambú, que se envolvía en tela. Durante el periodo grecorromano (del 332 a.C. hasta el 642 d.C.) los ciudadanos de ambas culturas limpiaban sus “traseros” con otro palo llamado tersorio (tersorium en latín). La idea básicamente era similar a la de los chinos, aunque en lugar de incluir un trozo de tela, el tersorio incluía una esponja marina. ¡Sin duda un plus en confort!

¿La mala noticia? Los tersorios eran “comunales”, y una vez empleada en un baño público se dejaba reposando en un cubo de agua salada o de vinagre, aunque también es probable que se dejaran en un recipiente por el que pasara el agua corriente bajo los servicios. En realidad debemos decir que el asunto del “destino final” del tersorio no está del todo claro, de hecho hay quien sostiene que no se empleaba para higienizar las partes pudendas, sino para limpiar la letrina a modo de nuestras modernas escobillas.

Ilustración griega del año 510 al 500 aC que muestra a un hombre empleando un pessoi. (Crédito imagen hellotushy).
Ilustración griega del año 510 al 500 aC que muestra a un hombre empleando un pessoi. (Crédito imagen hellotushy).

Pero ese no era el único invento empleado por helenos y romanos, también contaban con un secreto cerámico al que llamaban pessoi. Básicamente, eran toscas piezas ovaladas o en forma de círculo que empleaban para “arrastrar” los restos, los cuales luego enjuagaban en algún receptáculo con agua. Dado lo rugoso del material, deducimos que su uso habría sido cualquier cosa menos cómodo. Curiosamente, los arqueólogos no solo se han encontrado varias de estas reliquias, sino que incluso se ha descubierto una copa de vino antigua decorada con escenas de la vida diaria, en la que aparece un hombre limpiándose el trasero con un pessoi.

Ejemplar de óstraco griego- (Crédito imagen Wikipedia).
Ejemplar de óstraco griego- (Crédito imagen Wikipedia).

Existía una variedad más elaborada llamada óstraco, que básicamente eran piezas de cerámica lacadas en los que uno podía inscribir el nombre de su enemigo. Suponemos que – al igual que sucede hoy en día – no habría mejor forma de condenar a alguien al “ostracismo” que usar su nombre en tan innoble labor. Al igual que sucede con los pessois, el uso de estos artilugios han debido de causar muchas lesiones, irritaciones en la piel y hemorroides externas a lo largo de la historia antigua.

Y nos despedimos hablando de Japón, donde en siglo VIII d.C. se empleaba otro tipo de palo de madera llamada chügi que tenía una particularidad “interna” de lo más interesante. Al parecer los antiguos nipones lo empleaban tanto para limpiar el exterior como el interior del ano. Parece increíble, pero hay algunos grabados de la época que muestran a personas introduciéndose uno de estos palos entre las nalgas.

Visto lo visto, creo que deberíamos de dar gracias al progreso por habernos dotado de papel higiénico. Por cierto, pese a que el asunto de la limpieza íntima permanece casi siempre silenciado por razones obvias, también ha sido tratado por los grandes de la literatura universal. Como ejemplos, y más allá de nuestro compatriota Francisco de Quevedo, autor de la escatológica “Gracias y desgracias del ojo del culo”, podríamos citar al francés François Rebelais, quien a través de sus personajes llega a interrogarse literalmente sobre “cuál es el mejor limpiaculos” en su obra “Gargantúa”.

Me enteré leyendo Live Science.

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