La heroica batalla de una joven adolescente contra los talibanes en una noche de masacre

Qamar Gul, 16, right, and her brother Habibullah, 12, pose for photograph in the governor's office in Feroz Koh, the provincial capital of Ghor province, in western Afghanistan, Tuesday, July 21, 2020. The Afghan teenager and her younger brother are being hailed as heroes on social media after reportedly fighting off Taliban militants who killed their parents last week in central Afghanistan. Following the attack and the attention the incident triggered, the children are being brought to the capital, Kabul, to meet Afghan President Ashraf Ghani, possibly later on Wednesday. (AP Photo)
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La adolescente fue la heroína de una noche de masacre que dejó repleto de cadáveres el hogar de su familia, ubicado en una ladera en la zona occidental de Afganistán. Qamar Gul, de 15 años, luchó hasta el último disparo, baleando a los atacantes talibanes que irrumpieron en su casa y asesinaron a su padre y a su madre.

La semana pasada, días después del ataque, las redes sociales afganas se llenaron de afiches ingeniosos que la celebraban como “mi heroína”. Algunos usuarios la compararon con las mujeres kurdas de Kobani, Siria, que combatieron al Estado Islámico. Los funcionarios locales publicaron fotografías en las que Gul posa con su rifle. El vicepresidente de Afganistán la elogió por defenderse de “los enemigos de la nación”.

Sin embargo, la historia de su heroísmo está llena de dolor, en una cultura que a menudo trata a las mujeres como objetos y en medio de la confusión creada por una guerra afgana que ha dividido a las familias según lealtades y conflictos complejos.

Uno de los atacantes a quienes asesinó era su esposo, que combatía del lado de los talibanes y, al parecer, buscaba obligarla a regresar tras una riña con su familia, de acuerdo con parientes y funcionarios locales.

En aldeas y distritos rurales, los talibanes no son una fuerza desconocida; en su mayoría son hijos, hermanos y esposos que todos conocen ahí. Además, en grandes franjas del país, el gobierno afgano ha dependido de decenas de miles de milicianos locales, conocidos como el Levantamiento Público, para tratar de conservar territorio. A menudo son quienes deben encargarse de las batallas, pero sus muertos rara vez llegan a los registros oficiales del número de víctimas de la guerra contra las fuerzas afganas.

La provincia de Ghor, donde ocurrió el incidente, ha sido una zona de conflicto en años recientes en la que la violencia contra las mujeres ha sido particularmente cruel. En las áreas controladas por el gobierno, se ha intercambiado a las jóvenes por dotes desde temprana edad. De las zonas controladas por los talibanes han salido videos gráficos de lapidaciones y flagelaciones una y otra vez.

La aldea del distrito de Taiwara donde ocurrió la masacre se encuentra en el límite, cerca de donde el control del gobierno termina y empieza el de los talibanes. Pero el destino de la familia se había entrelazado con la violencia mucho antes de esa reciente batalla.

La madre de Gul, Fatima, se había casado dos veces antes de estar con su padre, Shah Gul Rahimi, según Zabihullah Rahmani, un pariente. El primer marido de Fatima Gul murió joven de una sobredosis mientras trabajaba como obrero en Irán, y dejó un hijo que ahora es policía. Su segundo matrimonio con un comandante local duró poco: murió durante los enfrentamientos con los talibanes en la década de 1990. Shah Gul, el hermano menor del comandante local, se casó con Fatima. Tuvieron dos hijos juntos: Qamar Gul y Habibullah Gul, su hermano de 12 años.

En los últimos años, Rahimi, que apenas tenía 40 años, asumió las responsabilidades de su hermano como hombre mayor de una comunidad de Taiwara. Con frecuencia ayudaba a la milicia a defenderse de los ataques de los talibanes, uniéndose a ellos en sus batallas. Pero no estaba claro si también estaba en la nómina del gobierno —la agencia de inteligencia afgana paga a las milicias entre 50 y 150 dólares y les proporciona municiones— o si solo estaba ayudando en su papel de hombre mayor de la comunidad.

Un combatiente de la milicia a favor del gobierno vigila el centro del distrito de Taiwara, en el oeste de Afganistán, después de un ataque de los talibanes el 31 de julio de 2017. (Mujib Mashal/The New York Times)
Un combatiente de la milicia a favor del gobierno vigila el centro del distrito de Taiwara, en el oeste de Afganistán, después de un ataque de los talibanes el 31 de julio de 2017. (Mujib Mashal/The New York Times)

Los residentes lo describieron como un luchador incondicional, a pesar de que le habían amputado una mano años atrás.

Hace casi cuatro años, Rahimi llegó a un acuerdo con un hombre local de un pueblo vecino llamado Mohamed Naeem: Naeem se casaría con la hija de Rahimi, Qamar, como segunda esposa. A cambio, Rahimi tomaría a la sobrina adolescente de Naeem como segunda esposa.

Como ambas chicas eran jóvenes, esperaron dos años antes de hacer oficial el matrimonio en ceremonias distintas. Naeem y Rahimi se habían vuelto tan cercanos que cuando Naeem necesitó un préstamo de casi 3000 dólares, Rahimi se convirtió en su aval ante una empresa que le otorgó el préstamo.

“Naeem era su yerno y además se llevaban muy bien”, dijo Sebghatullah, sobrino de Rahimi. “Todo se puso de cabeza al mismo tiempo”.

No está muy claro cómo Naeem se unió a los talibanes. Pero parientes y funcionarios locales dijeron que sucedió en el curso de los últimos dos años, cuando su vida privada comenzó a desmoronarse y lo buscaban por sus deudas.

Naeem, que había llevado a su nueva novia a su antigua casa, de inmediato discutió con sus padres por lo injusto que fue el trato que le dio a su primera esposa al pasar todo el tiempo con la joven Qamar Gul, dijo el pariente, Rahmani. Después de una pelea, Naeem se fue acompañado de Qamar Gul; primero se quedó con sus suegros y luego se mudó a la provincia vecina de Helmand, bastión de los talibanes.

“Juró que nunca volvería a su aldea”, dijo Abdullah, tío materno de Qamar Gul. “Naeem vivió con su suegro durante un tiempo; le dieron una habitación en la casa. Pero la gente a la que le debía dinero seguía tocando a la puerta de su suegro”.

El problema parece haber comenzado cuando la nueva esposa de Rahimi visitó a su familia y se negó a volver con su marido, con el argumento de que no quería vivir con él, según ambos parientes. Por otro lado, cuando Qamar Gul volvió a casa, su padre la retuvo hasta que la familia le devolviera a su esposa y Naeem pagara la deuda de 3000 dólares por la que estaban acosando a Rahimi. Después de varias rondas de mediación con los ancianos de la localidad, Rahimi aceptó un acuerdo: dejaría que Qamar Gul regresara solo si Naeem pagaba la deuda.

“La sobrina de Naeem no estaba feliz con el matrimonio porque Shah Gul era mucho mayor que ella. Pero Qamar Gul no discutió mucho; dijo que estaba de acuerdo con lo que su padre había decidido, pero que Naeem tenía que pagar la deuda”, dijo Rahmani.

Sin embargo, Naeem tenía otros planes: se había acercado a un despiadado comandante talibán en Ghor que le ayudaría a llevar a Qamar Gul a casa sin pagar nada. Eligieron las primeras horas después de la medianoche del 17 de julio para llevar a cabo un ataque sorpresa, con una decena de combatientes que rodearon la casa de la ladera e irrumpieron en ella.

Cuando Rahimi salió del vestíbulo para ver qué estaba pasando, no tuvo oportunidad de correr por su arma. Recibió seis heridas de bala, incluyendo una en el cuello. Cuando la madre de Qamar Gul, Fatima, salió a pedir ayuda después de que le dispararon a su marido, le dieron tres disparos, dos en el pecho y uno en el cuello, según dijeron los familiares.

Qamar Gul tomó el arma de su padre, corrió a la puerta y comenzó a disparar a los atacantes en el patio. Derribó a dos de ellos e hirió al comandante talibán de mayor rango. Los talibanes huyeron del lugar mientras los vecinos y los combatientes de la milicia local comenzaban a llegar.

Dos días después del ataque, el gobernador de la provincia de Ghor publicó un comunicado en el que decía que Qamar Gul y su hermano de 12 años habían frustrado un “ataque ofensivo” del “grupo terrorista talibán” y habían obligado a los “talibanes sedientos de sangre a huir, dejando atrás a dos de sus muertos en el campo de batalla”.

El comunicado incluía fotos explícitas de dos cadáveres. Uno era Naeem, el marido de Qamar Gul, con el pecho de su túnica bordada empapado de sangre.

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