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Hace 70 años Corea del Norte también desató temores en el mundo de un inminente conflicto nuclear

Hace casi siete décadas, la Península de Corea estuvo en el centro de las tensiones internacionales y la noción de una conflagración atómica pendió ominosamente en el escenario mundial, sin que, afortunadamente, se llevase a cabo.

Eran los inicios de la Guerra Fría y unos cinco años después del estallido de las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki, al final de la Segunda Guerra Mundial, en 1950 y 1951 la Península de Corea era escenario de un brutal conflicto en el que la suerte de los ejércitos de Estados Unidos se encontraba en grave predicamento.

Imágenes de Donald Trump, presidente de EEUU, y Kim Jong-un, líder de Corea del Norte, en una pantalla en una estación de trenes en Corea del Sur. (AP)
Imágenes de Donald Trump, presidente de EEUU, y Kim Jong-un, líder de Corea del Norte, en una pantalla en una estación de trenes en Corea del Sur. (AP)

Luego de que las fuerzas del Norte comunista –encabezadas por Kim Il Sung, abuelo del actual líder norcoreano- invadieron el Sur (cuyo régimen era apoyado por Estados Unidos) en 1950, una coalición armada internacional de la ONU, encabezada por fuerzas estadounidenses, entró en acción en Corea bajo el mando del icónico y polémico general Douglas MacArthur, quien fue el jefe del ejército estadounidense en la lucha contra Japón en la Segunda Guerra Mundial.

MacArthur era una figura volcánica, carismático e irritante, osado y respetado. Durante la guerra en el Pacífico dio más de un dolor de cabeza a los presidentes Franklin Roosevelt y Harry Truman por el protagonismo y la influencia en las decisiones estratégicas que ansiaba y lograba en el transcurso de las operaciones militares estadounidenses que, a la postre, derrotaron al imperio japonés.

En 1950, MacArthur logró revertir el formidable avance de los norcoreanos y con un atrevido desembarco anfibio cerca de la capital del Sur, Seúl, aportó una de las hazañas militares victoriosas más notables de su era. Así, rechazó a las fuerzas comunistas, ocupó prácticamente toda la Península Coreana y las fuerzas estadounidenses arribaron a las cercanías del río Yalu, fronterizo entre China y Corea.

Entonces la suerte cambió. El entonces presidente estadounidense, Truman, y su equipo recelaban de llevar las fuerzas estadounidenses al norte, pero MacArthur insistió, deseoso incluso de atacar los sistemas de abastecimiento que los comunistas norcoreanos tenían en China. MacArthur minimizaba los riesgos de una intervención china en el conflicto en Corea y públicamente promovía que sus fuerzas avanzaran hacia el norte. Eso enfrentó al presidente y al general, y sus relaciones se deterioraron rápidamente.

China, al final, optó por intervenir y lanzó sus fuerzas masivamente contra las de Estados Unidos y la ONU. Los ejércitos chinos forzaron en dolorosa retirada a los de MacArthur y Seúl cayó por segunda vez. Ante ello, MacArthur clamó por atacar frontalmente a China, con bombardeos directos contra su territorio e incluso con el uso de las fuerzas nacionalistas chinas de Taiwan, que hacía poco habían sido expulsadas del territorio continental chino por los comunistas de Mao, para abrir un nuevo frente. Incluso, se afirma, MacArthur consideró la posibilidad de utilizar armas nucleares contra los chinos y norcoreanos.

La voracidad ofensiva de MacArthur, con todo, molestó a Truman, quien no deseaba escalar la Guerra de Corea a un conflicto más amplio, que pudiera convertirse en una amplia guerra regional contra China e, incluso, en una Tercera Guerra Mundial con la implicación de la Unión Soviética.

MacArthur, con su inmenso ego y su aura de generalísmo, se confrontó con Truman, sobre todo por su exigencia de que el uso de las armas nucleares quedara a su discreción y no la del presidente. En 1951, la tensión llegó al grado de que las diferencias públicas entre ambos fueron interpretadas como insubordinación, y Truman destituyó a MacArthur de su puesto y optó por contener el conflicto dentro de la Península, e incluso llegar a un compromiso en lugar de ir en pos de la victoria total, que podría haber sido catastrófica, como MacArthur deseaba.

El general Douglas MacArthur al parecer llegó a considerar usar armas nucleares en la Guerra de Corea, a principios de la década de 1950. (AFP)
El general Douglas MacArthur al parecer llegó a considerar usar armas nucleares en la Guerra de Corea, a principios de la década de 1950. (AFP)

Así se evitó que se desatara una guerra potencialmente mayor, incluso un conflicto nuclear, pero por lo mismo se mantuvo la separación entre el Norte y el Sur, en una suerte de estancamiento militar que dio paso a un tenso cese al fuego del que nunca se ha logrado dar paso hacia la paz. MacArthur, ciertamente, mantuvo inmensa aura militar pese a su descalabro coreano e incluso se rumoró que podría postularse para la Presidencia (posibilidad que, es de suponer, habría irritado profundamente a Truman). Pero fue en realidad el más diplomático y mesurado general Dwight Eisenhower, quien fue postulado por el Partido Republicano y en 1952 le arrebató la Casa Blanca a los demócratas, quienes con Roosevelt y Truman la habían ocupado desde casi 20 años atrás.

Eisenhower optó por el fin de las hostilidades en Corea y desde entonces ha persistido la tensa coexistencia del norte comunista con el sur capitalista, separados por una zona desmilitarizada pero ambos armados hasta los dientes y en posibilidad de confrontación continua.

Hoy, con Donald Trump y Kim Jun-un en Washington y Pyongyang, la crisis ha escalado nuevamente y ambos han aludido, de modo directo o indirecto, al uso de poder militar total. Incluso nuclear, al menos en la retórica.

Pero en 2017 como en los años de 1950 la vía mejor sería la diplomática y no agigantar, como planteó MacArthur y acicatean Trump y Kim, el choque hasta los límites máximos.

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