¿Habrá contagio de chalecos amarillos en España?

Chalecos Amarillos – La viñeta de Malagón
Chalecos Amarillos – La viñeta de Malagón

El Puente de diciembre ha deparado una novedad en el panorama político-social español. Un simple paseo por las redes sociales confirma la aparición de grupos de chalecos amarillos en nuestro país algunos de los cuales, de hecho, ya han llevado a cabo algunas movilizaciones en Madrid y Asturias. De momento no han hecho mucho ruido, salvo unos incidentes leves en Oviedo, pero visto cómo la movilización en Francia ha forzado al presidente galo, Emmanuel Macron, a prometer rebaja de impuestos y una subida del salario mínimo interprofesional, no habría que destacar que el movimiento vaya a más. Porque las causas del malestar son las mismas, entre ellas el aumento del precio del diésel que en un año ha subido 18 céntimos el litro y aún podría seguir al alza a principios de 2019.

Además, la ausencia de líderes, portavoces y organización reglada favorece que el movimiento de chalecos amarillos prenda en otros países, como ya ha ocurrido en Túnez. De hecho, si cambiamos ‘Francia’ por ‘España’ y ‘París’ por ‘Madrid’, el discurso de las demandas sociales encaja a la perfección:

-Que no suban los carburantes
-Recuperar el poder adquisitivo perdido
-Que se restablezca un impuesto a los más ricos
-Recuperar los servicios públicos perdidos en la España periférica que no tiene las ventajas de Madrid y las grandes ciudades.

El asunto es saber, si el movimiento crece, quién va a intentar apadrinarlo: ¿Partidos de izquierdas, como Podemos, surgidos por la corriente de indignación de principios de década? o ¿Partidos y organizaciones de derechas, como VOX y Hogar Social, respectivamente, que quieren abanderar el malestar social de la España periférica ante el Gobierno débil de Pedro Sánchez aupado sobre nacionalistas y partidos de izquierda?

Ambas sensibilidades tienen puntos de unión. Podemos porque ya tiene experiencia en convertir el malestar social -en su caso del 15M- en votos. Y Vox porque su irrupción en Andalucía se ha labrado en zonas rurales y ciudades de tamaño medio, justo el objetivo de los chalecos amarillos franceses. Si en España prende el lema francés de ‘Menos inmigración, más estatalización’, el equipo de Santiago Abascal contaría con una pequeña ventaja sobre Pablo Iglesias.

Es improbable que el movimiento de los chalecos amarillos franceses se reproduzca tal cual en España emulando los niveles de apoyo social obtenidos -cerca del 80% de los franceses simpatiza con la causa-, pero el escenario de 2019, con elecciones autonómicas y municipales, hace que el voto rural suba en la lista de prioridades de los partidos políticos.

Y en esa pugna se tocarán todos los palos. Los ya mencionados del precio del diésel, recuperación de servicios sociales, pero también la caza y la inmigración. Hoy mismo la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, ha abierto la puerta a subir el salario mínimo a 1.000 euros en 2020. Así que el partido ha comenzado.