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La guerra en Ucrania también habla en verso

<span class="caption">Un niño siendo evacuado de Kiev en autobús el 3 de marzo de 2022.</span> <span class="attribution"><a class="link " href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/kyiv-ukraine-mar-03-2022-war-2131786165" rel="nofollow noopener" target="_blank" data-ylk="slk:Shutterstock / Drop of Light;elm:context_link;itc:0;sec:content-canvas">Shutterstock / Drop of Light</a></span>

La poesía, como decía Goethe, es un bien común de la humanidad, aunque actualmente, en las partes del mundo donde la vida es estable y podemos hablar de estado del bienestar, preferimos leer y escribir prosa. Pero esto cambia cuando nos colocamos ante la catástrofe.

La poesía no sirve únicamente a un propósito hedonista, sino que es un medio en el que las diferentes comunidades se han contado su historia, sus creencias, sus deseos, sus miedos o sus sentimientos. Ha cohesionado grupos y construido identidades, y se ha desarrollado en épocas de calma y de conflicto, sirviendo para propósitos emancipadores, revolucionarios, opresores o colonizadores.

Desde estos puntos de vista, más allá del elemento estético que podemos encontrar y analizar en los diferentes textos, su función social resulta evidente y, por lo tanto, puede estudiarse de forma sistémica, tal y como ya planteaba Yuri Tiniánov en Sobre la evolución literaria (1927) y cuya estela siguió Itamar Even-Zohar al proponer la teoría de los polisistemas a finales de los años 70 del siglo pasado.

No solo eso. La poesía nos coloca en el lugar de quien ama, se alegra, lucha, sufre o muere, haciendo de los sentimientos de otros, sentimientos propios. Por eso es un arma tan fuerte en épocas de conflicto, y por eso su popularidad crece enormemente, siguiendo la demanda social.

La poesía de los libres

El 20 de marzo de 2022, el Ministerio de Cultura de Ucrania puso en marcha la página web llamada “La poesía de los libres”, dedicada a la guerra con Rusia. Su lema es que “la poesía es el arma que inspira a los que sostienen las armas de la verdad”. En el momento de escribir este artículo, los poemas subidos a la plataforma superan los 14 000, muchas veces escritos por personas que no habían publicado versos antes (como es, por ejemplo, el caso de la escritora infantil María Soltis-Smirnova con su poema “El sexto día”).

Los versos también aparecen en blogs y en memes, se hacen virales en internet, reciben miles de “me gusta” y dan lugar a discusiones (muchas veces también rimadas) y nuevas versiones populares del mismo texto poético. Así ocurre con los de Oleksandr Irvanetz, Román Kolyada, Darina Gladún y muchos otros poetas ucranianos.

Una situación parecida tiene lugar al otro lado de la frontera entre la oposición rusa. Aquí, evidentemente, no existe ninguna web oficial. Los poemas circulan de un grupo cerrado a otro. Algunos se publican en la red social rusa Vkontakte, para desaparecer en unas pocas horas, borrados por la censura. A raíz de eso, las cuentas de varios poetas se han bloqueado y algunos de los autores ya están condenados a prisión por apoyar a Ucrania.

El único bando en silencio en el campo de batalla poético es el bando oficial ruso. Aunque hubo cierto auge en la producción poética oficial después de la operación militar de 2014 (anexión de Crimea) y durante el conflicto de Donbás, e incluso existen páginas para intentar acumular la producción poética desde 2014, a lo largo de todos estos años apenas han conseguido unos centenares de visitas.

Una de las excepciones es la canción del cantautor Shaman, que tiene casi 300 000 “me gusta” en YouTube. Lo más interesante es que su letra está llena de pesimismo, incitando a morir… ni siquiera por la patria, simplemente para seguir el camino de los amigos y los heroicos antepasados.

Mientras todavía estamos vivos y defendemos la verdad

y alguien nos mira del cielo con ojos entrañables

algunos ya sonríen como niños y se marchan al cielo

¡Levantémonos

y estemos más cerca de ellos!

Suena como un eco de las palabras de Putin sobre la posible guerra nuclear:

Nosotros, como víctimas de una agresión, como mártires, iremos al paraíso. Ellos, los agresores, simplemente morirán, ni siquiera tendrán tiempo de arrepentirse.

Historia de una guerra en verso

Es cierto que la poesía ha acompañado el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania desde el principio. Ya en 2014, la ucraniana Anastasía Dmitruk escribió el poema “Nunca seremos hermanos”, en el cual contrapone el pueblo ruso al ucraniano, cerrando con los siguientes versos:

Vosotros tenéis un zar; nosotros, democracia

nunca seremos hermanos.

El poema se convirtió en un acontecimiento, no solo literario sino también político, y fue debatido en programas de radio y televisión. Incluso se creó una canción con su letra.

Pero no es nada comparable con la explosión poética que ha tenido lugar a partir del 24 de febrero de 2022, después del estallido de la guerra.

El miedo, el dolor, el luto, la incertidumbre, ahora todo se plasma en verso. En Ucrania se habla de la pérdida de los seres queridos y el odio a los ocupantes; en Rusia, de la vergüenza, el temor a la dictadura y la confusión, la perdida de los amigos y el exilio político. Esto último queda patente en el poema “Mi amiga puede irse” de la joven compositora Alina Trubítzina, que se hizo viral en internet y apareció en el periódico de la oposición a Putin Novaya gazeta.

El tema de la fraternidad destruida y la traición salta de un poema a otro, muchas veces negándola y otras, tratándola como una expresión de culpa y perplejidad ante lo ocurrido.

“Caín, Caín, ¿dónde está tu hermano?” pregunta al gobierno ruso la famosa poetisa y periodista Tatiana Vóltskaya, cuya colección de poemas dedicada a la guerra entre Rusia y Ucrania sonó en la radio “Libertad”, el canal opositor ruso, y luego se hizo viral en Internet. “Mi hermano trajo la guerra a nuestra casa mutilada…”, le contesta el popular poeta ucraniano Borís Jersónskiy.

En la parte rusa también se nota el elemento grotesco, el intento de reducir lo inaguantable al ridículo. Uno de los poemas más populares allí, del escritor de libros infantiles Alexéi Oléinikov, es la historia de un pobre erizo que no puede entrar en Georgia con sus dueños, emigrantes políticos, por los problemas aduaneros.

Otras veces la risa está llena de asco, miedo y dolor, como en el poema de Tatiana Vóltskaya sobre la dictadura:

Viene un piojo;

y asco te da, pero no tienes miedo;

Se infla lentamente, hasta que un caudillo

aparece en sus ojos blanquecinos,

Y ya es tarde rascarse, y te postras, humilde…

En la parte ucraniana ya no hay fuerzas ni para ello; a veces se huye a lo cotidiano, como en el poema “Alquilo un piso” de Antón Ovchínnikov (el más popular de “La poesía de los libres”). Muchas veces los poemas se convierten en una oración, como en el caso de Mariana Savka. Otras veces, originan canciones de guerra, cuyas versiones cantadas enseguida aparecen en YouTube.

Un arma cargada de futuro

En el siglo XIX, el poeta ucraniano Tarás Shevchenko utilizó la poesía para rebelarse contra el zarismo y denunciar el sufrimiento del pueblo de Ucrania, lo que le condujo a ser exiliado y a la cárcel en 1847.

La poesía de Anna Ajmátova cambió tras el fusilamiento de su primer marido, el poeta Nikolái Gumiliov, en 1921. Sus escritos fueron prohibidos en la Unión Soviética en 1925 por motivos políticos y su obra maestra, Réquiem, es una de las testificaciones más trágicas y brillantes de las represiones estalinistas.

Siegfried Sassoon plasmó en sus poemas los horrores de la Primera Guerra Mundial. Y durante la Guerra Civil española, poetas afines a la República publicaron en las obras colectivas Romancero de la guerra civil española (1936) y Poetas en la España leal (1937).

En estos y tantos otros casos, los poetas decidieron utilizar sus versos como armas de combate frente a la injusticia o la barbarie.

Ante estos grandes y trágicos acontecimientos históricos, la poesía se convierte en un arma mucho más eficaz que la prosa: es el género que rompe la forma. Según Víktor Shklovski, permite llegar al ostranenie, al extrañamiento, y dar una nueva perspectiva sobre la habitual visión de la realidad.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.