Guerra Rusia-Ucrania. Molotovs y temor a los bombardeos: cómo se prepara la resistencia en el oeste ucraniano frente al avance ruso

Disparos al aire de soldados ucranianos en Soposhyn, en las afueras de Lviv (AP Photo/Bernat Armangue)
Bernat Armangue

LVIV.- En la entrada de una vieja fábrica donde, en tiempos de paz, solía haber festivales de música, teatro, eventos culturales, un restaurante, un café, discoteca -todos reciclados en estilo moderno, muy fashion-, ahora hay bolsas de arena, barricadas y soldados armados.

No hay ninguna fiesta ni evento en este lugar ubicado en una de las colinas de la ciudad ucraniana de Lviv, cerca de la frontera con Polonia, sino que decenas de jóvenes voluntarios trabajan a todo ritmo para la resistencia frente a la ofensiva rusa, que este viernes aceleró sus ataques en el oeste del país.

“Por favor, les pedimos filmar solo donde les decimos y no revelar exactamente la ubicación. No quisiéramos ser blanco de un misil”, advierte, irónico, Taras Maselko, el encargado de la prensa internacional. En la entrada, donde revisan pasaporte y acreditación de los periodistas, también preguntan si llevamos algún arma. “No, no... nada”.

Una botella convertida en bomba molotov en una vieja fábrica en Lviv
Elisabetta Piqué


Una botella convertida en bomba molotov en una vieja fábrica en Lviv (Elisabetta Piqué/)

Allí, en galpones reciclados a nuevo con muy buen gusto, una gran empresa dueña de una cadena de restaurantes famosos por su excentricidad -uno, por ejemplo, llamado “Masones”, les ofrece a los clientes una experiencia inmersiva en ese mundo-, ahora se trabaja a full para la única causa que hoy importa en Ucrania. Ayudar a los soldados que están combatiendo en el frente, así como a los refugiados, que hoy alcanzaron la escalofriante cifra de 2,5 millones, según la ONU. Y colaborar con la resistencia de los ciudadanos de a pie, hombres, mujeres, niños que se han quedado, a través de armas caseras: las famosas bombas molotov, que la población de Lviv lanzará contra los invasores a la hora de los combates terrestres.

“Como [Vyacheslav Mikhailovich] Molotov era ruso y nosotros ahora odiamos a los rusos, que están matando a nuestros niños y destruyendo nuestro país, ahora llamamos estas botellas incendiarias ‘licuado de Bandera’”, explica Taras. Alude a Stepán Bandera (1909-1959), activista político y líder del movimiento nacionalista e independentista ucraniano, figura por lo demás polémica, honrada tanto por los movimientos nacionalistas de la Ucrania contemporánea, como por organizaciones de extrema derecha.

Para hacer las molotovs utilizamos las botellas de la cerveza que también producimos aquí desde 2015, que se llama ‘Putin es una cabeza de pito”, que es, por otro lado, una buena forma de enviar un mensaje muy fuerte para los rusos y el mundo”, dice Taras.

Adentro de las botellas hay una mezcla líquida de nafta, gas, gasolina, aceite industrial, telgopor para hacerlo más pegajoso, diesel en en polvo y en su cima, una tela, que funciona como mecha.

En la vieja fábrica también producen remeras alusivas a la invasión
Elisabetta Piqué


En la vieja fábrica también producen remeras alusivas a la invasión (Elisabetta Piqué/)

“Empezamos a producir las molotovs al tercer día de la guerra y logramos fabricar en tres días más de 2000. Y nos dimos cuenta de que era más que suficiente porque no somos los únicos que lo estamos haciendo. Lo hacemos para defender la ciudad en el caso de que los rusos vengan acá”, explica. “También enviamos varias molotovs a Kiev y la verdad es que esperamos no utilizarlas acá, pero hay que estar preparado para defender nuestras familias, nuestras ciudades y nuestro país”, agrega, mostrando una pila de cajas de botellas molotovs, realizadas en un espacio techado de paredes con ladrillos a la vista.

Al lado, en otro galpón, en cuya pared salta a la vista una pancarta con los colores de la bandera ucraniana, amarillo y celeste, con la leyenda “Guerra de Independencia” y debajo otra que dice “Lucha por el futuro, lucha por una nueva Europa”, con letras rojas sobre fondo blanco, tres jóvenes están realizando remeras de algodón, también muy fashion, de la marca “Aviatsiya Halychyny”, cuya venta también servirá para ayudar a la causa.

La leyenda de la más vendida es parecida a la que se lee, en ruso cirílico, en decenas de carteles publicitarios de la ciudad: “Russian Military Ship go fuck yourself” (”Naves militares rusas váyanse a la mierda”). La leyenda de otra, ostenta un antiguo escudo de armas y alienta, en cambio, a “Figth like Ukranians” (”Pelear como los ucranianos”).

Donaciones para el Ejército

Se pueden ordenar online y las están vendiendo en Ucrania y en todo el mundo a unos 15 dólares o 500 grivnas cada una. “Empezamos hace tres días y ya vendimos más de 300 remeras. Esto es para recibir algunas donaciones para el ejército ucraniano, pero también es una buena forma de decirle al mundo lo que está pasando acá y de hacer algo para llamar la atención de la gente normal, de los políticos y de todos”, afirma. “Aunque en este momento la cosa más crucial es que cierren los cielos sobre Ucrania”, advierte, aludiendo al reclamo de una “no fly zone” que impida lo más temido: los destructivos y cruentos bombardeos de la aviación militar rusa.

Un refugio en Lviv, luego de que ese viernes sonaran las sirenas. Daniel Ceng Shou-Yi/ZUMA Press Wire/dpa
Daniel Ceng Shou-Yi


Un refugio en Lviv, luego de que ese viernes sonaran las sirenas. Daniel Ceng Shou-Yi/ZUMA Press Wire/dpa (Daniel Ceng Shou-Yi/)

Cruzando un jardín donde se ven esculturas modernas, en otra parte del complejo cultural, donde hay un restaurante y un café, en una enorme y pulcra cocina, una decena de hombres y mujeres preparan raciones de comida. Son voluntarios de la organización World Central Kitchen (WCK.org), que desde 2010, cuando hubo un terrible terremoto en Haití, lleva a zonas de desastres o conflictos, comida fresca para quienes la están pasando peor. En este caso, para los refugiados que siguen llegando a esta ciudad desde el este del país -el alcalde de Kiev hizo saber que solo quedó la mitad de la población- y para los soldados y civiles que se encuentran en el frente.

Saliendo de la cocina, salta a la vista la moderna escultura de un león -símbolo de Lviv, ciudad también llamada Leópolis, la ciudad de los leones-, con bigotes y vestido de shorts negros y musculosa colorada, en cuyo trasero puede leerse otra leyenda que refleja, una vez más, qué siente este pueblo: “Gracias a Dios no soy ruso”.