Grecia vuelve a ser país de refugio, ahora para miles de ucranianos

Atenas, 18 mar (EFE).- Katerina y Vitali conocían las bombas sólo de las películas. Nunca habían oído el estruendo de un impacto real y hasta hace un mes su vida cotidiana era como la de los demás europeos; sus preocupaciones también eran las mismas: trabajo, familia, salud y amigos. Ahora tienen que comenzar una nueva vida en Grecia, uno de los países de Europa que más de cerca ha vivido la tragedia del refugiado.

"Eran las cinco de la mañana del 24 de febrero, cuando me desperté de repente por algo que parecían truenos. Desperté a mi esposo y le pregunté si creía que era algún tipo de lluvia o tormenta y entonces nos asustamos y entendimos que eran bombas. A partir de ese momento, nuestra vida en Ucrania se volvió un desastre".

Con estas palabras Katerina intenta explicar a Efe lo que sintió al escuchar las primeras bombas que supondrían el comienzo de una larga pesadilla.

La pareja y sus tres hijas,Alejandra, Anna y Valentina, de 7, 9 y 11 años, respectivamente, aguantaron cinco días corriendo entre su apartamento y el sótano, porque las alarmas antiaéreas no paraban de sonar. Su ciudad Járkov, una de las más golpeadas de la guerra de Rusia contra Ucrania, se había convertido en un infierno.

Fue en la quinta noche cuando el tronar de un nuevo bombardeo, esta vez muy cercano, les hizo tomar la decisión de que había llegado el momento de abandonar su ciudad.

Tras una odisea de 10 días e interminables horas de viaje en tren y autocar, la familia llegó a Atenas, donde se han alojado provisionalmente en casa de amigos.

Son un ejemplo más de los muchos que se están viendo estos días en toda Europa, incluso en países relativamente lejanos como Grecia, que todavía sigue viviendo a diario las consecuencias de otras crisis migratorias: la guerra en Siria, el conflicto en Afganistán, o los que sufren distintos países africanos.

En Grecia ya había antes de esta guerra aproximadamente 25.000 ucranianos, la mayoría de ellos familias con pocos recursos. En las últimas semanas han venido más de 10.000, a una media de medio millar al día.

La mayoría de los que llegan a Atenas, lo hacen en bus, a una estación situada en la céntrica plaza de Karaiskaki, donde son recibidos mayoritariamente por voluntarios de la diáspora ucraniana, que se vuelcan por ayudar a sus compatriotas de la forma que sea.

Ucranianos y griegos se citan regularmente en distintos puntos de la ciudad para organizar el envío de material de primera necesidad, que diversas organizaciones y empresas están recogiendo desde el estallido de la guerra para echar una mano a los que se han quedado atrás.

"Como no podemos estar ahí, tratamos de ayudar desde aquí a nuestros compatriotas y a nuestras familias que están viviendo una gran catástrofe en este momento", dice Igor, de 29 años, a Efe desde un almacén donde se han recogido en menos de 5 días más de 200 toneladas de medicinas, comida y mantas.

El Gobierno griego ha creado además un sitio web, donde organismos públicos y privados, ciudadanos y ONG pueden ofrecer desde alojamiento, comida o dinero, hasta servicios de distinto tipo como asistencia jurídica o atención psicológica. También hay un enlace en el que los ucranianos que llegan pueden solicitar vivienda.

El Ministerio de Migración ha informado de que actualmente existen 15.000 camas disponibles, que pueden elevarse a 30.000, aunque asegura que por el momento son muy pocas las personas que han pedido alojarse en estructuras del Estado, pues la mayoría son hospedadas por compatriotas y familiares.

A pesar de ello, el Gobierno ha dispuesto ya tres campos de refugiados para estancias de corta duración. Dos están en el norte -uno de ellos en la frontera con Bulgaria, principal punto de entrada- y otro en la isla de Salamina, junto a Atenas.

De momento, los que llegan todavía están en estado de shock, sin idea remota sobre cuánto puede llegar a durar su exilio ni cuáles serán sus necesidades a largo plazo.

"Para nosotros esto es un desastre. Nuestra vida terminó allí. Nuestro programa, la escuela para nuestras hijas, nuestro trabajo. Todo se paró de repente. Ahora tenemos que empezar nuestras vidas desde cero. Dejamos nuestra casa, nuestras pertenencias", explica en griego Vitali, quien conoce bien Atenas, pues trabajó aquí durante más de una década en la construcción.

A pesar de su desasosiego por la falta de una perspectiva de vida, ambos encuentran palabras de gratitud por la ayuda que está brindando Europa.

"Estamos contentos de que todo el mundo y toda Europa estén intentando ayudarnos. Yo ahora no siento miedo, pero siento frustración e inseguridad sobre el mañana", dice Katerina, quien en su país trabajaba como profesora de inglés.

Lo que Katerina sí parece tener claro, como muchos de sus compatriotas, es que Ucrania acabará defendiendo su independencia, "porque amamos a nuestro país".

Diego Saez Papachristou e Ingrid Haack

(c) Agencia EFE