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Por su ADN, identifican años después a un electricista asesino que asaltaba sexualmente cadáveres en los hospitales

An undated handout picture received in London, released by Kent Police on November 4, 2021, shows David Fuller, who has admitted strangling 25-year-old Wendy Knell and Caroline Pierce, 20, in two separate attacks months apart in Kent, southeast England, posing for his custody photograph.  A hospital electrician in Britain pleaded guilty Thursday to murdering then sexually assaulting two women in 1987 before, decades later, carrying out scores of sex attacks on corpses in mortuaries. - RESTRICTED TO EDITORIAL USE - MANDATORY CREDIT

David Fuller pensó que podía salirse con la suya. Después de todo, a simple vista parecía un electricista común y corriente a punto de obtener su jubilación. Pero el desarrollo de la tecnología forense lo condenó como el peor agresor sexual en la historia de Gran Bretaña.

La policía lo estuvo buscando durante 34 años por violar y matar a Wendy Knell y Caroline Pierce en dos crímenes separados en el área de Kent. Pero los investigadores estaban desarmados ante las escasas evidencias encontradas en la escena del crimen y tuvieron que esperar tres décadas para identificar a Fuller gracias a unos rastros únicos e irrebatibles: sus muestras de ADN.

Lo que nunca imaginaron los detectives es que en vez de cerrar dos viejos casos de homicidios sin resolver descubrirían otra faceta abominable de Fuller, la del depredador necrófilo que asaltó sexualmente los cadáveres de al menos 100 mujeres mientras trabajaba como jefe de mantenimiento de dos grandes hospitales.

Tras su arresto en diciembre de 2020, el peligroso violador no resultó ser tan valiente en la estación de policía y se negó a admitir los asesinatos de Knell y Pierce.

En la búsqueda del asesino

Wendy Knell era una chica de 25 años que atendía una tienda donde Fuller revelaba sus fotografías. Un día, después del trabajo, la siguió, la atacó y la mató en su piso de un solo ambiente en Kent. Su novio encontró su cuerpo inerte la mañana siguiente entre las sábanas de su cama.

Cinco meses después, Fuller identificó a su segunda víctima mientras lo atendía en un restaurant. El depredador vigiló a Caroline Pierce y la secuestró frente a su piso tipo estudio. Días más tarde, el cuerpo de la chica de 20 años fue encontrado por un granjero en una zona inundada a unos 65 kilómetros lugar del secuestro, y que Fuller recorría durante sus paseos en bicicleta.

Los dos ataques ocurrieron en Tunbridge Wells in 1987. En las dos ocasiones, Fuller violó a sus víctimas antes de matarlas. Pero negó su responsabilidad hasta que se enfrentó con las pruebas irrebatibles de los forenses.

El equipo policial de Kent investigó durante semanas después de las muertes, pero no tuvieron éxito porque no consiguieron testigos y no existía una base de datos de ADN que ayudara a identificar al culpable. Y los casos se quedaron sin resolver a pesar de que los científicos forenses lograron amplificar una muestra de ADN encontrada en el cuerpo de Wendy en 1999.

Veinte años más tarde, la investigación volvió a la vida con la reconstrucción de la muestra de ADN encontrada en las medias de Carolina, aunque el hallazgo ocurrió al insistir con la muestra de Wendy. Las comparaciones realizadas con la base nacional de datos de ADN encontraron a 90 sujetos con similitudes genéticas, pero al mirar más detenidamente redujeron la muestra a dos hombres: un familiar de Fuller y el mismo Fuller.

El arresto se realizó por las evidencias de ADN, pero también porque lograron identificar su huella dactilar en la sangre que dejó sobre una bolsa plástica en el apartamento tipo estudio de Wendy.

El horror post-mortem

Pero una escalofriante sorpresa aguardaba a los investigadores que registraron su casa en la localidad de Heathfield, East Sussex, al descubrir discos duros con 1.300 videos y 34.000 fotografías, además de cientos de otros dispositivos con 14 millones de imágenes.

Aunque muchas eran bajadas de internet, Fuller grabó videos mientras asaltaba sexualmente a los cadáveres de mujeres que se encontraban en el desaparecido Hospital de Kent and Sussex y el nuevo Hospital de Tunbridge.

Una investigación paralela determinó que Fuller pudo cometer sus crímenes sin ser detectado porque en las morgues no existían cámaras de vigilancia y porque su cargo como jefe de mantenimiento le permitía acceso irrestricto a todas las zonas del hospital. Su horario también favorecía sus perversiones porque terminaba de trabajar tres horas después de la hora de salida de los empleados de la sección forense.

Fuller admitió haber asaltado a unos 80 cadáveres (de los que dejó registro visual) pero los investigadores están convencidos de que atacó a cientos de otras mujeres fallecidas durante los 30 años que trabajó en el hospital. Los videos fueron grabados entre 2008 y 2020 y la edad de las víctimas va desde una niña de nueve años hasta una anciana de 100. Pero los expertos sospechan que las violaciones ocurrieron desde que entró a trabajar en el hospital en 1989, dos años después de los asesinatos de Wendy y Caroline.

Durante los interrogatorios, Fuller admitió sus crímenes, pero se negó a desplegar detalles.

Ante la insistencia policial, reveló que usaba Facebook para buscar las fotos de las mujeres que abusó en la morgue.

Se trataba de un proceso inverso en el que primero abusaba de la víctima y luego las identificaba, usando los registros forenses y las etiquetas de los cadáveres. Y, finalmente, navegaba por internet mirar imágenes de la víctimas mientras vivían.

La fiscalía lo describió en el tribunal como un “desviado sexual controlado que espiaba a mujeres jóvenes, pero obtenía su gratificación sexual con la violación de cadáveres”. Los expertos determinaron que sus actos no eran causados por una enfermedad mental, sino para obtener placer sexual.

Fuller, quien es un hombre casado y padre de un hijo, ha sido catalogado como uno de los agresores sexuales más prolíficos de Gran Bretaña.

Las autoridades se vieron en la necesidad de enviar a 317 funcionarios de 27 fuerzas policiales, en una operación que costó dos millones de libras esterlinas (2,7 millones de dólares) para encontrar a los familiares de las víctimas y comunicarles la horripilante noticia.

En la audiencia, Fuller admitió cargos de asalto sexual a cadáveres, cargos por tomar fotografías indecentes a un niño, un cargo de voyerismo y cargos por posesión de imágenes pornográficas extremas. Y al final también admitió los asesinatos.

La familia de Wendy Knell dijo, en comunicado después de que Fuller se declaró culpable, que, aunque su admisión no cambia nada porque en el fondo nunca desaparecerá la pérdida y el dolor, “es bueno saber que no podrá hacerle daño ni causar más dolor a nadie más”.

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