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El gol más bello del Mundial Alemania 2006 fue el que mató a México: esto dicen sus protagonistas

México había enseñado su mejor repertorio. Daba pelea como un grande. A ratos ponía contra las cuerdas a Argentina y en otras cedía a los impulsos. Como fuera, sin demoras, el Tri golpeó primero con gol de Rafael Márquez en una jugada diseñada por el técnico Ricardo La Volpe.

Fue mi mejor mundial. Todavía me duele porque sentíamos que éramos más que Argentina”, dijo el capitán mexicano.

La Volpe puso tres defensas que jugaban de centrales: Rafa Márquez, como líbero; por izquierda Carlos Salcido y Ricardo Osorio en la derecha. Había un plus: cada uno de estos podía recorrer hasta la banda para extender la línea defensiva y estar siempre cubiertos.

Los laterales fueron por izquierda Andrés Guardado, que a los 20 años era incombustible, podía subir y bajar con rapidez. Por derecha, la sorpresa, José Antonio Gringo Castro, muy arriba, disfrazado de ofensivo —aunque más que atacar estaba ahí para tapar el despliegue de Juan Pablo Sorín, la válvula de escape de Argentina—. Un dibujo prolijo en táctica e ingenio de La Volpe que sorprendió a Néstor Pekerman. Era real, México jugaba mejor.

“Tengo mis dudas”, dice con los años Mario Carrillo, extécnico y quien fue auxiliar de Javier Aguirre en Sudáfrica 2010, “es cierto que La Volpe paró muy bien al equipo, pero siempre para anular a Argentina, no para atacar, le faltó profundidad en el partido”.

Al Gringo Castro en particular, Javier Mascherano le cometió una falta pegado a la banda derecha. La cobró Pável Pardo quien era el mediocampista apoyado por Mario Méndez, puesto específicamente en esa zona para detener a Juan Román Riquelme y dar con eso, tiempo de elaboración a Ramón Morales con tal de nutrir de balones a Jared Borgetti y Francisco Kikín Fonseca.

“Pinches argentinos, estaban cagados, no sabían qué hacer, ni cómo detenernos”, cuenta envalentonado por el recuerdo José Antonio Castro, quien no arrancó como titular el mundial y de pronto estaba contra Argentina entregando un buen juego.

El centro fue de Pável Pardo, la tocada con la coronilla de Mario Méndez y el remate de Márquez, una preciosa sincronización que fundía a Argentina.

Pero la esperanza siempre acarrea un toque de tragedia. A los cinco minutos del gol, cuando Argentina no había tirado siquiera a portería, un centro fue tocado por Borgetti que marcaba a Hernán Crespo y aunque en realidad fue autogol, le concedieron el empate al argentino.

Después una batalla frontal, dale que dale, a puño de hierro, pico y pala todos los jugadores escarbando por un lado, buscando por donde fuera. Ingresó Lio Messi en su cumpleaños y por México cayó Pardo lesionado y fue sustituido por Gerardo Torrado, se ganó recuperación, pero se perdió toque, un mal negocio. Al rato, otra lesión, la de Andrés Guardado, obligando a Gonzalo Pineda ocupar la lateral izquierda. Este será un punto de inflexión.

Fue cuando sucedió. Un poema en la cancha. Messi en medio de tres abrió el balón para Juan Pablo Sorín, “estaba complicado el juego, México nos tenía contra contra las cuerdas, pero Argentina tiene eso de sagrado, reaccionamos, todos a tocar, merecíamos pasar de fase. La verdad no cambio mucho de frente, no tengo la pegada de Roberto Carlos, no tengo ni siquiera el músculo, pero vi a Maxi Rodríguez, no sé cómo, pero lo vi allá, lejos, por suerte el cambio salió limpio, con la velocidad justa”, explica Sorín.

Exhausto, el Gringo Castro se fue hacía atrás, dejándole tiempo justo para que intentara pasar el balón por arriba hasta el otro lado.

“Son cosas que se dan en el momento, Juampi no es de cambiar de frente, siempre lo hablábamos. Como le grité tanto, me la tiró, pero en el momento cuando viene la pelota la quería acomodar para mi pierna hábil, a la derecha, sin embargo cuando veo que el defensor va a cerrar el tiro, entonces giro en algo que sale natural“, cuenta Maxi Rodríguez.

Como dijimos, la salida de Andrés Guardado cambió el dibujo táctico en cuanto a lo individual. En su lugar quedó Gonzalo Pineda. Nunca se sabrá si Guardado hubiera cubierto antes el disparo o si el destino estaba señalado así.

“Cuando la paro de pecho, ahí digo que le pego y desde ahí veo el recorrido de la pelota que se va meter. Creo que si pateo 10 millones de veces termina en la tribuna o la saca el portero, pero esa tenía que entrar”.

Ricardo La Volpe mantiene la jugada nítida en la mente, cuadro por cuadro, como un carrete de película que ve pasar de manera lenta. Exhala… “a Gonzalo Pineda, le dije: «¿Cómo en el pelotazo de 30 metros no saliste a presionar?». Y me contestó: «Creí que la iba a bajar, cuando hiciera eso, lo apretaba». Entonces le respondí: «Seguí esperándolo», porque nunca la bajó. Fue una genialidad de Maxi Rodríguez. No sólo por el golazo, sino porque además lo hizo con su pierna inhábil”.

Oswaldo Sánchez, el portero mexicano nunca lo esperó. Su instinto cuando vio el balón adentro fue levantarse y reclamar a Gonzalo Pineda permitir el disparo de Maxi Rodríguez, aunque sabe en realidad que nadie tuvo la culpa.

Me sigue doliendo, de repente sueño y me despierto con rabia porque recuerdo esa imagen. Para el portero es difícil reaccionar cuando no se ve salir la pelota, eso me sucedió, Gonzalo Pineda estaba en medio, es cuando pierdo esa milésima de segundo y la veo hasta que viene sin poder dar el paso que me hubiera dado la posibilidad de sacarla. Fue el mejor gol del mundial, pero yo había sacado pelotas más difíciles que esa“, dice acongojado.

En el futbol, la belleza a veces mata.