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Gobernador de Kentucky no quiso vacunar a sus hijos y los expuso intencionalmente a la varicela

El gobernador de Kentucky, Matt Bevin, al parecer cree en la inmunización pero no en las vacunas. Al menos en lo concerniente a sus hijos y a la varicela. Lo que no es tan claro son los fundamentos científicos de ello ni si el funcionario consideró los riesgos inherentes a contagiarse de esa enfermedad.

Bevin, de acuerdo al periódico The Washington Post, dijo a una estación de radio de Kentucky que hizo que sus nueve hijos se contagiaran intencionalmente de varicela a fin de que padecieran esa enfermedad y quedaran inmunizados (ese mal es más peligroso en la edad adulta que en la niñez). Además, dijo que no apoya el mandato legal de que la vacunación infantil sea obligatoria y considera que debe ser válido tanto que los padres decidan si vacunar a sus hijos como que no. “El gobierno federal no debe forzar esto en la gente”, dijo Bevin.

Matt Bevin, gobernador de Kentucky. (AP)
Matt Bevin, gobernador de Kentucky. (AP)

No son claras, con todo, las razones por las que Bevin optó por no vacunar a sus hijos y prefirió exponerlos al contagio de la varicela y tampoco lo es su alusión al gobierno federal pues, por lo general, son los estados los que establecen directamente sus requisitos en materia de vacunación. Pero desde la perspectiva médica la posición de Bevin es considerada desinformada, poco juiciosa y de riesgo.

Ciertamente, Kentucky es uno de los 17 estados que autorizan a los padres a no vacunar a sus hijos por razones médicas, religiosas o filosóficas. Bevin dijo que tenía un vecino con varicela y llevó a sus hijos a visitarlo y todos ellos se contagiaron de esa enfermedad. “La tuvieron de niños, ellos fueron miserables por unos días y después todos se recuperaron bien”.

Lo que hizo Bevin no es recomendable médicamente y revela una mentalidad un tanto atrasada, pero en realidad es una práctica relativamente frecuente. Es común que padres que rechazan la vacunación organicen “fiestas de varicela” para que sus hijos entren en contacto con otros niños enfermos, se contagien y por esa vía desarrollen la enfermedad y la inmunidad respectiva.

Con todo, el movimiento antivacunas en realidad se ha fundado mayormente en equívocos: por ejemplo, en la noción de que las vacunas provocan autismo, que enferman al portador del mal que pretenden prevenir o que causan la muerte de los vacunados. Los primeros dos planteamientos se han comprobado falsos y en relación a los riesgos de las vacunas, ciertamente en una muy pequeña proporción una persona puede sufrir reacciones secundarias muy severas, incluso letales. Eso es ciertamente trágico y no se desea ni busca en ningún modo, pero en la realidad se trata de casos muy raros. La probabilidad de morir o sufrir graves secuelas a causa de la enfermedad es, por lo general, mucho más alta y ominosa que la de padecerlo a causa de la respectiva vacuna.

Por ello, Gavin en realidad sometió a sus nueve hijos a un riesgo mayor e innecesario. Por ejemplo, de acuerdo a datos del Centro de Control y Prevención de Enfermedades (CDC), antes de la existencia de la vacuna contra la varicela, que comenzó a aplicarse en Estados Unidos en 1995, un promedio de 4 millones de personas padecieron varicela, unas 13,000 eran hospitalizadas al año y entre 100 y 150 fallecían anualmente. Así, según el CDC, la vacunación contra la varicela habría prevenido miles de fallecimientos (la muerte por esa enfermedad ha declinado 87% en comparación al tiempo que no existía la vacuna, cifra que es 99% en menores de 20 años). Pero quien no está vacunado y contrae la enfermedad, se expone a riesgos mayores, incluso considerando que la varicela resulta más grave en adultos que en niños.

Los dichos de Bevin además pueden desatar otros equívocos ominosos: la varicela, al ser relativamente benigna, propicia la noción de las “fiestas de varicela” pero otras enfermedades son mucho más severas y el contagio de ellas, por no estar vacunado, resulta mucho más peligroso, incluso potencialmente letal.

El problema es también de tipo social y político. En Kentucky se registró hace poco un fuerte brote de varicela en una escuela católica, con cerca de 32 casos, y los estudiantes no vacunados fueron puestos en una cuarentena, sin asistir a clases ni a eventos deportivos, hasta que cediera el padecimiento. Pero una familia opuesta a las vacunas demandó al estado por considerar que con ello a su hijo les fueron violados sus derechos constitucionales de la Primera Enmienda (que protege la libertad de expresión y de religión). Ello porque esa familia se opone a recibir vacunas porque estas son fabricadas con células de fetos abortados hace décadas.

Y opositores a Bevin lo han llamado a que clarifique su posición sobre las vacunas, pues además de la varicela en Kentucky se registra una fuerte incidencia de hepatitis A, que ha provocado ya varias muertes. Así, se critica que lo dicho por Bevin pueda hacer bajar los índices de vacunación o que pueda tratarse de un peligroso intento de modificar las normas en la materia. Y todo tiene también su carga de disputa partidaria, pues el movimiento antivacunas, aunque diverso, tiene su foco en grupos conservadores y religiosos.

Es cierto que la producción de varias vacunas se originó en células de fetos abortados. Desde principios de la década de 1960, dos fetos abortados, uno en Alemania y en otro en Suecia, aportaron células con las que se cultivaron virus que después fueron utilizados en el desarrollo de vacunas, entre ellas las de la varicela. Pero no se trata de un uso sistemático de células fetales: en realidad, esos dos fetos abortados son los únicos que han sido utilizados para ese fin (aunque al parecer habría algunos casos más recientes en China) y prácticamente no habría trazas de esas células fetales en las vacunas actuales.

Un video del Hospital Infantil de Filadelfia comenta al respecto.

Millones de vacunas, y millones de personas, han evitado enfermar gracias a esas vacunas y aunque hay quien las objeta, como el joven estudiante católico de Kentucky, en realidad el Vaticano, aunque censura el uso de células de fetos abortados, considera que los católicos pueden recurrir a la vacunación, incluso de vacunas que se desarrollaron a partir de células de esos fetos abortados en caso de necesidad médica, porque ciertamente previenen enfermedades y salvan vidas a gran escala.

En todo caso, y al margen de ciertas excepciones médicamente justificables, la vacunación es recomendada en lo individual y como política de salud pública, pues está ampliamente comprobado que ello salva vidas, reduce padecimientos y tiene muchos menos riesgos que los inherentes a padecer las enfermedades.

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