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Glenn Greenwald en el Brasil de Bolsonaro: 'Yo desato gran parte de su furia más primitiva'

El periodista Glenn Greenwald, a la izquierda, con su pareja, David Miranda, y sus hijos en Río de Janeiro, el 16 de julio de 2019. (Dado Galdieri/The New York Times)
El periodista Glenn Greenwald, a la izquierda, con su pareja, David Miranda, y sus hijos en Río de Janeiro, el 16 de julio de 2019. (Dado Galdieri/The New York Times)

RÍO DE JANEIRO — Cuando leyó los mensajes de los teléfonos celulares intervenidos pertenecientes a los fiscales y jueces brasileños, Glenn Greenwald sabía que tenía un gran reportaje.

A Greenwald, un periodista estadounidense, le pareció que estaba bien preparado para enfrentar las consecuencias. Después de todo, tuvo una participación fundamental cuando, hace cinco años, sacó a la luz los programas de inteligencia secretos filtrados por Edward Snowden, el contratista de seguridad nacional.

“Pensé que iba a ser muy parecido al caso de Snowden”, afirmó Greenwald. “Sabré cómo hacerlo”.

Pero lo subestimó demasiado.

Los mensajes de los teléfonos móviles provocaron ondas expansivas por todo Brasil cuando la agencia de noticias de la que Greenwald fue cofundador, The Intercept Brasil, escribió sobre ellos el año pasado y planteó dudas acerca de la imparcialidad de la extensa investigación de corrupción que escandalizó al país y que finalmente ayudó a allanar el camino para la elección del presidente de extrema derecha Jair Bolsonaro.

Esta semana, los fiscales brasileños presentaron cargos contra Greenwald por cometer delitos cibernéticos debido a su participación en la publicación de estos mensajes, y lo acusaron no solo de publicar la información, sino de participar en una “organización criminal” que intervino los celulares de varios fiscales y otros funcionarios.

Pronto, la causa penal contra Greenwald, de 52 años, activó la alerta sobre la libertad de prensa en el país más grande de Latinoamérica durante la era de Bolsonaro.

“Prohibir el deber de informar es un retroceso cultural”, dijo en una entrevista Marco Aurélio Mello, ministro del Supremo Tribunal Federal. “No puedo concebir que el poder judicial castigue a un periodista”.

Los fiscales dijeron que Greenwald tuvo una “participación evidente en promover la comisión de un delito” al alentar a los piratas informáticos a borrar archivos para cubrir sus rastros. También lo acusaron de comunicarse con ellos mientras vigilaban activamente los chats privados en Telegram, una aplicación de mensajería instantánea.

También presentaron cargos contra otras seis personas, incluyendo a cuatro que fueron arrestadas el año pasado. Greenwald rebate que fue escrupuloso en el tratamiento de sus fuentes para no quebrantar la ley.

Pese a los cargos en su contra, parece que Greenwald disfruta estar una vez más en el centro de un amargo debate político, esta vez en el país al que se mudó en 2005 luego de enamorarse de un hombre que conoció en la playa.

Durante sus primeros años en Brasil, Greenwald escribió poco sobre su país adoptivo y se concentró más en la política estadounidense y en temas de tecnología. Pero en 2016, más o menos en la época en que Bolsonaro estaba comenzando a mostrar interés por contender para la presidencia, Greenwald participó en la fundación de The Intercept Brasil, un sitio web de noticias creado para aportar una voz antagonista al panorama de los medios de comunicación de ese país.

En los años posteriores, este sitio prestó atención especial a Bolsonaro, con quien Greenwald había intercambiado insultos durante años.

En septiembre de 2017, Greenwald llamó a Bolsonaro, quien en ese entonces era congresista, “cretino fascista” en Twitter. Bolsonaro le respondió con una referencia vulgar al sexo anal: “¿Y tú mueves tu traserito?”.

Luego de que Greenwald y sus colegas de The Intercept Brasil comenzaron a publicar artículos sobre los mensajes de los celulares intervenidos en junio, Bolsonaro hizo evidente su disgusto al insinuar que Greenwald podría terminar en la cárcel.

Los artículos manchaban la imagen del integrante más popular del gabinete de Bolsonaro, el ministro de Justicia Sérgio Moro. Mensajes filtrados mostraron que Moro, un antiguo juez federal, proporcionó orientación estratégica a los fiscales cuando juzgaron al expresidente Luiz Inácio Lula da Silva por corrupción y lavado de dinero. Según las leyes de Brasil, los jueces deben ser árbitros imparciales.

Esa revelación puso en tela de juicio la legitimidad de la victoria de Bolsonaro, debido a que la condena de Da Silva lo descalificó para contender por la presidencia en 2018 en un momento en que iba a la cabeza de las encuestas.

Desde el inicio, The Intercept Brasil ha criticado vehementemente la presidencia de Bolsonaro, lo que ha convertido al periodista en héroe para muchas personas de izquierda y en enemigo para muchas de derecha. Los partidarios del presidente creen que el tono combativo del trabajo de Greenwald es en especial irritante.

Esa irritación se manifestó abiertamente el pasado noviembre cuando Augusto Nunes, columnista de una revista conservadora, que estaba discutiendo con Greenwald en un programa de radio en vivo, intentó golpearlo. Cuando el video de la confrontación se hizo viral en las redes sociales, muchos partidarios del presidente lamentaron que Nunes no le hubiera asestado un buen golpe.

Greenwald y su esposo, David Miranda, un congresista del bando socialista, se encuentran entre las voces más fuertes de la oposición en la era de Bolsonaro.

“Creo que yo desato gran parte de su furia más primitiva”, señaló Greenwald en referencia a los brasileños que apoyan al presidente. “Me consideran alguien que merece ser castigado”.

Poco tiempo después de que se publicaron los primeros artículos basados en los mensajes de los teléfonos móviles, Greenwald y Miranda comenzaron a recibir amenazas de muerte, incluyendo algunas que mencionaban a sus hijos de 8 y 10 años. Greenwald dijo que consideraba a Bolsonaro una grave amenaza para la democracia.

Los expertos en derecho penal dicen que creen que es probable que pronto se desestime el caso contra Greenwald con el argumento de que no existen pruebas fehacientes en la querella de 95 páginas que acusa a Greenwald de comportamiento delictivo.

El fiscal que presentó el caso, Wellington Divino de Oliveira, atemorizó el mes pasado a la comunidad jurídica al demandar por difamación a Felipe Santa Cruz, presidente de la barra de abogados de Brasil. Esa denuncia penal se basó en críticas que Santa Cruz ha hecho sobre Moro, el ministro de Justicia. Un juez federal desechó el caso este mes por considerarlo infundado.

Según el sistema judicial de Brasil, para que Greenwald se convierta formalmente en acusado en un juicio penal, un juez federal debe aceptar los cargos en su contra. El 22 de enero, los abogados de Greenwald presentaron un escrito al juez que llevará el caso en el que se le exhorta a que lo desestime.

Luiz Gustavo Grandinetti Carvalho, un exfiscal que imparte Derecho Penal en la Universidad del Estado de Río de Janeiro, señaló que pensaba que iban a desechar los cargos.

“La acusación contra Glenn es un caso de muerte anunciada, lo que significa que la muerte de la querella está anunciada”, comentó. “En Brasil, proteger a las fuentes es un derecho constitucional”.

Greenwald afirmó que este alboroto reciente está afectando a su salud mental. Ahora, él y Miranda solo salen de su casa en autos blindados, protegidos por guardaespaldas armados. La pareja no ha sabido bien qué tanto decirles a sus hijos, a quienes adoptaron de un orfelinato.

“Les hemos dicho que el carácter de nuestro trabajo implica que haya mucha gente que no nos quiere”, comentó Greenwald. “Es difícil hablar con ellos acerca de estos peligros”.

Sin embargo, Greenwlad señaló que se siente “bien preparado para enfrentar una batalla como esta”.

“Es muy gratificante despertarme y sentir que estoy haciendo algo muy significativo por un país al que amo”, afirmó.

This article originally appeared in The New York Times.

© 2020 The New York Times Company