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Georgina Barbarossa: "Nunca estás preparada para la muerte de tu mamá"

Hace apenas un mes que perdió a su mamá, Susana Roig, de 91 años, y con quien Georgina Barbarossa convivía. "Sabía que estaba viejita y que se iba a morir pero era mi mamá", se emociona la actriz. El streaming que hará el domingo 4 de octubre a las 21, Pretextos en el Picadero (por la plataforma Plateanet) será su manera de homenajearla.

"Consensuamos todas las canciones con mi mamá. Pablo Citarella, que fue mi pianista cuando hice de Mama Morton en el musical Chicago, me propuso hacer un streaming y yo, que soy una atrevida, dije que sí. Pero en el interín mi mamá se enfermó y se murió, y postergué la fecha porque sentí que no estaba para cantar nada. Hace unos días Pablo me volvió a llamar y me dijo que me haría bien cantar. Le propuse hacer un ensayo y si yo no lloraba todo el tiempo, seguíamos. Y lloré poquito, así que creo que es el mejor homenaje que le puedo hacer a mi madre que ha sido una mujer increíble, cultísima, con temple y don de bien. Y además es la presentación de Lucía Barbarossa, mi sobrina, que hace tres años que se vino de Córdoba para estudiar teatro y vive conmigo. Retomé mis clases de canto también, porque es una linda oportunidad de cantarle a la vida. Voy a cantar canciones que tienen que ver con mi historia, tangos del humor que cantaba Tita Merello, que escribió Discépolo en el año 30 y están tan vigentes. Voy a hacer parte del repertorio de comedias musicales en las que trabajé, un pedacito del repertorio de María Elena Walsh. Creo que todo eso forma parte de mi ADN, de mi vida, y la gente se va a sentir identificada. Y voy a hacerlo con alegría, porque a pesar de haber partido mi madre, la siento dentro mío y la vida continúa y es maravillosa y tengo dos hijos que son dos soles y mis pilares, como también la hija y los nietos del Vasco (Miguel Lecuna), que son mi familia también; mis hermanos, uno en Córdoba y otra en España", relata Georgina muy emocionada.

-¿Cómo fue la despedida con tu mamá?

-Mi madre estuvo conectada con sus hijos, nietos, bisnietos, hasta el final, conversando, escuchándolos, despidiéndose de ellos. Estas cosas de la nueva normalidad nos pudren a veces, pero otras son de mucha ayuda. El padre Horacio le pudo dar una misa a mi madre y estuvo acompañada hasta último momento. Fue una buena despedida para un buen viaje. Muy emotiva. Por supuesto que estoy triste y estoy tomando Flores de Bach, porque me duele el pecho, es como una puntada. Sabía que era viejita, tenía 91 años, y sabía que se iba a morir pero es mi mamá. Se murió de viejita, tenía un problema de corazón muy grande y ya nos habían dicho que iba a vivir seis meses y por eso el año pasado vinieron mis hermanos. Vivió seis meses más y cuando se descompuso la llevamos al Hospital Naval. En él ella fue voluntaria en la época de la Guerra de Malvinas. Fueron todos muy amorosos en el hospital. Cuando entró la hisoparon y dio negativo de Covid-19, así que fue al piso de cardiología y ahí supimos que todo iba a ser muy rápido. Ella estaba muy dolorida y no queríamos que sufriera. Teníamos un pacto: yo no iba a dejar que ella sufriera y si yo me moría antes, ella tampoco iba a permitirlo. Con mis hijos también hice ese pacto. No le tenía miedo a la muerte pero sí a sufrir. Teníamos un humor negro muy especial y hablábamos mucho del tema. Se murió el 29 de agosto y ese último día nos tomamos de la mano, la estrujé, la besé. No hacía falta hablar, sabía que se estaba muriendo. Nunca lloró, nunca se quejó. Era una mujer brillante.

-¿Y vos cómo estas hoy?

-No asimilé todavía su muerte. Nunca estás preparada para la muerte de tu mamá. Era una reina y se fue con dignidad. Había perdido la vista hacia 10 años: era diabética y tuvo un ACV en el nervio óptico y se quedó ciega de la noche a la mañana. No había nada que hacer. Al principio fue a una escuelita para ciegos. Cuando llega el momento es difícil. Estaba con muchos dolores y empezaron a darle morfina y eso es sinónimo de despedida. Yo hablaba con los médicos porque sentía que la estaba poniendo a dormir. Me decían que la morfina es un paliativo, para que no sufra. Tenía mucho dolor, y el corazón destrozado. Era un milagro que estuviera viva. Hace cinco años los médicos dijeron que había que operarla del corazón pero ella decidió que no. Ya estaba muy viejita.

-¿Es verdad que querés mudarte?

-Sí. Pondré la casa a la venta y me mudaré porque me da pena quedarme en este departamento donde pensaba vivir con ella mucho más tiempo. Quisiera volver al barrio, a Palermo. Toda la vida viví en Barrio Norte con mis padres, pero extraño la casa, las plantas. De todas maneras estoy en un departamento antiguo hermoso que parece una casa. Ironías del destino: me mudé a esta zona porque podía ir caminando al teatro. Pero como dice mi hermana: si quieres que Dios se ría a carcajadas, cuéntale tus planes. Lo pongo en manos de Dios y de mi vieja, que por acá anda.

-¿La sentís cerca a tu mamá?

-¡Sí! Anda por acá, la siento. Por ahí voy caminando y se caen los cuadros o estoy en el vestidor y se caen los collares. Le digo: "vieja, dejá de armar quilombo" (ríe).

-Cambiando de tema, contaste que te bajaste de Cantando 2020 porque Moria Casán es jurado. ¿Te arrepentiste de la decisión?

-¡No! Es más, pienso qué suerte que no fui al Cantando. No quiero sufrir. Hasta mi mamá me decía: "qué suerte que no agarraste". No tengo ganas de discutir, de pasar un mal momento con esa señora. Estoy tranquila. La vida es tan cortita. Había arreglado ir al Cantando si no estaba Moria, porque no me llevo bien con ella. Y cuando me dijeron que iba a ser jurado, decidí renunciar. Para mí era clave ese tema, y pregunté: "¿seguro que no está?". "No, seguro", me respondieron. Y como estaba, me fui.

-Hace muchos años Moria ofendió la memoria de tu marido (Miguel Lecuna, el Vasco, a quien asesinaron durante un robo). ¿Nunca pudiste perdonarla?

-Ella ofendió la memoria de mi marido y a mi marido lo mataron, fue una tragedia, un asesinato. No hay vuelta atrás. Ella se acercó el año pasado y yo no tuve ganas. Porque hablar de una persona cuando está viva, está bien, pero cuando no está y no se puede defender, me parece de una bajeza tremenda. Tengo 65 años y no quiero hacer cosas que me provoquen sufrimiento. Por qué voy a estar con una persona con la que no tengo la más mínima relación ni me interesa tenerla. No tengo ganas. Y no me sale mentir ni caretear. Antes quizá era más diplomática.

-Ibas a estar en Masterchef Celebrity, ¿qué pasó?

-Fui una de las primeras que llamaron y no sé qué pasó. No me llamaron más. Me hubiese encantado estar y no es que no arreglé plata ni nada, porque yo estaba conforme con todo. No soy una gran cocinera pero cocino. Aprendí mucho de mi mamá y de Vasco, que era un gran cocinero. Y mis hijos cocinan brutal

-¿Sos la que peor cocina de la familia, entonces?

-Si. ¿Sabés por qué? Porque no sé hacer cosas fritas. No me gusta el olor a frito así que no sé hacer milanesas, ni huevos fritos ni papas fritas.

- Pasaron casi veinte años de la muerte de Vasco y siempre está presente en tus charlas. ¿Lo extrañas mucho?

-Siempre está. Lo extraño muchísimo porque nadie en la vida me cuidó como Vasco. Bueno, mi padre me cuidó mucho, por supuesto. Vasco era un hombre vanguardista, transgresor. Soy lo que soy gracias a mis padres, porque son melómanos, y me hicieron tener una vida de princesa. Me llevaban al Teatro Colón desde los 5 años, conozco de música y de pintura y siempre fui una privilegiada. Venía de una familia muy seria y con Vasco, que era un hombre brillante, todo fue transgredir.

-¿Te volviste a enamorar?

-Tuve parejas pero no me duraron. Tengo que admirar mucho a la persona y tiene que ser muy generosa. No extraño estar con alguien. Y jamás volvería a estar con un hombre cama adentro. Ni loca. Con Vasco ya vivíamos en casas separadas y mis hijos preguntaban si estábamos casados o éramos novios. Peleábamos mucho pero lo amaba, fue el amor de mi vida y volvería a elegirlo. Fue un padre muy mágico. Me acuerdo que iba con los chicos al zoológico en colectivo y volvían en sulky. Tenían esas salidas que me daban muchos celos porque ellos podían hacer una vida pública y yo no, porque cuando nacieron mis hijos ya era famosa. Era le época de Su comedia favorita, con Germán Kraus y tenía un rating impresionante. Me daba celos esa relación de ellos porque podían ir a la plaza, a las hamacas, viajar en subte. Y yo era madre de las puertas de casa para adentro.

-¿Cómo están hoy Juan y Tomás?

-Muy bien. Juan es músico y es barista y hace maravillas con el café. Ahora está haciendo mensajería con su bicicleta. Y lo digo con muchísimo orgullo. No me pide nada, me dice que no me preocupe porque él se arregla. Y Tomás es fotógrafo y trabaja en el Anses. Mis pollos me han ayudado, me han contenido, me cuidan y estoy tan orgullosa de ellos que son hombres hechos y derechos. Son chamanes, son sabios y se han convertido en mis maestros. Tienen poderes curativos para mí y un nivel de sabiduría y un perfil tan bajo que me conmueve. Creo que con Vasco hicimos las cosas bien. Me puedo morir tranquila.

-¿Aprendiste algo nuevo durante esta cuarentena por la pandemia de coronavirus?

-Me di cuenta de que necesito tan pocas cosas para vivir... Estoy en la compañía de Flavio Mendoza y tuvo que vender un departamento para pagarle a la gente del circo que estaba varada en Rosario. Gastó una fortuna en reformar el Teatro Broadway y ahora está adaptado a estos tiempos y estamos esperando que acepten los protocolos y bajen la banderita para poder ir. Va a ir menos gente porque es un teatro de 1500 localidades y quedó en 300 o 400 y vamos a cobrar menos plata. Vamos a ir a porcentaje; la gente se va a tener que acostumbrar a ir al teatro nuevamente, pero es una esperanza.

-¿Si aceptan el protocolo vas a estar en el Broadway?

-En Semana Santa íbamos a debutar con Un estreno un velorio, que hicimos en el verano en Carlos Paz. Betiana Blum se va a otra obra y en reemplazo entra Carmen Barbieri. Entonces le dije a Nico Scarpino, que es el director de actores, que me gustaría hacer el personaje de Betiana que es mucho más divertido: quiero cambiar roles y ser la mala, la que arruina todo. Y además hacemos funciones de Doña Disparate y Bambuco en streaming (pueden informarse en @donadisparate). También seguimos con las clases de teatro que doy hace muchos años con Diego Rinaldi. Pensamos que este año no íbamos a hacer nada y fueron los alumnos quienes insistieron para que demos clases por zoom. Nos incentivaron tanto que ya tenemos cinco grupos de trabajo y se siguen sumando. Pueden informarse en @geobarbarossa. Nunca imaginé que iba a estar dando clases para argentinos que están en Toronto, o uruguayos o argentinos de todo el país porque tenemos alumnos de casi todas las provincias. Así que estoy haciendo cosas que nunca me imaginé en la vida y uno se tiene que reciclar y adaptar a esta nueva forma de vida. He hecho teatro leído con actrices y actores de diferentes países de América Latina. No hemos ganado dinero pero pudimos hacer teatro y tratar de que la gente siga soñando, porque no podemos permitir que la gente no sueñe. Y también estoy en Radio Zónica, los jueves de de 14 a 16, donde nos comunicamos a través de la música. Trabajo con Esteban Japas, que es musicoterapeuta y amigo de años.

-¡Una cuarentena muy productiva! El incendio en Córdoba pasó muy cerca de tu casa de Villa Giardino, ¿tuviste pérdidas?

-Esta vez a mi hermano y a mí no nos tocó, pero los focos de incendio siempre andan cerca. Yo tengo dos cabañitas y mi hermano tiene su casa. En Villa Giardino está el hotel de actores y fui una de las primeras en ir a esa zona. En realidad fue Tito Lusiardo el primero que se fue a Villa Giardino, y hasta hay una calle que lleva su nombre. Muchas veces tuvimos el fuego frente a nuestra casa y es de una impotencia enorme.