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Maestro de la picaresca: Georges St-Pierre revela cómo se hizo millonario en la UFC gracias a un farol

En un momento en el que algunas de las estrellas de artes marciales mixtas (MMA) se quejan de sus ingresos por pelear e incluso hacen sus escapadas al mundo del boxeo para llevarse grandes bolsas por la mayor parte de las veces no estar a la altura, Georges St-Pierre (1981, Canadá) se encarga de desmontar el mito. El que es considerado por muchos como uno de los mejores luchadores de todos los tiempos, uno de los mejores de la historia libra por libra, nunca tuvo que ‘bajarse al barro’ o enfrentarse a youtubers para ganar un buen dinero por una noche. GSP siempre estuvo hecho de otra pasta, dentro y fuera del octógono, y recientemente se ha empeñado en dejar claro que las MMA no están reñidas con unas buenas ganancias.

Con un récord de 26 victorias y 2 derrotas a lo largo de su carrera como peleador profesional, Georges St-Pierre forma parte de ese selecto club de luchadores que han sido campeones en dos categorías diferentes de peso en la UFC, la empresa más importante de MMA del mundo, coronándose como peso wélter y peso medio. Debutó en 2002 y se puso las guantillas por última vez en 2017, después de haber estado parado cuatro años. Tiempo más que suficiente para hacerse un nombre primero, consolidarse como campeón después y convertirse en leyenda más adelante… y para hacerse con un colchón que le permitiese vivir de su pasión. “La UFC no te pagará de una forma justa a no ser que tú hagas que así sea”, declaró recientemente en una entrevista para Wealthsimple Magazine.

En su primer combate en la UFC, GSP cobró 3.000 dólares por pelear y otros 3.000 por ganar. Nada mal para un recién llegado a una compañía que vio en él un gran futuro y ese mismo año 2004 le dio la posibilidad de pelear por el cinturón del peso wélter. St-Pierre perdió aquel enfrentamiento con el también mítico Matt Hughes y ser embolsó sólo 9.000 dólares. A partir de ahí su trayectoria fue una pequeña y temporal montaña rusa. Tres años más tarde, el canadiense tuvo su revancha contra Hughes y le arrebató el campeonato, lo perdió sorpresivamente en su primera defensa y entonces llegó el momento clave de su carrera.

El farol con el que cimentó su riqueza

En 2008, Georges había hecho méritos para volver a luchar por el cinturón y fue entonces cuando se puso las gafas de sol, tapó bien sus cartas y se tiró un farol memorable. “Había otras compañías que querían tenerme como cabeza de cartel y la UFC lo sabía, así que como si fuese un farol de póker les dijimos que no queríamos extender el contrato antes de la pelea, sino que queríamos terminarlo”, explica GSP. “Corrimos un gran riesgo, ya que esto es como la bolsa. Tus acciones suben si tienes éxito, pero bajan si pierdes. Aun así decidimos hacerlo así”. Y funcionó. La UFC le hiciese una oferta desorbitada el día antes de la pelea. St-Pierre fue exactamente igual de metódico y calculador que en el octógono y llevó a cabo una negociación que le dio la victoria por decisión unánime. “No querían que me convirtiera en agente libre”.

NEW YORK, NY - NOVEMBER 04: Georges St-Pierre of Canada fights Michael Bisping of England in their UFC middleweight championship bout during the UFC 217 event at Madison Square Garden on November 4, 2017 in New York City.  (Photo by Mike Stobe/Getty Images)
NEW YORK, NY - NOVEMBER 04: Georges St-Pierre of Canada fights Michael Bisping of England in their UFC middleweight championship bout during the UFC 217 event at Madison Square Garden on November 4, 2017 in New York City. (Photo by Mike Stobe/Getty Images)

A partir de aquel momento, Georges St-Pierre se ganó el estatus de megaestrella de las MMA, tanto por sus peleas como por sus ingresos. Los mentideros de las artes marciales mixtas dicen que durante mucho tiempo estuvo embolsándose casi medio millón de dólares por combate, pero él lo desmiente. “Gané mucho más que eso. Muchísimo más. Gané millones. Cuando estaba en mi mejor momento ganaba millones de dólares”. Más de uno se preguntará cómo era posible, si en aquella época no había las bolsas de hoy en día. La respuesta, es muy sencilla, negociando bien sus contratos. “No sólo te dan un cheque por pelear, sino que te llevas un porcentaje de los ingresos en taquilla y de las ventas de pay-per-view. Ahí es donde está el dinero de verdad. Pero para eso hay que tener el poder de negociar esos apartados”.

Gestionar los ingresos en lugar de conformarse

En lugar de quejarse porque cobraba poco dinero por pelear en comparación con todo lo que generaba para la compañía, Georges St-Pierre abrió una vía de ingresos casi inexplorada hasta el momento y muy lejos de ser explotada como él lo hizo. ¿Quieres mucho dinero de la compañía? Pues demuestra que ella te necesita a ti tanto o más que tú a ella. Esa fórmula de éxito le sirvió al canadiense para retirarse en 2013, a los 32 años de edad, cuando ya no tenía el gusanillo de pelear y sí el dinero suficiente para poder vivir con calma.

Sólo salió de su retiro para enfrentarse al reto de ganar el título en una segunda división de peso y ser todavía más legendario. Y, aunque en ese momento él mismo reconoció que no lo hacía por dinero, también se encargó de acompañar a su legado como luchador con una buena suma. “Por la pelea contra Michael Bisping, sumando el pay-per-view, los patrocinios y todo eso, gané alrededor de 10 millones de dólares”, admite GSP en la entrevista anteriormente citada. Motivos más que suficientes para poder presumir de “estar sano y ser rico”, así como de “colgar las guantillas en lo más alto”.

Trabajando duro, entrenando para rendir cuando se le exigía y controlando gastos. Como luchador se rodeó de los mejores entrenadores y compañeros de sparring e invirtió mucho dinero en alimentación y cuidado de su cuerpo, pero todo eso le dio réditos. Georges St-Pierre se hizo con una fortuna que hoy por hoy sigue creciendo con lo que ingresa a través de su propio gimnasio y a través del cine (será el villano de la película de Marvel Falcon y el Soldado de Invierno, después haber aparecido en otros largometrajes del género). Sin quejarse, jugando bien sus cartas y teniendo claro que nadie iba a regalarle nada, demostrando que él éxito en octógono siempre fue su mejor arma para triunfar también en la vida.

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