'Gentefied' pregunta: ¿una serie sobre la gentrificación puede ser graciosa?

Joaquín Cosío de "Gentefied" en Los Ángeles el 4 de febrero de 2020. (Michelle Groskopf/The New York Times)
Joaquín Cosío de "Gentefied" en Los Ángeles el 4 de febrero de 2020. (Michelle Groskopf/The New York Times)

LOS ÁNGELES — Durante una tarde fresca en Boyle Heights, justo semanas antes del estreno el 21 de febrero de la nueva serie bilingüe de Netflix “Gentefied”, el reparto principal se reunió en Santa Cecilia en Mariachi Plaza, un restaurante que lleva el nombre de la santa patrona de los músicos. El actor mexicano Joaquín Cosío, mejor conocido en estos lugares por interpretar a un ocurrente narco en el éxito de culto “El infierno”, estaba sentado vestido con un abrigo deportivo gris encima de una camiseta negra lisa mientras pasaban los platos. Sonreía a sus anchas.

Los miembros más jóvenes del reparto de “Gentefied”, que interpretan a sus cuatro nietos, se refieren a él con el nombre de su personaje, Pops, incluso en la vida real. Este día no fue la excepción.

“Esa es la fuerza de ‘Gentefied’”, dijo en español. “Cada personaje está tan bien definido que a veces parece que somos una familia de verdad”.

Carlos Santos, que interpreta a Chris, uno de los nietos, estuvo de acuerdo. “Es ese sentimiento de querer pertenecer a algún lugar”, comentó. “Quieres ser parte de algo”.

Ese espíritu de pertenencia fue algo que los creadores, Marvin Lemus y Linda Yvette Chávez, se habían esforzado mucho en cultivar para “Gentefied”, una comedia cuyo tema central es la gentrificación. Sin embargo, asegurarse de que la comunidad pareciera parte del proyecto había sido desafiante. En su esencia, la gentrificación se trata de qué significa pertenecer. Y pocos lugares en Los Ángeles están tan fuertemente disputados en ese aspecto como Boyle Heights, el vecindario de mayoría latina donde se grabó y está ambientada la serie.

Había recordatorios por todas partes. Lemus y Chávez lo recordaron el mes pasado mientras caminaban por una cuadra cercana en First Street, bebiendo café de olla en vasos de unicel. Era una mañana fría en Los Ángeles y estaban emocionados hablando de su avance oficial que acababa de salir. Poco después estaban parados a unos pasos de la cafetería donde habían escrito el piloto original.

Solo que la cafetería ya no estaba; en su lugar, había un enorme edificio blanco en construcción, rodeado de una cerca. Un indigente dormía enfrente.

“Me dijeron que será un nuevo sitio mexicano, aunque sea”, dijo Chávez.

Si hubieran incluido ese momento en el piloto, podría haber resultado artificial. En cambio, enfatizó los desafíos de crear una serie que llevará a la pantalla voces poco representadas, pero también más atención a una comunidad de por sí asediada por las rentas en aumento: ¿una serie sobre la gentrificación puede ser graciosa? ¿Y a quién le toca contar la historia de Boyle Heights?

“Todos están tratando de averiguarlo. Todo lo que sabemos es que amamos a nuestra gente y no queremos que sufra”, comentó Chávez.

El desafío, agregó, era determinar cómo “crear algo que muestre su humanidad”, pero también provocar que los espectadores se pregunten: “¿Cómo rayos estoy afectando a la gente con la gentrificación?”.

Pocas series representan la experiencia latina en Estados Unidos desde el punto de vista hispano, lo cual parece agregar una responsabilidad adicional a las que sí lo hacen. Las nuevas versiones del drama familiar “Party of Five” y la comedia de situación “One Day at a Time”, las cuales cambiaron a las familias blancas de las versiones originales por otras hispanas, se han enfocado en asuntos intensos como el racismo y la inmigración. La serie de Starz “Vida” abordó la gentrificación en su primera temporada y fue boicoteada por el grupo activista Defend Boyle Heights por hacer que uno de sus personajes principales fuera miembro de la asociación.

En “Gentefied”, la taquería de una familia enfrenta un aumento en la renta del local que quizá clausure el negocio y los separe. Mientras tanto, la familia se dirige a distintas direcciones debido a las necesidades y las ambiciones de sus integrantes.

Es una tensión común en las familias inmigrantes, incluyendo a las de los creadores, ambos hijos de inmigrantes latinoamericanos. (Lemus viene de Bakersfield, California; Chávez es del sureste del condado de Los Ángeles). También complica el panorama de la gentrificación, que a menudo se simplifica demasiado: el título de la serie —un juego de palabras con el término en inglés “gentrified” (gentrificado) y la palabra en español “gente”— se refiere a lo que sucede cuando los hispanos con estudios y dinero regresan a sus viejos vecindarios y terminan afectando de manera negativa a los residentes del lugar. “Eso fue lo que tratamos de explorar con todos los personajes de la serie”, explicó Lemus. Chris aspira a ser chef, tiene gustos burgueses y lo molestan por ser “demasiado blanco” o por no ser “un verdadero mexicano”. El otro nieto, Erik (J. J. Soria), quiere poner en orden su vida y criar una familia en un Boyle Heights cambiante.

“Algunos personajes lo dan todo por la comunidad”, agregó Lemus. “Algunos son un poco más egoístas”.

Ana, la nieta (Karrie Martin), encarna ambos impulsos. Es una artista queer con un apetito insaciable (literal y metafóricamente), y quiere convertirse en alguien famosa y viajar por el mundo. Además, quiere ayudar a su abuelo. Y quiere complacer a su novia, una organizadora comunitaria para quien las galerías de arte son sinónimo de gentrificación.

La serie también ha tenido una vida compleja. Propuesta en 2015 como una serie de cortos web, desde el principio llamó la atención de America Ferrera, la actriz ganadora del premio Emmy (“Ugly Betty”, “Superstore”), a quien le encantó el piloto original tras leerlo.

“Cuando exploro más la gentrificación como metáfora, me resulta algo muy personal en cuanto a mi experiencia al crecer”, dijo en una entrevista telefónica. “Ese tipo de estira y afloja entre estar arraigado en la historia y el legado y esa misión de progreso: es una conversación muy complicada”.

Ferrera se apuntó como productora ejecutiva y apareció en un cameo, y para mayo de 2016, la serie web había terminado su producción y lanzado un avance. (“Sin cárteles, sin armas ni drogas”, decía un texto publicitario. “Quizá solo un poco de marihuana”). Estaba claro que de inmediato hubo una audiencia.

“Publicamos el avance y se hizo viral”, dijo Chávez. “A la gente le encantó”.

Los cortos debutaron en Sundance el año siguiente y, más o menos en ese periodo, dijo Lemus, recibieron seis ofertas para producir una versión para televisión. Sin embargo, el equipo eligió Netflix porque creían que tendría la distribución más amplia. (La serie web original jamás apareció en internet).

“Quiero que mis primitos que viven en el vecindario de Bakersfield con sus contraseñas robadas puedan verla”, dijo. “Queríamos que todos la vieran”.

Ferrera, que dirigió dos episodios y nació en Los Ángeles, hija de padres hondureños, dijo que “estaba más que convencida de que hay millones de personas como yo a quienes les encantaría ver el mundo que crearon Marvin y Linda”.

Aunque sea verdad, los sentimientos eran complejos en Boyle Heights, donde algunos activistas han acusado a los productores de tratar de lucrar con su sufrimiento.

“Conforme empezamos a aprender más sobre los problemas más grandes de Boyle Heights y los miembros comunitarios que luchan con tanta pasión, comenzamos a darnos cuenta de que quizá estábamos contribuyendo al problema o complicándolo”.

En respuesta, Lemus y Chávez hicieron esfuerzos para involucrar a miembros del vecindario y terminaron por ganarse a algunos de ellos. Se reunieron con líderes comunitarios y reclutaron a lugareños para actuar en el avance original de 2016. Incluso un activista del grupo Defend Boyle Heights elogió a “Gentefied” durante un evento público en ese entonces, aunque el grupo se ha mostrado más crítico respecto a la serie desde entonces.

Lemus admite que a veces se ha sentido culpable por no ser de Boyle Heights. Sin embargo, en última instancia, él y Chávez decidieron que era bueno que los creadores hispanos contaran historias hispanas.

“Todas las series o todas las películas que se han hecho sobre nosotros durante mucho tiempo solo se contaron a través de una mentalidad parecida a una pornografía de la pobreza”, dijo Lemus. “Siempre veíamos a personajes que recorrían una carretera polvorienta en la parte trasera de una camioneta. Pero yo pensé: ‘Somos estadounidenses’. Queríamos hacer algo estadounidense”.

This article originally appeared in The New York Times.

© 2020 The New York Times Company