Garbage: la banda de Shirley Manson regresa con los tapones de punta

Shirley Manson y Garbage están de vuelta con un disco muy crítico: No Gods No Masters
Shirley Manson y Garbage están de vuelta con un disco muy crítico: No Gods No Masters

Artista: Garbage. Álbum: No Gods No Masters. Temas: “The Men Who Rule the World”, “The Creeps”, “Uncomfortably Me”, “Wolves”, “Waiting for God”, “Godhead”, “Anonymous XXX”, “A Woman Destroyed”, “Flipping The Bird”, “No Gods No Masters”, “This City Will Kill You”. Edición: BMG. Nuestra opinión: muy bueno.

Después de su fulgurante aparición en los 90 -un álbum multiplatino (Garbage, de 1995) y otro nominado a un Grammy (Version 2.0, de 1998), Garbage, la banda de la carismática Shirley Manson reaparece en escena con un discurso convenientemente adaptado a la época y un sonido que luce como una variante ligera del que la caracterizó originalmente, delineado con retazos de rock gótico, shoegaze y referencias a los girl groups de los años 60, un entramado sabiamente ideado por los tres productores americanos que son parte del proyecto desde sus inicios: Butch Vig (el mismo que ayudó a crear la explosión del Nevermind de Nirvana), Steve Marker y Duke Erikson.

La apuesta más fuerte de un disco que dispara sus convicciones desde el título es claramente la de las letras. Ya de entrada (con “The Men Who Rule the World”), Manson protesta contra la plutocracia masculina que gobierna el mundo y funciona con el exclusivo aliciente del éxito, una diatriba feminista contra el capitalismo contemporáneo que sobrevuela todo el repertorio. El racismo, la violencia generada por la desigualdad, la codicia corporativa y la brutalidad policial también están en la mira de la escocesa. Garbage empezó dirigiéndoles la palabra sobre todo a los adolescentes, pero hoy -con un team que promedia los 60- sus ambiciones parecen ser más abarcativas.

El corazón del álbum late más fuerte en “Godhead” que en ningún otro track, probablemente por su alusión explícita al sexo oral para escupir la rabia acumulada durante demasiado tiempo contra todos los mecanismos de dominación. En sintonía con la agenda de esta actualidad sofocante, “Waiting for God” tiñe con su color sombrío la memoria del salvaje asesinato de George Floyd que fue bandera de la lucha del Black Live Matters y provocó una ola de indignación que traspasó las fronteras de la farsesca “great America” de Donald Trump.

Las atmósferas densas que dominan el clima del disco -un cielo tapado de grises nubarrones por los que no se filtra ni un ínfimo haz de luz- son el producto evidente de un trabajo de ingeniería electrónica que funciona como entorno ideal para guitarras de corte industrial y el dramático estilo interpretativo de Manson, completamente imbuida de la tradición dark de su apellido (pensemos en el célebre clan asesino de Charles Manson que fulminó el sueño hippie o en las desquiciadas provocaciones del hoy cancelado Marilyn). Pero aun en estado de ira, Garbage se dio tiempo para rendir un par de cálidos homenajes que revelan su pedigrí (versiones de “Because the Night”, clásico de Bruce Springsteen inmortalizado por Patti Smith, y “Starman”, de David Bowie, incluidas en la edición deluxe en CD que también recupera cinco inéditos del grupo).

“Hoy en día la política se parece mucho a un juguete sexual utilizado por oportunistas y fanáticos religiosos. Pero yo no soy muy fan de la política, y mucho menos de los políticos. En realidad tengo mis propias opiniones sobre lo que pasa y la decisión de expresarlas. Preocuparse por los oprimidos de este sistema o por la destrucción ostensible del medio ambiente tiene más que ver con la inteligencia y la sagacidad que con el interés por la política. Es una diferencia sutil pero importante”, aseguró hace poco Shirley, plantada en su rol de drama queen madura y de armas tomar. Pero en su renovado ideario -un catálogo de críticas agudas para un presente ominoso-, el amor puede estar cargado de dolor y el peligro convive con la diversión. Esos son los pares de opuestos que aparecen en “Anonymous XXX”, un tema que exhibe sin pudores su homenaje a Roxy Music para demostrar que la ira también puede manifestarse con elegancia.