El futuro de Brasil también se juega en Portugal

Lisboa, 28 sep (EFE).- Alessandra Rodrigues dejó Brasil hace 20 años en busca de una oportunidad que encontró en Lisboa. Como ella, miles de brasileños han convertido Portugal en su segunda casa y su voto será decisivo en las elecciones que marcarán el futuro de su país el 2 de octubre.

Es difícil entrar en un restaurante, una tienda o en el metro en Lisboa y no escuchar un acento brasileño; los grandes supermercados venden productos de Brasil; Anitta arrasó en el Rock and Rio lisboeta y a orillas del Tajo se bailan "rodas de samba".

La comunidad brasileña en Portugal se dispara. Extraoficialmente se estima en 400.000 personas, aunque el Servicio de Extranjeros y Fronteras (SEF) registra 205.000 -alrededor de un tercio de los brasileños en el exterior-, con mayor concentración en Lisboa (45.000), Oporto y Faro (Algarve).

Algo más de 45.200 podrán votar en los comicios presidenciales del domingo. El presidente Jair Bolsonaro y Luiz Inácio Lula da Silva (PT, Partido de los Trabajadores), son los favoritos en una contienda muy reñida en la que cada papeleta cuenta para evitar una segunda vuelta.

En 2018, los emigrantes en Portugal apoyaron por abrumadora mayoría a Bolsonaro. Esta vez, se espera un resultado más ajustado, reflejo de la polarización que vive Brasil.

PERFIL DEL NUEVO EMIGRANTE

Alessandra dejó a sus hijos pequeños y a su familia para abrirse camino en Portugal. Veinte años después, tiene su propio gabinete de belleza en Lisboa, pero la experiencia, dice, ha sido dura.

El suyo se ajusta el perfil del emigrante brasileño de finales de los 90, que viajó solo y encontró empleo en el sector servicios. La nueva ola migratoria, sin embargo, se nutre de profesionales con buena formación, emprendedores, médicos...

Las crisis reincidentes de Brasil, la violencia y la incertidumbre son las principales razones que les impulsan a emigrar.

Los lazos históricos entre ambos países, la lengua común, la seguridad y la necesidad de mano de obra en Portugal -un país envejecido abierto a la inmigración-, son determinantes a la hora de elegir destino.

UNA VIDA MÁS SEGURA

Mauricio Saban se instaló en Lisboa hace cuatro años con su mujer y dos hijos pequeños tentado por una oferta de empleo en IT (Tecnología de la Información).

Dejó Río de Janeiro y vive en Alcochete -una ciudad dormitorio que crece con los "expulsados" del boom inmobiliario de Lisboa, al otro lado del Tajo-.

Aceptó el desafío, explica a Efe, porque su especialización le permite tener un buen salario, pero no todos los expertos brasileños en IT tienen la misma suerte, aunque "no es el salario mínimo de Portugal, que sinceramente es muy bajo (700 euros)".

Mauricio no sigue en detalle el proceso electoral, aunque es tema de conversación con su familia en Brasil. Lamenta que, en la práctica, la batalla se dirima entre "dos opciones que ya fueron probadas y no se mostraron válidas, sea por un lado o por otro. Por ineptitud, por corrupción...".

"Tienes que intentar buscar lo que consideramos bueno para el futuro del país, no votar en uno para que el otro no gane. Y básicamente estamos caminando hacia esa situación", opina.

Su adaptación ha sido rápida y Mauricio no se plantea volver a Río. "Ya estamos bastante acostumbrados, adaptados, con un círculo de amistades bueno" y "mayoritariamente brasileños", matiza.

BRASIL MI PAÍS, PORTUGAL MI TRABAJO

La de Alessandra es un vida muy distinta. Tardó años en reunir el dinero suficiente para instalar a sus hijos con ella en Lisboa.

Sus comienzos fueron difíciles y sufrió "prejuicios" por su condición de inmigrante y negra. No era nuevo para ella. "Incluso en mi propio país sufrí prejuicio por ser negra", recuerda.

Alessandra encuentra en sus amigos brasileños el "calor y el abrazo" que compensan su sensación de soledad y sueña con un Brasil "muy diferente", donde los jóvenes puedan alcanzar sus metas sin abandonar a sus familias.

Su Gobierno ideal debería apostar por la sanidad, la educación y por transformar Brasil en un país "distinto": "Un día quiero volver a Brasil, pero no al mismo que dejé".

Después de veinte años en Lisboa, Alessandra no duda: "Mi casa es Brasil. Este es el lugar al que vine a trabajar".

Mar Marín

(c) Agencia EFE