Un futbolista pone de relieve la difícil situación de los temporeros inmigrantes en España

Por Joan Faus, Nacho Doce y Luis Felipe Castilleja

LLEIDA, España, 19 jun (Reuters) - Como muchos inmigrantes africanos buscando trabajo en España, el mayor exportador de frutas y verduras de Europa, Ibrahim Ndoye tuvo que dormir en las calles de Lleida durante 10 días este mes ya que nadie le alquiló una habitación.

El senegalés de 42 años reconoce que las restricciones impuestas por el coronavirus y el temor a la enfermedad pueden haber socavado la hospitalidad del municipio catalán, al tiempo que han alimentado la demanda de empleos temporeros, pero culpa de ello en gran medida al racismo.

Fue necesaria la intervención de una celebridad negra y el impulso de las protestas de Black Lives Matter para cambiar temporalmente la fortuna de Ndoye. Ahora es uno de los 80 inmigrantes alojados en dos hoteles de Lleida pagados por el futbolista de 25 años del Mónaco Keita Balde.

"Lo que ha hecho es algo enorme y humano", dijo Ndoye, que ha vivido en España durante 19 años y viajó a Lleida después de perder un trabajo en un restaurante de la costa española debido a la crisis de la COVID-19.

La concejala de Derechos Humanos Sandra Castrol dijo que Lleida vio una enorme afluencia temprana de buscadores de empleo estacional este año, antes mismo del comienzo de la temporada en julio, tras la pérdida de muchos puestos de trabajo en el sector turístico o como vendedores ambulantes como resultado de la pandemia.

El gesto de Balde ha acaparado la atención de los medios de comunicación, poniendo de relieve la larga lucha de los miles de jornaleros del campo en toda España.

MIEDO A HABLAR

A finales de mayo, tras conocer su difícil situación, Balde, nacido en Gerona de padres senegaleses, se ofreció a pagar el alojamiento en hoteles de unos 200 inmigrantes durante la temporada de cosecha.

La mayoría de los hoteles rechazaron inicialmente la oferta, dijo Nogay Ndiaye, un activista catalán-senegalés que representó a Balde en las conversaciones. "Ha habido racismo por parte de los hoteles", dijo.

La federación hotelera local negó la acusación, citando el cierre de los hoteles debido al coronavirus, las reparaciones y cuestiones administrativas.

"Si una persona quiere alquilar 20 o 25 habitaciones (...), si le ofrecen pagar por adelantado y lo rechaza porque son negros, ¿cómo se llama eso?", dijo Ndiaye.

El grupo SOS Racismo tuiteó a principios de este mes que los migrantes sin hogar en Lleida demostraron que "el Estado, todas sus instituciones y nuestro sistema económico mantiene un sistema racial y desigual".

Después de unas dos semanas, las autoridades municipales y la federación hotelera ayudaron a organizar una estancia de dos semanas en un hotel pagado por Balde, mientras que otras 120 personas están alojadas en un pabellón municipal.

Pero docenas de inmigrantes durmieron a principios de esta semana en la plaza cubierta de Lleida, que se encontraba llena de colchones y maletas.

En un vídeo del 1 de junio, Balde dijo que no buscaba agitar las tensiones, sino "buscar una solución. (...) Nadie merece esta indiferencia y estas dificultades".

La situación no se limita a la ciudad de 139.000 habitantes, a la que acuden unos 25.000 inmigrantes por temporada, o al noreste español.

En febrero, el relator especial de la ONU sobre la extrema pobreza, Philip Alston, señaló un asentamiento de migrantes en la provincia de Huelva, que alberga hasta 2.000 personas durante la temporada alta de recogida de fresas, donde dijo que las condiciones eran "inhumanas", sin saneamiento adecuado ni acceso al agua.

Por ley, los agricultores sólo pueden contratar a inmigrantes legales y tienen que proporcionarles una vivienda. Pero muchos inmigrantes indocumentados llegan de todos modos y a menudo consiguen trabajos mal pagados sin alojamiento, aunque la mayor parte del sector cumple con la ley, dijo Castrol.

La concejala pidió la regularización de los inmigrantes indocumentados de la ciudad para evitar la explotación laboral y prometió buscar una solución de alojamiento permanente tras años de abandono.

Pero incluso los inmigrantes legales como Ndoye dicen que tienen miedo de defender sus derechos: "no voy a arriesgarme a perder un trabajo", dijo.

(Información de Joan Faus, Nacho Doce y Luis Felipe Castilleja, información adicional de Julien Pretot; escrito por Joan Faus; editado por Andrei Khalip y Janet Lawrence, traducido por Michael Susin en la redacción de Gdansk)