El fútbol español se retrata al dar lecciones sobre homofobia a Hungría

Capitán de Osasuna con un brazalete de capitán arcoíris
El capitán de Osasuna luce un brazalete con los colores de la bandera arcoíris. Foto: David Ramos/Getty Images.

Hoy miércoles, a las 9 de la noche, se disputa el partido Alemania - Hungría, correspondiente a la tercera jornada de la fase de grupos de la Eurocopa. De por sí, dado lo apretado de la clasificación, es un encuentro con mucho interés, ya que, aunque sobre el papel los germanos son muy superiores, los magiares todavía pueden dar la sorpresa, como hicieron al empatar con Francia, y poner patas arriba la clasificación. Sin embargo, de la cita de esta noche en el estadio Allianz Arena de Múnich se está hablando más por motivos extradeportivos.

No es para menos. En Hungría gobierna una coalición liderada por la fuerza ultraconservadora Fidesz y a su presidente Viktor Orbán se le acusa de poner en marcha políticas extremadamente reaccionarias en algunos ámbitos, como por ejemplo el respeto a los colectivos LGBT. Hace pocos días, sin ir más lejos, conocimos que el ejecutivo sacó adelante una ley que limita los derechos de este sector de la población: bajo la excusa de luchar contra la pedofilia, la normativa veta la "promoción de una identidad de género diferente de la de nacimiento, el cambio de sexo y la homosexualidad".

Fuera de sus fronteras esto se ha entendido como un ataque homófobo intolerable. El alcalde de Múnich, a modo de desagravio, pretendía iluminar el campo de juego con los colores de la enseña arcoíris, algo que la UEFA le ha prohibido por interpretarlo como un gesto "político". En respuesta, clubes e instituciones no solo de Alemania, sino de buena parte del continente han reaccionado con iniciativas similares; por ejemplo, algunas ONGs repartirán banderas entre los aficionados antes de acceder a las gradas en Baviera, y unos cuantos equipos de élite del país proyectarán luces con los mismos colores justo a la misma hora.

España, siendo un país tolerante que por ejemplo puede presumir de haber sido de los primeros del mundo en legalizar el matrimonio homosexual, no se queda atrás. Varios clubes y jugadores importantes han mostrado su apoyo a través de sus canales oficiales de comunicación...

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...en gestos que, sin duda, están muy bien y pueden ayudar a concienciar, pero si se confrontan con la realidad, parecen quedarse vacíos. La homosexualidad en el fútbol español continúa siendo un tema tabú, la homofobia sigue existiendo, y luchar contra ella es algo que, más allá de alguna que otra publicación de este estilo para quedar bien o el gesto esporádico de lucir un brazalete de capitán con rayas multicolor, nadie se toma demasiado en serio.

Porque el balompié nacional (el masculino, que el femenino en este tema está en otro universo) es un lugar muy hostil para los gays. Basta tener en mente un dato: desde que se empezó a jugar la Primera División, allá por 1929, o incluso desde que arrancó la Copa del Rey en 1902, ni uno solo de los miles de futbolistas que han pasado por la cima de nuestro balompié se ha declarado abiertamente homosexual. Es cierto que muchos de esos años han sido épocas particularmente oscuras de nuestra historia en las que salir del armario habría sido peligroso incluso desde el punto de vista penal, pero sorprende mucho no haber visto ningún caso en los últimos años, en los que nuestra sociedad se ha vuelto mucho más abierta.

Y haber, hay. Tiene que haberlos, aunque sea por pura estadística demográfica, puesto que existe un porcentaje significativo de varones (la cuota exacta se desconoce con certeza y varía según la fuente; podemos dar por bueno el 6 % que estima Dalia Research) que se identifica como homosexual. Hasta disponemos de cifras: el PSOE presentó hace un trimestre una proposición no de ley para "erradicar los comportamientos contrarios a la libertad sexual en el deporte" en la que se hacía eco de un informe de dos profesores universitarios, según el cual se estima que en España hay unos 40.000 futbolistas LGBTI federados "de los cuales 142 serían profesionales".

Por supuesto, esto es una suposición basada en cálculos; ni tenemos la certeza de que sea esa la cantidad exacta, ni conocemos sus identidades. Porque, con la mentalidad todavía vigente entre buena parte de los aficionados, las posibles consecuencias que podría suponer proclamarse abiertamente homosexual para la carrera de un futbolista dan miedo. Recordemos el caso protagonizado el año pasado por Borja Iglesias, delantero del Betis que apareció en un entrenamiento con las uñas pintadas de negro, en un gesto doblemente reivindicativo contra la homofobia y el racismo. No porque él sea homosexual (al menos no consta), sino como simple muestra de apoyo. Hubo muchos aplausos a su actitud, pero también abundantísimos insultos, incluso de seguidores verdiblancos que exigían a la directiva que le echara del equipo.

También es verdad que en ocasiones sí que sale bien. Rubén García, centrocampista de Osasuna, pudo comprobarlo en 2020 por estas fechas, cuando, con motivo del Orgullo, publicó una fotografía suya en blanco y negro en la que el único elemento en color era una pulsera arcoíris. Sorprendentemente, las reacciones fueron más de alabanza por su valentía que de crítica. "No son conversaciones típicas entre futbolistas. Si no ha salido ninguno del armario quizá es porque tiene miedo a que no se le acepte. Si algún compañero me dijera que es homosexual le animaría a que diera el paso de hacerlo público. Ayudaría mucho a normalizarlo", dijo a La Vanguardia.

Ojalá fuera tan fácil. "Es imposible que un futbolista se declare homosexual. Algunos aficionados no están preparados. En el rugby los hinchas lo acabaron respetando, pero la cultura del fútbol es diferente. Revelar que eres homosexual puede ser muy desagradable". Así se expresaba Héctor Bellerín, defensa que milita en el Arsenal inglés pero que nació en Barcelona, en una entrevista que concedió a The Times en febrero. Y no le falta razón: la mera sospecha, aun sin hechos reales que la sustenten, basta para que gradas enteras se echen encima de futbolistas concretos (gente como Cristiano Ronaldo, Álvaro Negredo o, más antiguamente, Guti, Guardiola o Míchel saben bien de qué se trata), en lo que algunos ven como una forma más de descentrar a un rival... pero que en la práctica se basa en perpetuar estereotipos ofensivos.

Es cierto que, aunque sería injusto calificar a una afición entera como especialmente homófoba, sí que las hay que protagonizan más a menudo incidentes de este tipo... y al contrario, otras que destacan por luchar de forma más activa en contra de esta discriminación. En este sentido, destaca la actitud de los ultras del Rayo Vallecano, por citar el ejemplo que posiblemente sea más beligerante y acapare más atención mediática. También son dignas de alabanza otras hinchadas que no han dudado en defenderse ante "ataques externos".

Es famoso, por ejemplo, el caso del Leganés, que hace un par de años, por uno de esos acuerdos extraños que firma LaLiga, se vio obligado a incorporar a un futbolista de Arabia Saudí. A cuento de eso ganó (de forma temporal) muchos seguidores en redes sociales procedentes del país oriental, que no se caracteriza precisamente por su aperturismo en este terreno; tal circunstancia supuso un problema grave cuando el club blanquiazul se implicó en una campaña antihomófoba y lució un brazalete arcoíris, dando lugar a una lluvia de insultos en idioma árabe. Los seguidores autóctonos, sin embargo, reaccionaron rápidamente para acallar las críticas y dejar claro al club que apoyaban la iniciativa.

¿Lo hicieron por convencimiento o por resquemor ante el perjuicio deportivo que estaba suponiendo el rendimiento nulo de Yahia Al Shehri en la plantilla? Cada uno puede interpretarlo como prefiera. Lo cierto es que se trata de un episodio puntual y que lo habitual son las demostraciones en dirección contraria, aunque a veces sean sutiles y casi inconscientes. Es más frecuente ver a un José Antonio Camacho hablando con Risto Mejide y contándole que en los vestuarios se hacen bromas y se dicen cosas como "cuidado con este" (e intentando cambiar de tema rápidamente ante la incomodidad que le producía hablar de este asunto). O a un Ivan Rakitic declarando que "respeto a los homosexuales pero no quiero a esa gente en el vestuario". O a un Javier Irureta explicando que "el fútbol siempre ha sido un deporte muy de hombres, muy de machos. Creo que si un futbolista decidiera dar el paso de reconocer su homosexualidad el encaje natural en el vestuario sería difícil. No estaría bien visto".

Cambiar esta mentalidad colectiva es cuestión de educación social. Y eso se puede hacer de dos maneras: desde fuera, esperando a que la mentalidad de la gente varíe por sí sola en un proceso que puede ser lentísimo, o bien impulsándola desde dentro. Consiguiendo que algún futbolista de élite fuera el pionero para que, a partir de ahí, el público lo empezara a normalizar y otros se atrevieran a tomar ejemplo.

Bandera arcoíris entre la hinchada de Dinamarca
Los hinchas de la selección de Dinamarca no tienen ningún problema en lucir una bandera arcoíris, como hicieron durante el partido contra Rusia de esta Eurocopa el pasado día 21. Foto: Friedemann Vogel - Pool/Getty Images.

Hubo un momento en el que todo esto pudo ocurrir. Cuenta Jot Down que allá por 2008 la revista Zero, referente editorial en temática LGBT, tenía preparado un reportaje en el que seis futbolistas de clubes punteros como el Real Madrid, el Barcelona, el Athletic o la Real Sociedad estaban dispuestos a salir del armario. Tiempo antes de su publicación se filtró que el texto existía, lo que despertó la curiosidad morbosa; Miguel Ángel López, director de la publicación, indica que hasta José Luis Rodríguez Zapatero, presidente del gobierno en aquella época, llegó a preguntarle de quién se trataba.

Naturalmente, el secreto profesional le impidió revelárselo. Pero el clima ya se había enrarecido, hasta el punto de que los mismos jugadores, con quienes llevaban trabajando meses en la redacción del artículo, "acabaron echándose atrás por presiones directas de algunos clubes. Algo comprensible: los futbolistas estaban absolutamente decididos, pero el club es el que manda, el que te deja en el banquillo o no te renueva". Así, la oportunidad se perdió y no solo nunca se llegó a saber quién habría protagonizado ese escrito (hubo mil rumores, pero nunca se confirmaron), sino que tampoco nadie se ha atrevido a participar en otro similar desde entonces.

Así las cosas, la homosexualidad en el fútbol español sigue siendo un tema que se trata de esconder bajo la alfombra. Es una verdad incómoda a la que preferimos no tener que enfrentarnos; mejor dejarnos de líos y mirar para otro lado. Para Alemania y Hungría, por ejemplo, que allí sí que tienen mucho jaleo, qué valientes son unos y qué retrógrados los otros. Tanto como hipócritas nosotros.

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