‘Más funerales que bodas’. Adolescente habla en el Senado sobre el trauma de la violencia armada

Cuando Ernest Willingham subió al Capitolio, le acompañaban recuerdos de balas.

Y cómo no, si tuvo que vivir su infancia con cautela y bajo resguardo, luego de que varios de familiares —un padre, un hermano, un primo— fueron todos baleados. Y con el recuerdo de Jahnae, su mejor amiga asesinada por un pistolero cuando tenía 17 años.

Willingham, de 19 años, compartió esas tragedias demasiado frecuentes de crecer en Chicago cuando testificó la semana pasada en una audiencia del Comité Judicial del Senado sobre la violencia armada y los niños. Trató de explicar a los senadores “cómo es tomar decisiones en la vida cuando el miedo a la violencia con armas de fuego o a que te disparen ronda siempre en tu mente”.

Para Willingham, el espectro de la violencia armada se siente como un ciclo implacable.

“Una y otra vez. Es como un sueño del que simplemente no podemos despertar”, dijo al Tribune.

Los disparos afectaron su vida incluso antes de que naciera, cuando su padre fue baleado en ambas rodillas. Cuando era un niño pequeño que vivía en Cabrini-Green, las balas alcanzaron a su hermano: un disparo en la ingle cuando le robaron, y luego otro en la pierna en una fiesta aproximadamente un año después. El primo de Willingham también recibió un disparo en la misma fiesta.

“No pasé mucho tiempo afuera o haciendo cosas al aire libre”, dijo.

Su madre, Kimberly Willingham, recordó haber encontrado un agujero de bala en sus persianas y una bala en la sala de estar de su apartamento en Cabrini-Green en el décimo piso. Había noches en las que hacía que su familia durmiera en el suelo por miedo a las balas perdidas. Enseñó a los niños a evitar socializar y caminar de espaldas a un edificio para minimizar las probabilidades de recibir un disparo cuando los disparos eran desenfrenados.

La abuela de Willingham lo llevó a vivir con ella en parte para protegerlo de la violencia. Willingham recuerda que ella lo despertó en medio de la noche con el sonido de los disparos. Los dos conducían por su calle North Lawndale para ver a un tío y asegurarse de que estaba bien.

Pero Willingham no entendió completamente el dolor causado por la violencia armada hasta que una bala perdida mató a su mejor amiga, Jahnae Patterson, de 17 años, en agosto de 2018.

Eran muy unidos. En un momento, ella vivió con su familia durante aproximadamente un año. Podía hacer reír a cualquiera, le encantaba bailar y rápidamente ayudaba a sus amigos con el cabello, dijo.

Kimberly Willingham recordó que Jahnae regresaba a casa después de la escuela antes que sus propios hijos. Dijo que era útil en la casa y recordó que ayudó a cuidarla después de un accidente automovilístico.

“Solía dormir justo al lado de mi cama”, dijo Kimberly Willingham. “A veces hacía un camastro junto a mí para asegurarse de que estaba bien”.

Los padres de Jahnae estaban preocupados por la violencia armada. A menudo elegían llevarla en auto las cinco cuadras hasta la escuela después de que dos de sus amigos fueran asesinados a tiros mientras caminaban hacia allí, dijo su madre, Tanika Humphries-Patterson.

Cuando la mataron, Jahnae había estado en una fiesta a tres cuadras de la casa de Willingham durante unos minutos cuando dos hombres, a quienes la policía nunca identificó, comenzaron a disparar contra la multitud.

Willingham cantó “Hold On” de The Walls Group en su funeral.

“Asistimos a más funerales que bodas”, dijo Willingham al comité del Senado.

Intentó algunas sesiones de asesoramiento después de la muerte de Jahnae, pero no sirvieron, dijo. Los consejeros no tenían mucho en común con él. No podía relacionarse con ellos, dijo.

Willingham luchó contra la violencia armada organizando reuniones entre estudiantes enemistados para construir la paz y dirigiendo a sus compañeros de clase a marchas contra la violencia.

Ha sido difícil llenar el vacío que dejó, dijo Willingham.

La muerte de Jahnae hizo que Willingham fuera más cuidadoso y ansioso por irse de Chicago, dijo su madre. Willingham es estudiante de tercer año en la Universidad Northeastern de Boston. Planea convertirse en médico y estudiar políticas de salud. Su madre, quien una vez se mudó brevemente con su familia a Mississippi para escapar de la violencia, dijo que inicialmente no quería que él se mudara tan lejos.

“Deliberadamente no solicité ninguna escuela cerca de mi casa porque tenía miedo de la violencia armada”, dijo Willingham al comité del Senado.

Willingham perdió a otro amigo, Tamyreon Jordan, de 18 años, semanas antes de irse a la universidad en agosto de 2020. Crecieron juntos desde el jardín de infantes. Willingham tuvo que perderse el funeral de Jordan cuando se fue. Dijo que no habla mucho de su muerte.

La madre de Willingham dijo que se mudó a Humboldt Park hace un año, en parte para escapar de la violencia armada. Escuchó sirenas después de un tiroteo en el parque el mes pasado. La asustó porque su sobrina y su nieta juegan allí a veces. Ella ve su infancia en un contraste tan directo con su propio crecimiento en Cleveland, Mississippi, donde buscaba tréboles de cuatro hojas y atrapaba luciérnagas para ponérselas en la oreja.

“Ellos no saben nada de eso”, dijo.

Kimberly Willingham lloró cuando vio a su hijo testificar en la audiencia del Senado en su teléfono. “Era como si hubiera nacido para hacer eso”, dijo.

Willingham dijo que estaba emocionado, pero listo cuando el senador estadounidense Dick Durbin lo invitó a hablar ante el Comité Judicial.

“Esto no es algo sobre lo que una mañana desperté y leí en un libro. Esto es algo con lo que he lidiado personalmente”, dijo.

Durbin, el presidente del comité, comenzó la reunión destacando un proyecto de ley que está patrocinando. Llamada Ley RISE from Trauma, el proyecto de ley daría a las escuelas y comunidades más recursos para abordar el trauma, dijo.

“Los daños de la violencia armada van más allá de las heridas de bala”, dijo Durbin. “Ayudar a los niños a sobrellevar las experiencias traumáticas es vital para romper el ciclo de la violencia”.

Willingham y su madre quieren ver una legislación que restrinja aún más el acceso a las armas y más fondos para proyectos como los Programas Juveniles de Chicago, en los que participó Willingham. El programa proporciona a los niños en riesgo todo, desde vacunas hasta abrigos y excursiones. Los dos le dan crédito al programa por inspirar y empoderar la pasión de Willingham por el cuidado de la salud y mantenerlo a salvo.

Sin “recursos que lleguen a nuestra comunidad”, sin un control de armas más estricto y sin un mejor alcance a los niños afectados, la situación no mejorará, dijo Willingham.

“No es un problema de la noche a la mañana. La gente que no sabe, que nunca lo ha experimentado, eso es lo que piensa”, dijo. La violencia en el oeste de Chicago y la perspectiva de los jóvenes de Chicago que enfrentan la violencia armada no se toman en cuenta, dijo.

El miércoles, Willingham fue el primer testigo en llegar a la audiencia. Durbin y otros miembros del Comité Judicial se refirieron a su testimonio de cinco minutos a medida que avanzaba la audiencia. Hacia el final de la audiencia, el senador Patrick Leahy, D-Vt., le preguntó a Willingham qué mensaje quería dejar.

“Todos los profesionales de la salud mental que están presentes en las comunidades que sufren la violencia armada se parecen a usted”, dijo Willingham, señalando a los miembros del comité predominantemente blancos. “No se parecen a mí. No se parecen a otras personas de color que han pasado por un trauma de salud mental”.

Conduciendo de regreso de O’Hare después de regresar a Chicago, dijo que estaba orgulloso de poder compartir lo que tuvo que aprender y mostrar la capacidad de recuperación de su familia y el área donde vive.

“Esta no será nuestra historia para siempre”, dijo.

jsheridan@chicagotribune.com

Twitter @jakesheridan_

  • Este texto fue traducido por Octavio López/TCA