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¿El tomate es fruta o vegetal?: la extraña polémica que llegó a la Corte Suprema de EEUU en el siglo XIX

¿Son los tomates frutas o vegetales? ¿Tiene esa definición algún efecto o utilidad más allá de una discusión etimológica o lexicográfica o de una puntualización de índole botánica?

Lo curioso es que la ha tenido, e incluso la Corte Suprema de Justicia de EEUU y otras entidades del país y de índole internacional han metido su cuchara para crear una extraña ensalada de definiciones y consecuencias.

Todo porque, como narra el periódico The Washington Post, durante el siglo XIX existió en EEUU una regulación que imponía un 10% de impuestos a los vegetales importados y, en cambio, permitía la entrada libre de gravámenes a las frutas provenientes del extranjero.

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La razón de esa diferenciación es oscura, pero posiblemente estaría basada, más que en cuestiones de botánica, en los usos y consumos de la época.

Pero cuando un empresario del comercio de alimentos decidió en la década de 1880 ampliar su negocio y comenzar a traer frutas y vegetales de lugares lejanos –no sólo del ámbito local o regional como hasta entonces– la polémica sobre si el tomate es una fruta, una verdura o ambos explotó con una tremenda salpicadura.

Cuando John Nix, importador en Nueva York, trajo a EEUU un gran cargamento de tomates procedentes del Caribe, se vio obligado a pagar el 10% de impuesto porque en la aduana se consideró que el tomate es una verdura y no una fruta y por ende no estaba exenta de ese gravamen.

Todo aunque, en estricto sentido, un tomate es en realidad una fruta. Y a que, también, al ser una planta, el tomate es sin duda un vegetal, y por extensión una verdura, una hortaliza.

Pero cuando se trata de cobrar impuestos, el tomate sí da fruto, para beneficio del Tío Sam, aunque para ello se le considere un mero vegetal.

Entonces, Nix decidió ir a los tribunales para defender el fructífero carácter del tomate (y lograr que le reembolsaran el 10% en impuestos) y el caso llegó hasta la Corte Suprema, donde se dilucidó si el tomate es o no una fruta y si ante ello la aduana de Nueva York debía hacerle un reembolso a Nix o si el gravamen era correcto.

Para dilucidar el asunto no se recurrió precisamente a la ciencia sino a definiciones de diccionario, se llamó a testificar a un par de comerciantes veteranos en el mercado de las frutas y las verduras y, al final, se tomó una decisión más basada en los usos y costumbres y el sentido del lenguaje coloquial que en la razón y el sustento científico.

Así en 1893, la Corte Suprema celebró audiencias al respecto y aunque reconoció que biológicamente el tomate es una fruta, al final acabó decidiendo que en cuestiones de comercio la diferenciación entre fruta y vegetal es irrelevante, pero que para fines prácticos y, desde luego de impuestos, el tomate ciertamente no cae en el cajón de las frutas.

Todo porque, se señaló, aunque diccionarios y datos botánicos dicen que una fruta es la parte de la planta que contiene las semillas, y el tomate las contiene, para la gente común y en el habla cotidiana el tomate no es una fruta porque, vaya la justificación judicial, los tomates “se comen crudos o cocinados… y se sirven usualmente en la cena en, con o después de la sopa, el pescado o las carnes… y no es generalmente como las frutas, en el postre”.

Lo cierto es que el fisco se mantuvo con el derecho de gravar el tomate importado, por lo que quedó como mero vegetal, y el postre acabó siendo amargo para Nix, que no pudo recuperar su dinero.

Y ya en cuestiones de menús diversos, el Post indica que en 1937 la Liga de las Naciones (de la que EEUU no fue parte) consideró también al tomate como un mero vegetal y no entre las frutas. En EEUU ha seguido siendo clasificado de ese modo, aunque Tennessee y Ohio lo consideren su “fruta estatal”, Nueva Jersey, llamado el “Estado Jardín”, lo tenga como su “vegetal estatal” y en la Unión Europea hayan decidido en 2001 finalmente sí catalogar al tomate como una fruta.

Quizá porque alguien en el Viejo Continente inventó una receta de postre de tomates dulces o porque las razones científicas tienen allá, como en algunas otras cosas (el factor humano en el cambio climático, por ejemplo), un peso algo diferente.

El asunto se asemeja, definitivamente, a una salsa especial o, por qué no, a un pico de gallo.

Sigue a Jesús Del Toro en Twitter: @JesusDelToro