Cada vez con más frecuencia, los hijos de familias inmigrantes son el rostro de la educación superior

Samuel Ansah, de 21 años, inmigrante proveniente de Ghana que estudia Informática en la Universidad de la ciudad de Nueva Jersey, en Orange, Nueva Jersey, el miércoles 14 de octubre de 2020. (Bryan Anselm/The New York Times)
Samuel Ansah, de 21 años, inmigrante proveniente de Ghana que estudia Informática en la Universidad de la ciudad de Nueva Jersey, en Orange, Nueva Jersey, el miércoles 14 de octubre de 2020. (Bryan Anselm/The New York Times)
Carlos Yalibat, estudiante de la Universidad Estatal de California, campus Northridge, cuyos padres provienen de Guatemala, en Los Ángeles, el miércoles 14 de octubre de 2020. (Gabriella Angotti-Jones/The New York Times)
Carlos Yalibat, estudiante de la Universidad Estatal de California, campus Northridge, cuyos padres provienen de Guatemala, en Los Ángeles, el miércoles 14 de octubre de 2020. (Gabriella Angotti-Jones/The New York Times)

LOS ÁNGELES – Un extraordinario cambio demográfico está extendiéndose en los campus universitarios de Estados Unidos a medida que los inmigrantes y los hijos de estos se convierten en una parte cada vez más importante del alumnado, lo cual tendrá implicaciones en el futuro de la fuerza laboral del país, la educación superior, así como las acciones para reducir las desigualdades racial y económica.

Un estudio nuevo publicado el jueves reveló que más de 5,3 millones de estudiantes, o casi el 30 por ciento de todos los alumnos matriculados en universidades en 2018, procedían de familias inmigrantes, comparado con el 20 por ciento registrado en el año 2000. La población de los llamados estudiantes de origen inmigrante creció mucho más que la de los estudiantes nacidos en Estados Unidos y de padres estadounidenses, y ahora representa el 58 por ciento del aumento del número total de estudiantes en instituciones de educación superior durante ese periodo.

Estos estudiantes, en su mayoría no blancos, son descendientes de indígenas que fueron a estudiar a Estados Unidos y se quedaron; hijos de latinoamericanos que cruzaron la frontera para trabajar como obreros, y algunos que provienen de familias que huyeron de guerras civiles de todo el mundo como refugiados.

“En la educación superior, estamos produciendo y formando a la futura fuerza laboral. En esta hay más estudiantes de familias inmigrantes de lo que se sabía anteriormente”, comentó Miriam Feldblum, directora ejecutiva de la Alianza de Presidentes para la Educación Superior e Inmigración, un grupo de autoridades universitarias que encargó el estudio al Instituto de Política Migratoria, un centro de investigación no partidista.

Los estudios han demostrado que los egresados universitarios ganan un millón de dólares más a lo largo de su vida que los que tienen un certificado de bachillerato. También tienen mejores resultados en salud, están más comprometidos cívicamente y tienen una mejor calidad de vida en términos generales.

“El acceso a la educación superior les permite a los estudiantes inmigrantes alcanzar sus sueños y se convierte en un generador de movilidad económica y social, que los beneficia a ellos mismos, a sus hijos y al país”, señaló Feldblum, exdecana de la Universidad Pomona en California.

En California, los inmigrantes o hijos de inmigrantes representaron alrededor de la mitad de los estudiantes matriculados en 2018. En ocho estados (Florida, Hawái, Massachusetts, Nevada, Nueva Jersey, Nueva York, Texas y Washington) representaron entre el 30 y el 40 por ciento del alumnado, mientras que en 32 estados por lo menos 20.000 estudiantes de familias inmigrantes estaban estudiando para obtener títulos, desde diplomados y licenciaturas hasta maestrías y doctorados.

Una abrumadora mayoría de los estudiantes de origen inmigrante son ciudadanos estadounidenses o residentes legales, pero es probable que enfrenten obstáculos y limitaciones de recursos que no afectan a muchos otros estudiantes.

“Al entrar al proceso universitario, es probable que estos estudiantes o sus familiares no tengan mucho conocimiento acerca de cómo llenar las solicitudes de la universidad y el proceso para solicitar ayuda financiera”, afirmó Jeanne Batalova, analista sénior de políticas del Instituto de Política Migratoria y autora principal del informe.

Una vez que los estudiantes de origen inmigrante están en la escuela, sus índices de abandono tienden a ser más elevados porque muchos vienen de hogares de escasos recursos.

“Hacen malabares con múltiples responsabilidades, lo que hace que sea más difícil que permanezcan en la escuela y terminen sus estudios a tiempo”, dijo Batalova. “Si se les presenta una emergencia médica o familiar, carecen de una red de seguridad a la que puedan recurrir. Eso interfiere con la asistencia a clases y la realización de tareas”.

Los inmigrantes y los hijos de inmigrantes nacidos en Estados Unidos representaron el 85 por ciento de todos los estudiantes asiático-estadounidenses y nativos de la Polinesia y el 63 por ciento de los estudiantes latinos en 2018. Alrededor de una cuarta parte de los estudiantes negros provenían de familias inmigrantes.

A medida que aumenten las cifras, los estudiantes de familias inmigrantes serán cada vez más importantes para la salud financiera a largo plazo de las universidades de Estados Unidos.

Incluso antes de que la pandemia del coronavirus trastornara el funcionamiento de las universidades, había inquietudes con respecto a la matriculación futura en medio de la caída de los índices de fertilidad del país y la disminución de la inscripción de estudiantes internacionales. Estados Unidos se ha enfrentado a una competencia aumentada por los estudiantes internacionales de países como Canadá, Australia y el Reino Unido.

“Veremos una disminución de la reserva nacional de posibles estudiantes universitarios en la década de 2020”, comentó Nathan Grawe, economista de Carleton College que estudia cómo los cambios demográficos afectan el mercado de la educación superior. “Los inmigrantes, sus hijos y nietos son el futuro de la educación superior”, afirmó.

Las universidades públicas son la principal puerta de entrada a la educación superior para los estudiantes de origen inmigrante. En 2018, el 83 por ciento se matriculó en instituciones públicas, en comparación con el 17 por ciento que se inscribió en escuelas privadas, según el estudio.

Los estudiantes internacionales que viajan a Estados Unidos con visas representaron el 5,5 por ciento de todos los estudiantes universitarios en el año académico 2018-19.

A diferencia de los estudiantes internacionales, que por lo general regresan a su país de origen después de terminar sus estudios, los hijos de familias inmigrantes se han criado en Estados Unidos y tienen la intención de permanecer en el país.

“En definitiva me quedaré aquí. La razón principal por la que mis padres vinieron de India fue por las oportunidades”, explicó Simran Sethi, de 19 años, quien se crio en Dallas y está en su segundo año de estudios de Ingeniería en la Universidad de Texas A&M. “Yo espero tener un futuro en Estados Unidos”.

This article originally appeared in The New York Times.

© 2020 The New York Times Company