Fractura, impeachment y temor. EE.UU. sufre por su transición más caótica

WASHINGTON.- La presidencia de Donald Trump termina con más soldados en Washington que en Irak y Afganistán. Las postales que ofreció la capital de Estados Unidos en los últimos días del republicano en la Casa Blanca -desierta, enmudecida, sitiada y amurallada- son un testimonio de una transición caótica, la más difícil que se recuerde en la democracia más longeva del planeta, jaqueada por la pandemia, una economía deshilachada y una fractura política interna que arraigó el miedo a más violencia.

Este invierno ha sido más benigno que otros años, pero en Washington se respira un clima de guerra. aislado, enjuiciado -otra vez- por el Congreso y despojado de su megáfono en las redes sociales, Trump, que llegó con la promesa de "restaurar la grandeza de Estados Unidos", deja un país roto, más dividido, angustiado y enfurecido del que recibió, que requerirá una hercúlea tarea de reconstrucción. Y se irá de Washington antes de que jure Joe Biden el miércoles, su última estocada a una tradición política sagrada en el país.

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"Ciertamente, es una transición muy turbulenta. La combinación de una pandemia, un juicio político y una economía frágil es extraordinariamente difícil. Esto, junto con una oposición radicalizada que ni siquiera ve la elección como legítima", describió el historiador y profesor de la Universidad de Princeton, Julian Zelizer.

El ataque al Congreso perpetrado por una turba de trumpistas la semana pasada, el peor asalto a la democracia del país, que dejó cinco muertos, terminó de contaminar el traspaso de mando y marcó, para los críticos del magnate, el punto culminante de los atropellos institucionales de Trump durante los últimos cuatro años. Su blanco final fue la elección que perdió el 3 de noviembre pasado, y su incesante campaña para deslegitimar el triunfo de Biden con denuncias infundadas de fraude terminó en un nuevo juicio político que puede llegar a desterrarlo para siempre de la política.

Esa campaña infligió un daño imposible de dimensionar: millones de norteamericanos están convencidos de que Biden le robó la elección a Trump. El temor a otro ataque de grupos de ultraderecha, conspiracionistas o del trumpismo duro -convencidos de que el establishment político traicionó a Trump y ellos, en realidad, defienden al país- terminó por inundar con efectivos a Washington. En alerta, las fuerzas de seguridad temen que "extremistas domésticos" intenten boicotear la jura de Biden.

"La ultima transición así, con militares en la calle, fue durante la Guerra Civil. Aun en los 60, aunque la clase política tenía diferencias, hablaba el mismo vocabulario, el mismo idioma. No había diferencias tan grandes, y nadie tenía la idea de que el ganador no había ganado la elección de verdad. A nadie se le cruzaba por la mente", comparó Erick Langer, historiador de la Universidad de Georgetown.

"El gran riesgo es que la ultraderecha ve la toma del Capitolio como una gran victoria que quiere repetir. Eso jamás había pasado en la historia de Estados Unidos", agregó Langer.

A diferencia de 2009, cuando el demócrata Barack Obama asumió la presidencia en plena crisis financiera global, con una economía en caída libre, la transición ahora ha sido prácticamente inexistente.

La administración del republicano George W. Bush le abrió las puertas del gobierno federal al equipo de Obama para facilitar el cambio de poder en una época en que la crisis demandaba respuestas urgentes.

Esta vez, esa cooperación, más acuciante que nunca por la pandemia, quedó trabada por el rechazo de Trump a admitir su derrota. Trump ni siquiera se reunió con Biden, y el vicepresidente Mike Pence -devenido en los últimos días en una suerte de presidente interino- recién habló con su sucesora, Kamala Harris, esta semana.

Ni siquiera el traspaso de Cristina Kirchner a Mauricio Macri -para la revista Foreign Policy, un "claro precedente" de lo que se ve ahora en Estados Unidos- fue tan traumático.

Como corolario, el caos que envuelve a Estados Unidos en el epílogo del gobierno trumpista repercutirá más allá del final de la presidencia de Trump. Además de enfocarse durante los críticos primeros 100 días en la pandemia del coronavirus o la economía, el Senado norteamericano deberá realizar el juicio político a Trump por "incitar a la insurrección" con su campaña contra la elección y su discurso el pasado 6 de enero, que terminó en el asalto al Congreso.

Eso significa que el Congreso deberá dividir su tiempo entre el juicio político a Trump, la confirmación del nuevo gabinete de Biden y los proyectos de ley que ya tiene escritos el equipo del líder demócrata, listos para enviarlos al Capitolio.

Biden montó toda su campaña presidencial alrededor de la promesa de unir el país. Ese objetivo, pilar de su futura presidencia, aparece ahora, cuando menos, mucho más complicado de lograr luego del traumático final del gobierno trumpista y su caótico traspaso del poder.

Oposición

Las elecciones dejaron a los demócratas con una mínima minoría en el Congreso, y una oposición fracturada en un ala moderada y un trumpismo radicalizado. Así y todo, Langer se da margen para el optimismo.

"Creo que nos irá mejor", sugiere el historiador. "La gran fortaleza de Estados Unidos es su capacidad de hacer alianzas y tener buenas relaciones internacionales. Eso es lo que promete Biden, y eso nos dará capacidad para ser líderes de nuevo. El problema interno es más problemático. Pero creo que la toma del Capitolio fue el gran fracaso de la derecha. Demostró al extremo al que hemos llegado, y desprestigió a la derecha".

Biden intentará liderar la reconstrucción. Trump deja un país agotado, crispado y fracturado. Pero nunca se irá del todo. Ya nada será como antes.

Como candidato y presidente, Trump quemó todos los protocolos políticos y marcó un quiebre en la historia del país. Nada sugiere que, ahora, sin poder, deje de lado su cruzada rupturista o abandone el movimiento que gestó.