Las profecías equivocadas

“Evito siempre predecir de antemano, porque es mucho más fácil hacerlo a posteriori”, declaró, sabiamente Winston Churchill. Lanzarse a hacer predicciones del futuro es riesgoso: como dice el refrán, eres esclavo de tus palabras y no hay viento que las borre. Estas son 10 de las predicciones más insólitas que nunca llegaron a cumplirse.

“La radio no tiene futuro”. Los expertos también se equivocan (y mucho). En 1894, el presidente de la Sociedad Real, William Thomson, pronosticó que la radio fracasaría. Cinco años después, se inauguraba la primera fábrica de radios y hoy existen más de 1 billón de emisoras en el mundo.

“¿Para qué hacer autos si no habrá conductores?” A comienzos del siglo XX, se predijo que el mercado automovilístico contaría solamente con 4 millones de carros, porque “escasearían los choferes”. Poco después de la Segunda Guerra Mundial, Henry Ford demostraría lo equivocados que estaban.

“El Titanic es insumergible”. Predicción inocente que se ahogó junto con 1.500 personas la noche del 14 de abril de 1912. Philip Franklin, vicepresidente de White Star Line, la constructora del buque, había afirmado que “no había riesgo de que el Titanic se hundiera”.

“No hay lugar para el teléfono en el mundo”. Durante sus primeros 15 años de vida, el teléfono fue percibido como un invento inútil. En el Parlamento británico se llegó a afirmar que eran inservibles, dada la enorme cantidad de mensajeros que allí trabajaban (¡!).

“Los trenes nunca podrán ir a alta velocidad”. Así lo aseveró un científico irlandés, Dionysius Lardner, a mediados del siglo XIX. Escribió que, a alta velocidad, los pasajeros “morirían de asfixia”. Hoy, los trenes alcanzan velocidades de 500 km/h. ¿Qué diría Lardner sobre el tren bala?

“Nadie querría una computadora en su casa”. Así de errado estaba Ken Olson, fundador de Digital Equipment Corporation, en 1977. Sin embargo, para el 2009, el 80% de los hogares en los Estados Unidos poseían al menos una computadora.

“¿Por qué no vuelves a conducir camiones?” Fue la sugerencia poco atinada que un representante le dio a Elvis Presley en 1954, tras despedirlo. No fue el único músico subestimado: también los Beatles sufrieron un rechazo en 1962 por parte de Decca Records. “La guitarra está pasada de moda”, les dijeron.

El Y2K que nunca llegó. Esperábamos lo peor; el cataclismo del final del siglo XX. El 1° de enero de 2000, se suponía que las computadoras colapsarían al interpretar los dos últimos dígitos (00) como una regresión en el tiempo. Proliferaron teorías conspirativas, las empresas invirtieron fortunas en nuevos software capaces de evitar la tragedia… y no pasó nada. El mundo de las comunicaciones salió ileso del paso hacia el nuevo milenio.

“Ninguna red de computadoras alterará el modo de gobernar”. El futuro de Internet despertó fabulosas teorías e incontables dudas acerca de su utilidad. En un artículo publicado en 1995 en la revista Newsweek, el astrónomo Clifford Stoll aseguró que "ninguna base de datos online reemplazará tu periódico, ningún CD-ROM ocupará el lugar de un maestro y ninguna red de computadoras alterará el modo de gobernar”. ¿Qué diría Stoll ahora que la política se juega tanto en el mundo real como en el plano virtual? Lo que aún está por verse es si la tecnología le ganará definitivamente la batalla al papel.

“Todo lo que podía inventarse, ya se inventó”. En 1899, Charles Duell, comisionado de la Oficina de Patentes de los Estados Unidos, le puso punto final a las novedades científicas. La inventiva humana, que no sabe de límites, le demostró lo contrario. Y eso sin contar los inventos que se obtuvieron por accidente.

“El mundo se terminará el 21 de diciembre de 2012”. Y finalmente, una de las recientes y más comentadas profecías sobre el Apocalipsis. Mucho se escribió y se dijo sobre el final del calendario maya en esta fecha, que se creía que marcaba también el fin del mundo. Se predijeron catástrofes de todo tipo, y hasta hubo quienes mandaron a construir refugios especiales para ponerse a salvo. Pero lo cierto es que el 21 de diciembre pasó, ¡y aquí seguimos todos!