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La playa de los pobres en Perú

Mientras la elite se aleja de Lima en busca de playas casi solitarias que resguardan con guardias privados y cercas, la clase obrera arriba por millares a una curva franja costera de arenas pardas y suave oleaje. Se llama Agua Dulce y los bañistas sólo necesitan dos dólares en el autobús público para ir y volver a sus barriadas. "Aquí viene la gente del pueblo por millares y hay domingos en los que no cabe ni un alfiler", dice Carlos Vergara, un fotógrafo ambulante que ha recorrido las playas de Lima durante 50 años. Hasta mediados del siglo XX el verano era una estación donde sólo las clases adineradas podían darse el lujo de viajar hasta las playas. Los pobres se bañaban en ríos o canales de riego de la ciudad, agrega el historiador especialista en Lima Juan Pacheco. Pero la construcción de vías hacia zonas costeras junto a la migración de millones de jóvenes campesinos hambrientos de progreso desde los Andes redibujaron la población capitalina que se lanzó a la conquista de las playas más cercanas a la ciudad. Así se masificó Agua Dulce, que un fin de semana alberga hasta 40.000 personas, según cifras municipales. Al caer la tarde el cielo se torna anaranjado y las madres llevan a sus hijos a una zona donde brota un chorro de agua dulce, por el cual la playa adquiere ese nombre. Allí los bañan antes de retornar a casa. Sin vida nocturna Agua Dulce queda desierta cuando oscurece mientras los camiones municipales recogen las más de 10 toneladas de basura esparcidas por la franja de casi un kilómetro. (AP)